Señor Director:

Es muy indignante que dentro de todos los males de nuestro mundo uno de los que ocupa el primer lugar sea la injusticia. La injusticia ha existido siempre, pero en estos últimos tiempos hemos llegado a límites vergonzosos como ocurre especialmente en el ámbito político-religioso, donde los casos de personajes tildados de “poderosos” y cuyo proceder deja mucho que desear están autoconvencidos (o mejor dicho, sus fieles seguidores los han convencido) de que están por fuera de la ley, aunque paradójicamente son los más fieles defensores de la Constitución y la ley o de la Biblia y sus dogmas de justicia.

Todos los involucrados en crear, dictar, aprobar y hacer cumplir las leyes parecen no ser muy justos en su actuar pues las evidencias demuestran que existen muchos casos donde no se hizo ni se hace justicia, por ende aquellos que siempre hemos hablado a favor de “la justa justicia” nos parece que hay cierta elite política, económica, militar y religiosa que goza de ciertos privilegios y no están haciendo las cosas como deberían ya que está claro para cualquier ciudadano que las leyes deben ser igual para todos y no debería existir más que un solo tipo de ley y justicia en la cual “todos somos iguales”.

Me queda un consuelo. Existe una justicia que jamás los poderosos podrán eludir. Es la justicia a la cual todo ser humano debe comparecer. Es la justicia de aquel Dios que nos dio libertad para comportarnos como queramos, pero solo mientras vivamos. Los poderosos al igual que todos tendrán que morir. No se puede comprar años más de vida, entonces… se darán cuenta que todo el daño que causaron ellos y todos quienes los ocultan y apoyan no les sirvió para nada bueno, excepto para ganarse en esta vida un aura de abuso, soberbia y engaño, que solo los condujo a ser despreciados por todos aquellos que aún creen que se cosecha lo que se siembra. Estos poderosos, le dan patadas a la colmena y quieran cosechar miel.