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Análisis internacional: Elecciones en España y el espejismo de un relato amañado

Ninguno de ellos, Partido Popular, PSOE, Ciudadanos y Podemos, constituyen una amenaza para el sistema. Los cuatro partidos están de acuerdo en lo fundamental y gozan del beneplácito de empresarios, la banca y las instituciones europeas, más allá de los discursos estridentes.

Marcos Roitman

  Lunes 28 de diciembre 2015 11:06 hrs. 
Candidatos España

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Por mucho que se empeñen, una mentira no deja de serlo, por el simple hecho de permanecer en el tiempo y convertirse en verosímil. Las elecciones en España se han construido sobre  verdades a medias y falsedades.  Ha pasado una semana y se sigue pregonando la “caída o fin del bipartidismo”.  Pocos han evaluado que en el Senado, el Partido Popular obtiene la mayoría absoluta y Ciudadanos se queda sin representantes en dicha Cámara. Lo único realmente cierto, es que los votantes han, a pesar de la crisis, la corrupción, el desempleo, los desahucios, la contrarreforma laboral, se decantan por una alternativa conservadora y reaccionaria. Ello no puede ser más significativo. El partido Popular pierde millones de votos, pero sigue siendo la primera fuerza. Asimismo,  el PSOE, aunque sigue cayendo, mantiene su peso específico con diferencia sobre Podemos que busca ocupar su espacio, presentándose como una socialdemocracia renovada. Igualmente, se constata la fuerza de los nacionalismos que mantienen su poder real en Euskadi  y  Cataluña.

Aun así, tertulianos, analistas políticos, sociólogos y comentaristas de variopinto pelaje, prefieren los fuegos de artificio antes que realizar análisis donde se ponga en cuestión todo un discurso asentado en el marketing que en la realidad sociopolítica. Eso vende. Hablar de partidos emergentes, reformas constitucionales, fin del bipartidismo, vieja y nueva política, casta, dialogo, negociaciones etc., tiene audiencia, aunque no lleve a ningún lugar.

Nunca en estos cuarenta años de monarquía parlamentaria los medios de comunicación han jugado un papel tan determinante en el proceso electoral. Han condicionado, hasta el extremo de ignorar candidatos, coaliciones, formaciones políticas e invisibilizar opciones, para favorecer una visión manipulada e interesada de quienes se jugaban  ser alternativa de gobierno. En este sentido,  ninguno de ellos, Partido Popular, PSOE, Ciudadanos y Podemos,  constituyen una amenaza para el sistema. Los cuatro partidos están de acuerdo en lo fundamental y gozan  del beneplácito de  empresarios, la banca y las instituciones europeas, más allá de los discursos estridentes.

Por hacer memoria. En un año de vida, Podemos ha pasado de promover el Si a la renta Básica, el impago de la deuda, la salida del euro, la nacionalización de las compañías eléctricas, las telecomunicaciones, la banca, los transportes, el sector sanitario, a un NO sin paliativos de cada uno de los anteriores enunciados. Tampoco defiende la jubilación a los sesenta años  y se suma a la reforma laboral  del PSOE y del PP. Asimismo se retracta del  No a la OTAN y propugna continuar en los organismos militares de defensa estratégica comandados por Estados Unidos. Igualmente ya no mira con malos ojos  las empresas de trabajo temporal y les reconoce su aportación a la búsqueda de empleo.  En cuanto a propugnar la independencia en Cataluña, se decantan por un referéndum y lo sitúan como la línea roja infranqueable para negociar acuerdos post-electorales con PSOE. Y en política internacional no ha sido menos su transformación. Silencio sobre la mayoría de los problemas, ya no hablan de Syriza y Grecia desaparece de su horizonte  ejemplar, y respecto a  latinoamérica, sólo conocemos su apoyo   a la oposición en Venezuela, adhiriendo  a la petición de amnistía política para Leopoldo Lopez y  encarcelados por sedición y sabotaje durante  la estrategia diseña para hacer caer al gobierno constitucional.

Ante tanta mutación en sus propuestas, no debe extrañar  que el presidente de la Cámara de Comercio y la Presidenta del Consejo de Administración del Banco Santander, señalen que Podemos no constituye un problema o un peligro. Ahora ellos  han pasado a definirse como nuevos  socialdemócratas,   continuadores de la labor progresista de los primeros gobiernos de Felipe Gonzalez y Rodriguez Zapatero. Razón de peso, para que la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, declare sin paliativos: “Podemos quiere eliminar al PSOE”.

En otro orden de cosas, tampoco habíamos asistido a una  mentira construida para hacer creíble un discurso falaz y maniqueo: presentar la realidad política de España  como un sistema bipartidista, imperfecto, pero  bipartidismo. En España, ningún politólogo que se precie podría asumir tal argumento.  Nunca ha existido bipartidismo, cuestión diferente es la existencia de partidos hegemónicos como lo son el Partido Popular y Partido Socialista. Ambas organizaciones, en momentos determinados, han conseguido la mayoría absoluta, lo cual les ha permitido gobernar en solitario, lo cual no es símbolo de bipartidismo. Y en cuanto a la negociación, dialogo y acuerdos, tampoco es novedad. Siempre se ha dado, otra cosa el poder de negociación. No es lo mismo poder real que poder institucional. Podemos tendrá poder institucional, pero real ¿lo dudo?

