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El Papa en Cuba: ¿un nuevo eje contra un orden mundial injusto?

En el último tiempo, Francisco y Fidel Castro han coincidido en cuestionar el carácter intrínsecamente injusto del capitalismo, el modo en que nos conduce a un cataclismo medioambiental y la relación entre avaricia y guerra. Es, sin aspavientos, un retorno del Vaticano a la opción preferencial por los pobres que, décadas atrás, se expresó en este continente en la Teología de la Liberación.

Patricio López

  Domingo 20 de septiembre 2015 12:16 hrs. 
Raúl Castro y Papa Francisco

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Cuenta el periodista y escritor argentino Pedro Jorge Solans que, en 1973, Fidel Castro venía de vuelta a Cuba luego de realizar una visita a Vietnam, en un contexto del fin de la cruenta guerra en ese país y del inicio del segundo periodo presidencial de Richard Nixon en Estados Unidos. En medio de la rueda de prensa el periodista de una agencia iglesia, Brian Davis, le preguntó: “¿Cuándo cree usted que se podrán restablecer las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, dos países tan lejanos a pesar de la cercanía geográfica?”

Fidel alzó la voz y contestó para que no quedaran dudas: “Estados Unidos vendrá a dialogar con nosotros cuando tenga un presidente negro y haya en el mundo un Papa latinoamericano”. Las condiciones que Castro usó para nombrar lo imposible, son hoy las que configuran la visita de Francisco, primero a Cuba y luego a Estados Unidos.

Con el aterrizaje de Francisco en el Aeropuerto José Martí de La Habana, son tres los papas que han visitado Cuba en 17 años (Juan Pablo II en 1998 y Benedicto XVI en 2012), lo que es señal del cada vez más estrecho acercamiento entre la Revolución y el Vaticano, después de décadas en que el régimen de Fidel hiciera ostentación de su anticlericalismo. Para que se aprecie el dato, cabe mencionar que en América Latina solo Brasil recibió a los tres pontífices, pero en este caso es el país con más católicos en el mundo, en una cifra que supera a los 200 millones de fieles y al 74 por ciento de la población.

Por eso, en una perspectiva más general, esta visita debe sumarse a las recurrentes que ha realizado al continente y que pueden leerse, tal como el propio nombramiento de Francisco, como un intento por proteger al que se ha convertido en el continente católico, luego de su retroceso en Europa. Esto se expresaría a través de una mirada pastoral no castigadora, menos preocupada de los asuntos sexuales y con vocación de liderazgo en los procesos políticos contemporáneos, a diferencia de las rémoras de la Iglesia Católica de Juan Pablo II, expresadas por ejemplo en la Conferencia Episcopal chilena.

Entonces Cuba, por su importancia geopolítica y enorme influencia en el continente, es muy importante para tal propósito. Expresión de estas nuevas formas y fondo han sido los ejes argumentales de las alocuciones del Papa en Cuba: el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba y la ampliación de libertades para la Iglesia Católica en la isla.

El Papa viaja con una delegación de 30 personas, entre quienes se encuentran el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, y el llamado ministro del Exterior del Vaticano, monseñor John Gallagher, quien fue incluido “debido a la importancia de la política exterior” de esta gira, la décima de Francisco desde su investidura como máximo representante de la Iglesia Católica, el 13 de marzo de 2013.

Por el lado de Raúl Castro la recepción al pontífice, aquel de los tres con que se siente políticamente más cercano (lo ha dicho abiertamente), abordó extensamente los temas que en el último tiempo han sido motivo de principal preocupación –y coincidencia- entre Fidel Castro y Francisco: la protección del medio ambiente, a semanas de la decisiva conferencia de París, y la defensa de la paz. Asistimos, más allá de las evidentes diferencias, a una sensibilidad común frente a los asuntos del mundo y respecto a cuáles son las causas de los problemas más severos que experimenta hoy la humanidad.

Este punto de encuentro es consecuencia de un camino largo. La caída de los socialismos reales, a fines de la década del 80 del siglo pasado, ha dado lugar a un periodo que algunos autores llaman postmodernidad, caracterizado por el fin de los mega-relatos, y en el que religión e ideología han perdido por igual su posición en el sentido común de las personas.

Fidel Castro, en tanto líder con visión histórica, se dio cuenta de ese cambio epocal y de los cambios que exigía, como lo escribió el propio Jorge Mario Bergoglio en 1998, luego de la visita de Juan Pablo II a Cuba: “desde que en 1990 Fidel Castro propone una alianza estratégica entre cristianos y marxistas, no ha cesado en sus intentos por encontrar y demostrar convergencias o puntos de conexión entre el catolicismo y los postulados de la revolución”, afirmó.

En el escrito “Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro”, Bergoglio buscó dar un hilo conductor a las intervenciones de ambos líderes durante la visita del polaco a Cuba. En su opinión, “pareciera que el discurso oficial de Fidel Castro revela una inclinación a mostrar posiciones de coincidencia entre los mensajes de Juan Pablo II y las preocupaciones sociales del régimen. Según Fidel, las profundas diferencias que existen entre él y el Papa en el terreno filosófico y religioso no excluyen una convergencia, teórica y práctica, en el terreno moral y social”, agregó quien hoy ocupa el lugar de Wojtyla.

Por el lado del Papa, los escritos del entonces cardenal Bergoglio dan cuenta de lecturas e influencias según las cuales se adhiere a la unidad de América del Sur y de Latinoamérica, tal como lo ha hecho Fidel Castro en su trayectoria política, para enfrentar articuladamente las asimetrías de poder del mundo. En uno de esos textos afirma que “ante todo se trata de recorrer las vías de la integración hacia la configuración de la Unión Sudamericana y la Patria Grande Latinoamericana. Solos, separados, contamos muy poco y no iremos a ninguna parte. Sería un callejón sin salida que nos condenaría como segmentos marginales, empobrecidos y dependientes de los grandes poderes mundiales”.

Durante la misa más multitudinaria de esta visita, la que se produjo en la Plaza de la Revolución, Francisco, un líder con alta comprensión de las señales políticas, continuó con el tono de amabilidad que ha usado para referirse al gobierno de Raúl Castro, dejando en la voz del arzobispo de La Habana, monseñor Jaime Ortega, las afirmaciones más críticas. Luego, y para clausurar esta gira cuyo eje es el rol vaticano en el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el Papa viajará hasta la potencia del norte, país donde en sus 78 años nunca ha estado. Según The New York Times y luego de consultar entre sus cercanos, el motivo de tal omisión es una “identidad distintiva” que, como latinoamericano, se traduce en una posición crítica de la hegemonía económica y política de Estados Unidos.

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