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Año XVI, 29 de marzo de 2024


Escritorio

¡Se perdió el niño Jesús!

Columna de opinión por Enrique Ramírez
Lunes 21 de diciembre 2015 8:51 hrs.


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Un Niño en el pesebre:

San Francisco de Asís -humilde con sus sandalias y amigo de los animales- cuenta que la costumbre cristiana de representar el pesebre en que nació el Niño Jesús lo inició como un rasgo de su amor.

Poco a poco se hizo habitual en la tradición cristiana.

Con los años, la Natividad se representó con seres humanos.

Mi hermano Claudio me cuenta que todavía se imita esa hermosa escena en la iglesia Santa María Magdalena, de Puente Alto, en el enclave de la histórica población Maipo.

Tomo un hermoso ejemplar de la Biblia, editado por la enciclopedia Espasa, que Virginia -mi mamá- me regaló cuando yo era niño.

En sus páginas policolores rescato una historia narrada por San Lucas, uno de los cuatro evangelistas.

Cuenta que el barbado anciano José y la jovencita María iban a Belén para empadronarse. Ella -Inmaculada Concepción- en cinta: “Y sucedió que mientras estaban allí, le llegó el tiempo del parto a ella y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada”.

Los rodeaban sencillos pastores, dormilones animales del entorno y la celestial vigilancia del Ángel.

Más de dos mil años después se lo venera en el mundo cristiano como ejemplo de digna pobreza y generosa riqueza espiritual.

Es el Hijo de Dios, un modelo de modestia para cientos de generaciones.

Sello con una cita de San Jerónimo: “Admiro al Creador del mundo, que nace, no entre el oro y la plata, sino en el barro”.

Huida a Egipto:

San Mateo, otro de los precursores de los periodistas actuales, relata que San José recibió un anunció para que huyera con la Virgen María y el Niño. ¿Motivo?: escapar de la persecución de Herodes, el rey que pidió matar a los inocentes.

Los testimonios de los evangelistas son breves en este episodio. Cuentan que en un descanso María amamantó al pequeño.

En la gruta de Belén, ella derramó una gota de leche y tiñó el lugar. Allí está la iglesia de la Natividad, donde concurren millares de devotos de los países occidentales.

El pecado del “mall”:

No todas las reacciones son pías.

Miro televisión, escucho radio y leo folletos millonarios.

Mi duda es angustiante: ¿Dónde está el Niño Jesús? ¿Por qué el pesebre es reemplazado por edificios monumentales y fríos? ¿Qué pasó?: los pastores fueron sustituidos por multitudes que entran en una vorágine de compras.

Todos van al “mall” (voz tan parecida a “mal”) y el pecado de las ventas sin freno. El intercambio de regalos sobrios, cariñosos y familiares se muda por el éxtasis del dinero.

Un gordo y risueño anciano vestido con traje para el hemisferio norte se pasea bajo 32 grados y juega con los niños.

No me opongo a la gentileza y a las expresiones de amor.

Jamás.

Pero busco al chiquito que nació en una cuna de paja, en la maravillosa vecindad de María, su Madre, de José y de los pastores.

No está. Lloro.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.