No es lo mismo, partidos hegemónicos que bipartidismo. Mientras uno de los dos partidos  señalados ha gozado de  la mayoría absoluta, aplicó la política del rastrillo. Desprecio la oposición, copo las comisiones parlamentarias, nombro a sus dirigentes en puestos claves de la administración pública, radio televisión, tribunal de cuentas, etc.   Así, aprobaron los recortes,  la guerra del Golfo,   las privatizaciones,  los rescates bancarios, y las concesiones de soberanía  y  seguridad, sin olvidar las leyes mordazas y de restricción a las libertades ciudadanas.

Por el contrario, el Partido Popular y PSOE se han visto en la necesidad de pactar, pactar, negociar, llegar acuerdos y construir legislaturas abiertas cuando sólo han conseguido mayorías relativas y necesitaban socios para gobernar. Para estos fines han servido las minorías vasca, catalana, navarra o  partidos regionales con uno o dos diputados que se han prestado generosos a cambio de mayores competencias y un protagonismo secundario.

La situación que hoy se presenta como novedad,  no le es tanto, la diferencia estriba en la emergencia de nuevos actores que sustituyen otros o mejor dicho, expresan nuevas voluntades, que en nada suponen desestabilizar el régimen, más bien lo apuntalan.  Bien es cierto que una parte de los votos de los partidos hegemónicos han ido a parar, mayoritariamente,  a sus hermanos de sangre,  Podemos con respecto al  PSOE y  Ciudadanos en relación al Partido Popular. En este sentido los datos son elocuentes, con el 100% de los votos escrutados,    el  PP  logra 123 diputados y PSOE 90 diputados.  Entre ambos  conservan el 50 por ciento de los votos emitidos, el equivalente a trece millones de votos de los  veinticinco millones  que acudieron a las urnas. (73,6 por ciento de participación). Por otro lado, Ciudadanos alcanza  el 13,9 por ciento,  tres millones y medio de votos y 40 diputados,  y Podemos,  se sitúa con el 12,6 por ciento de los votos y 42 diputados. Constituye una manipulación concederle  los diputados electos pertenecientes a las coaliciones de las cuales Podemos forma parte junto con  movimientos  sociales y  partidos de izquierda.  Anova en Galicia, Compromis en Valencia,  Izquierda  Unida, Iniciativa,  PSUC e independientes en Cataluña., haciéndolo subir hasta los 69 diputados que se le asignan. Lo dicho, tampoco es óbice para reconocer que su porcentaje y diputados se puede elevar del  12,7 por ciento  al 15 por ciento  si fuese posible desagregar quienes votaron a Podemos dentro de las coaliciones. En otras palabras, no todos los diputados electos de estas listas pertenecen a Podemos y por la ley de D’Hont si hubiesen ido en solitario los datos reales serían otros.

Lo cierto es que el mapa electoral se rediseña, y un gobierno de coalición se advierte como resultado de la fragmentación del voto. Pero no será viable a cuatro bandas, posiblemente han que sumar otros actores y hasta siete pueden entrar en liza. Se intuye  una legislatura inestable, a lo cual hay que agregar una hipotética convocatoria de  elecciones anticipadas  a medio plazo. Por el momento, nadie quiere  repetir en el corto plazo una convocatoria extraordinaria. Seguramente se llegará a un gobierno del PP con apoyos puntuales y pactos mínimos.  Salvo sorpresas de última hora, acuerdos a tres bandas,  entre los cuatro primeros más votados, se antojan poco previsibles. Salvo las calenturientas declaraciones del segundo de Podemos y ahora diputado Iñigo Errejón que propone un Presidente de consenso independiente y no electo, poco  mas se puede decir.  Unos y otros han mostrado su reticencia bien a Podemos, al Partido Popular o Ciudadanos. Recordemos que el congreso lo conforman 350 diputados, situándose la mayoría para formar  gobierno estable en 176 curieles.

Lo más preocupante de estas elecciones, ha sido la casi desaparición de la izquierda política en el parlamento, producto del  descalabro Izquierda Unida, acosada por una campaña espuria llamando al voto útil por parte de algunos ex-dirigentes y de otros que buscan su reacomodo con ciertas prebendas, caso de Julio Anguita, ex-coordinador general de Izquierda Unida quien abiertamente hizo campaña y lo sigue haciendo para disolver Izquierda Unida en favor de Podemos.  Izquierda Unida ha  perdido  ochocientos mil votos. Aún así, conserva dos   con el 3,7% de los votos, a lo que hay que sumar los candidatos electos en Cataluña y Galicia que van en las coaliciones. Quien si desaparece del mapa parlamentario es Unión Progreso Y Democracia, cuyos votantes prefirieron acercarse a Ciudadanos como alternativa. Quienes si mantienen su fuerza son la derecha vasca y catalana. El voto nacionalista se decanta mayoritariamente  hacia el  PNV, Ezquerra Republicana y la nueva derecha salida de la ruptura de Convergencia y unión, con el proyecto independentista.

En conclusión, mentira tras mentira,  mucho ruido y pocas nueces. No habrá crisis de régimen, gobiernos de izquierda, cambios constitucionales de gran  calado o un cuestionamiento de la “casta”. Ahora se antoja un tiempo de espera donde lo más probable sea una restructuración de los dos grandes partidos hegemónicos bajo la atenta mirada de Estados Unidos, la Troika y el IBEX 35.  La derecha seguirá gobernando, ese era el objetivo y se ha cumplido.

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