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Julio Cortázar: El juego del hombre que escribía con cronopios

Este miércoles se cumplió otro aniversario del nacimiento del escritor Julio Cortázar, el hombre que según los que lo conocieron, llegó a Chile fascinado por el proceso político que vivía el país a principios de los 70’.

Abril Becerra

  Domingo 30 de agosto 2015 10:12 hrs. 
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Los que tuvieron la posibilidad de conocerlo lo describen como un hombre altísimo. “Casi rozaba los dos metros”, recuerda el escritor nacional Antonio Skármeta. Otros dicen que “los ojos no le cabían en la cara”, que tenía un atractivo singular y que era cercano y juvenil.

“Me fascinaba el tablero de recortes de noticias insólitas y los objetos inverosímiles que recogía o fabricaba (…). Conocía un París secreto y mágico, que no figuraba en guía alguna, y de cada encuentro con él yo salía cargado de tesoros: películas que ver, exposiciones que visitar, rincones por los que merodear, poetas que describir y hasta un congreso de brujas”, escribió tras la muerte de Cortázar el escritor Mario Vargas Llosa.

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“En Julio la literatura parecía disolverse en la experiencia cotidiana e impregnar todo la vida, animándola y enriqueciéndola con un fulgor”, agregó Vargas Llosa.

De ahí, que por ejemplo se cultivara el mito de que Cortázar mantenía en su casa en París, una habitación en la que coleccionaba juguetes y toda clase de artilugios.

Antonio Skármeta, quien no sólo fue amigo de Cortázar, sino que también lo visitó en Paris, cuenta que esa casa era especial; abundaban innumerables libros, siempre había una botella de vino y sobretodo dice, quesos. Aún así, no recuerda el cuarto del  que muchos aún fantasean.

“Recuerdo que comíamos quesos exquisitos en un salón donde recibía a sus invitados, pero no recuerdo haber entrado en ninguna habitación así, pero puede ser”, reflexiona Skármeta. Cortázar vivía en “un cuarto viejo de París, en un quinto piso y había más libros que en cualquier otra parte”, añade.

El escritor y sus cronopios

Una los elementos que con el tiempo ha sido considerado objeto de estudio dentro de la literatura de Cortázar tiene que ver con “el juego”.

“No es casual que la más ambiciosa de sus novelas llevara como título Rayuela, un juego de niños”, explicó en su minuto, el escritor Mario Vargas Llosa.

Un consenso que parece ser el punto de partida, de la lectura de la fantasía y realidad presente en Cortázar.

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“Probablemente ningún otro escritor dio al juego la dignidad literaria que Cortázar le dio, ni hizo del juego un instrumento de creación y explotación artística tan dúctil y provechoso. Para él escribir era jugar, divertirse, organizar las vida – las palabras , las ideas- con la arbitrariedad, la libertad, la fantasía y la irresponsabilidad con que lo hacen los niños o los locos. Pero jugando de este modo la obra de Cortázar abrió puertas inéditas, llegó a mostrar unos fondos desconocidos de la condición humana  y a rozar lo trascendente, algo que seguramente nunca se propuso”, concluyó Vargas Llosa en un artículo sobre el argentino.

Cortázar, Chile y la Tribu No 

Pero Cortázar también fue un escritor político. Llegó apenas Salvador Allende ganó las elecciones en 1970. Entonces, el argentino ya profesaba un férreo socialismo y llegó al país motivado con la noticia.

Actos públicos, tuvo pocos; una sola entrevista en que se refirió a la Dictadura y un solo encuentro con estudiantes realizado en el ex Pedagógico de la Universidad de Chile  y que fue moderado por su amigo Skármeta.

“Cuando Salvador Allende ganó las elecciones de 1970, espontáneamente Cortázar que vivía en París se compró un pasaje en avión y vino a Chile porque le parecía un motivo de gran interés y regocijo. Hizo un programa en el que buscó relacionarse básicamente con la gente más joven”, explicó Skármeta.

En el ex Pedagógico de la Universidad de Chile  “estuvo frente a 600 o 800 estudiantes y habló de todos los temas que le fueron preguntando”. “Cortázar la pasó muy bien en Chile”, incluso sufrió un “secuestro poético”, comenta Skármeta.

“Había un grupo poético que se llamaba la Tribu No e hicieron una especie de secuestro poético de Cortázar, lo tomaron y lo hicieron desaparecer y Cortázar siempre guardó un excelente recuerdo de la vitalidad de esa experiencia”, dijo el escritor.

En tanto,  la artista Cecilia Vicuña aclara: “No lo raptamos, él me pidió que lo rescatáramos. Sólo la Tribu, es decir, Francisco Rivera, Sonia Jara, Marcelo Charlín, Coca Roccatagliata, Claudio Bertoni y yo”.

“Cortázar y yo nos escribíamos antes de que el viniera a Chile. Mi madre se encontró con él en Santiago, por casualidad. Él había llegado de incógnito, sin avisarle a nadie. Él me mandó un mensaje con ella, pidiéndome que lo fuéramos a buscar al hotel. Lo llevamos a casa de Pancho y Sonia”, aclara.

“El quería oír, saber lo que otros pensaban, soñaban y sentían”, concluyó Cecilia Vicuña quien hoy reside en Estados Unidos.

¿Tuviste la oportunidad de volver a verlo?

“No, pero nos seguimos comunicando por carta, y enviándonos regalos y recados con amigos hasta su muerte”, añade Cecilia Vicuña.

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