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Macri presidente: Argentina gira a la derecha

Con un resultado estrecho, el candidato de Cambiemos se impuso al abanderado del Frente para la Victoria, Daniel Scioli. En los días que vienen, empezará a  precisarse lo que aún ha sido nebuloso: cuál es el verdadera dirección y profundidad del cambio que se viene en Argentina.       

Patricio López

  Domingo 22 de noviembre 2015 23:30 hrs. 
MacriPresidente

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De nada valió la larga e impresionante lista de conquistas sociales instituidas en Argentina durante los 12 años del kirchnerismo, junto con la amenaza de que un triunfo de Macri las esfumaría. No sirvió el fantasma del retorno a la década del 90, la neoliberal, la que hundió al país. Tardíos y estériles resultaron los esfuerzos militantes que en cuadrillas recorrieron casas, calles, plazas y la locomoción colectiva, para explicar lo que estaba en juego en esta elección. El pueblo argentino estaba decidido y consagró, aunque con una ventaja menor, a Mauricio Macri como el nuevo presidente del país.

Ya consumado el triunfo, con una diferencia estrecha de menos de tres puntos porcentuales, Daniel Scioli, el hijo mal querido del kirchnerismo, ha reconocido la derrota. Más de 32 millones de electores estaban convocados a votar en la histórica segunda vuelta y, ya desde los momentos posteriores al cierre de las urnas, cuatro sondeos coincidentes de televisoras argentinas daban por ganador a Macri. Al hacerse oficial el triunfo, será la primera vez en la historia del país que un líder de derecha llegue al poder por las urnas en elecciones libres, sin una dictadura o estados de excepción que lo sostengan. En la fórmula ganadora, ha resultado importante el soporte de la Unión Cívica Radical, el partido argentino de la Internacional Socialista, que vuelve al gobierno después de la accidentada y breve presidencia de Fernando de la Rúa.

El resultado de la elección demuestra que la “campaña del miedo” que denunció Macri no tuvo el éxito suficiente. Pero deja enormes dudas respecto a cuál será el compromiso del nuevo presidente, reconocido neoliberal, con las políticas de protección y subsidio social que se multiplicaron durante los últimos 12 años. El debate de la segunda vuelta, precisamente, giró en torno a este punto. Macri, aunque ha evitado definiciones más de fondo, ha afirmado que Argentina debe abrir su economía y que los controles cambiarios del kirchnerismo han sido los responsables del menor crecimiento, por lo que deben ser derogados. Muchos temen que con una medida de ese tipo,en que el precio del dólar sería fijado por el mercado y no por el Banco Central, se producirá una fuerte devaluación con efectos recesivos sobre la actividad, el poder adquisitivo y el empleo de los argentinos. Con las consecuencias sociales y políticas para un gobierno que, además, no tiene las redes en la sociedad que caracterizan al peronismo en general y al kirchnerismo en particular.

Esta incertidumbre es una de las razones por las que el gran empresariado, que apoya a Macri, le ha pedido al mismo tiempo prudencia para implementar las políticas de ajuste. La propia Gabriela Michetti, vicepresidenta electa, ha salido a enfrentarse a los miedos en la tarima de la noche de la victoria: “Sé que probablemente haya muchos hogares de gente humilde que esté preocupada, que esté con sensaciones de temor. Lo único que queremos decirles es que especialmente para ustedes vamos a trabajar”.

En clave sudamericana, indudablemente el triunfo de Macri es histórico porque, desde que Hugo Chávez inaugurara el ciclo de gobiernos progresistas en la región, es la primera vez que esa corriente sufre un retroceso presidencial. Para los detractores de lo que se ha hecho en la región en los últimos tres lustros y medio, lo sucedido la noche de este domingo es un enorme acicate, que esperan convertir en tendencia en las elecciones parlamentarias venezolanas del próximo 6 de diciembre y, más adelante, con el triunfo de Aecio Neves en las presidenciales de Brasil. Por acá también será motivo de inspiración: ya se sabe que Piñera, quien quiere volver a La Moneda, es el calco chileno de Macri y hasta Evelyn Matthei, para su eventual campaña en Providencia, ha dicho que basará su campaña en la del presidente electo argentino.

En lo que respecta a Cristina Fernández, cuyo nivel de popularidad está en la cima de los mandatarios de la región, deberá entregar contra su voluntad el bastón del mando a Macri. Pero su legado y del Néstor Kirchner difícilmente serán, como discurseaba el presidente electo en campaña, olvidados por la historia. Lograron sacar al país de meses de inestabilidad política y debacle macroeconómica; se propusieron un proyecto genuinamente reformista de mediano plazo, dentro del sistema capitalista; degradaron a los violadores de derechos humanos e hicieron del apoyo a las víctimas de la dictadura una política de Estado; actuaron con dignidad e independencia frente a los organismos económicos internacionales y los Fondos Buitres; hicieron llegar las ayudas sociales a sectores que nunca fueron objeto preferencial de las políticas de Estado; y entregan un país ordenado y encarrilado, para los parámetros históricos argentinos.

Pero, dicho todo lo anterior, el pueblo argentino ha abrazado a Macri. Y, aunque hipótesis abundan, es muy temprano para dar una respuesta compleja y precisa a esta histórica decisión.

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