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Un museo de la Memoria y DD.HH. que prefiere olvidar

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Domingo 6 de septiembre 2015 14:20 hrs.


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La Caixa es una Fundación bancaria que hace unos años nació en España de la fusión de dos Caja de Pensiones para la vejez y los ahorros, cuyo origen se remonta a mediados del siglo XIX. Imposible no pasearse por Barcelona y encontrar, casi en cada esquina, el característico logo de la estrella azulada que diseñara el mismísimo Joan Miró, como un encargo de la institución. La presencia en la actividad cultural española de La Caixa es abrumadora y lo será aún más, luego del acuerdo que acaba de firmar con el Museo Británico.

De modo que los celosos ingleses poseedoresdel museo más dotado de objetos de las principales culturas antiguas del mundo ha firmado un convenio inédito por intermedio del cual se han comprometido a desarrollar en conjunto 16 exposiciones en España. Esta noticia, que podría pasar como una información más del ámbito cultural hispano y que nada tiene que ver con nosotros, nos toca en muchos sentidos, si somos capaces de entender qué simboliza cada una de estas instituciones y la histórica alianza que acaban de concretar.

De solo de nombrarla, La Caixa produce cierta nostalgia. Porque nos recuerda a un Chile que ya se fue. Donde también habían “cajas” que velaban por la vejez y los ahorros de todos los trabajadores del país, en lugar de los individualistas Fondos de Pensiones de la actualidad. Nostalgia que pasa a la envidia, cuando vemos que ese modelo que solo conservan las Fuerzas Armadas mientras la otra parte de la población ve en ascuas cómo sus provisiones para la vejez se esfuman con los vaivenes del cobre y del dólar, ha podido convertirse en la primera fundación privada de España y una de las más importantes del mundo. No restringió su ámbito de acción a la administración de pensiones, sino que se amplió al financiero, empresarial y social. Dentro de este último, se desarrolla la gestión cultural no solo en Barcelona sino que toda España de manera excepcional y la vinculación con el Museo Británico es prueba de ello.

El Museo Británico, por su parte, es una de las primeras instituciones estatales en la historia de la humanidad dedicadas a la conservación de colecciones de la cultura universal, en los campos de la historia, la arqueología, la etnografía y también el arte. Tiene más de ocho millones de piezas que han sido adquiridas de diferentes maneras, y no pocas veces, nada santas. Los reclamos de diferentes países para la restitución de vestigios que consideran patrimonio nacional es una mancha permanente en su gestión. Pero los ingleses hacen oídos sordos, y justifican su posesión como un modo de salvaguardarlas. Entre sus más reconocidas joyas está la Piedra Rosetta con la que Juan Francisco Champollion descifró los jeroglíficos.

De la cultura egipcia exhibe la más excepcional colección de momias mientras que de la China, ostenta la mayor colección de porcelana de esa milenaria cultura en Europa. Entre los más polémicos, en tanto, están los mármoles del Partenón que tanto reclama Grecia para que le sean devueltos. Y el celo con que conserva sus millones de piezas es reconocido, siendo escasas las veces en que las facilita para que se alejen de su majestuoso edificio londinense. Así entonces, esta alianza con La Caixa es un gesto que se observa con atención.Porque el rol de los museos no es el de bodegas sino que de espacios de encuentro entre culturas y de educación en la diferencia para sus visitantes. Los Museos son las escuelas vivas que sensibilizan y sorprenden con un relato de la historia diferente del escolar o del oficial. Son los lugares en los que los objetos hablan de manera directa a quienes los observan, rompiendo siglos y distancias con una mirada que se posa sobre lo que antes fue de otros.

Algo muy malo pasa en Chile, como para que el estado de crispación haya llegado a uno de nuestros espacios más sagrados, como es el Museo de la Memoria y los DDHH. Ese que debiera ser el refugio frente a la intolerancia, la mente abierta que acoge otras lecturas de la realidad ha decidido desconocer su misión. El rechazo a la presencia del vicepresidente boliviano Álvaro García Linera en el marco de la celebración de los 50 años de la revista Punto Final debilitan sus estructuras y hace que caiga ante nuestros ojos como si de un terremoto se tratara. El lugar que fue construido para el sueño del Nunca más se convirtió en la pesadilla de la intolerancia del Ha vuelto.

Algo muy malo pasa en Chile. Mientras en Europa, españoles e ingleses trabajan nuevas instancias para que sus pueblos dialoguen a través de la cooperación y el intercambio cultural, en nuestro país no se permite ni siquiera escucharnos. Quienes dirigen hoy el Museo de la Memoria y los DDHH han olvidado su compromiso con la memoria de dos pueblos hermanos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.