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Año XVI, 28 de marzo de 2024


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Decálogo mínimo para los consumidores *

Columna de opinión por Juan Pablo Cárdenas S.
Viernes 8 de enero 2016 9:09 hrs.


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Dejemos claras las cosas. Yo no he llamado por nuestra emisora a apedrear los supermercados. Lo que dije, simplemente, es que en otros lugares de la Tierra perfectamente podría ocurrir aquello ante tamaño fraude a los consumidores del país. No oficio de líder político o social para convocar al pueblo: soy tan solo un periodista político.

Sin embargo, es claro que soy partidario de que la gente se defienda y manifieste su indignación. En ello estoy plenamente de acuerdo con el ministro de Economía, quien reaccionara tan airadamente ante este nuevo escándalo de colusión. Aunque es necesario esperar la resolución de la Justicia, no soy tampoco de los que abrigan ilusiones respecto del buen desempeño de nuestros tribunales, como tampoco creo que sea posible que una sentencia judicial llegue a multar a los supermercados con cifras que alcanzarían los 160 millones de dólares, como se ha sugerido. Ya vemos cómo la Corte de Apelaciones ratifica el juicio abreviado para salvar de la cárcel a Jovino Novoa, al día siguiente de que el nuevo Presidente de la Corte Suprema prometiera perseguir los delitos políticos. Tal como en el pasado, mediante el recurso de la “delación compensada”,  una cadena de farmacias pagara una cifra absurda por largos años de abusos y colusiones.

Las poderosas empresas del “retail”  (así se hacen llamar)  tienen ingentes recursos para  defenderse e incluso seguir cometiendo otro tipo de colusiones para salir indemnes o castigados con multas muy por debajo de lo obtenido ilícitamente al fijar concertadamente los precios de los pollos. En este sentido, es justa la sospecha de la población en cuanto a la posibilidad de que los supermercados se hayan coludido, también, para fijar los precios de otra gran cantidad de los productos.

Sí somos partidarios de que se reestablezcan las penas de cárcel para estos grandes delincuentes empresariales y me encantaría que un Estado como el nuestro no vacilara en intervenir las empresas y expropiarlas cuando cometan tan graves delitos, así como sucede en Estados Unidos y otros grandes referentes de mundo capitalista. La violencia no ha sido nunca un recurso personal que haya utilizado en promover mis ideas. Por ahora creo en la fuerza de las palabras y el ejercicio del periodismo libre, aunque ideológicamente piense que la insurrección y la desobediencia civil muchas veces se hacen legítimas y necesarias.

Por ahora, lo que pienso es que los consumidores chilenos deben sacar lecciones de todo lo acontecido; de éstas y otras tantas colusiones y actos deplorables de parte del empresariado que vocifera en favor del mercado  y la libre competencia,  a la vez que conspira y se colude para violar las propias normas y valores que dicen defender.

Debemos todos sacar lecciones que acompañemos con legítimas iniciativas. Algunas de las cuales propongo a continuación:

1.- En la manera que nos sea posible, ojalá dejemos de concurrir tan asiduamente a los supermercados. Hagamos un esfuerzo por ir a las ferias libres, comprarles directamente a los productores para, así,  castigar y hacerles el vacío a los especuladores.

2.- En lo posible, dejemos de consumir la carne de pollo. Privémonos un  tiempo, por ejemplo, de esos sabrosos sándwiches de ave y prefiramos otros productos proteicos. Tratemos de experimentar, incluso, con productos naturales y contribuyamos con esto a que cese o disminuya esa horrenda matanza que supone el consumo tan elevado de carne de ave y otras especies animales que se someten a la degollina humana.

3.- Convirtámonos todos en observadores acuciosos de mercado. Tratemos de descubrir todas las demás colusiones, las de tantos otros productos; las de los fármacos y tantos otros, sin duda. Comparemos precios, anotemos y denunciemos antes las autoridades y el SERNAC todo lo que nos parezca irregular. Usemos las redes sociales y acudamos a los medios de comunicación dignos e independientes para destapar la olla de todas las corrupciones existentes en nuestro país.

4.- Sindiquemos con el dedo a los empresarios, políticos y jueces responsables de todo lo que ocurre y se reitera.  Asumamos, por ejemplo, que fue el gobierno de Ricardo Lagos Escobar el que les suprimió las penas de presidio a los delincuentes de la industria y del comercio. Y les abrió la inmensa posibilidad de coludirse y estafar a los consumidores arriesgándose nada más que a multas por sus despropósitos. Que en cifras, reiteramos, están muy por debajo de los montos apropiados irregularmente.

5.- Procuremos organizaciones de hecho y de derecho. Organicémonos en los barrios, en las comunas para vigilar a los comerciantes y observar cuánto cobran por sus productos. Difundamos la labor de aquellos que no especulan y trabajan por obtener justos beneficios.

6.- Interpelemos a las policías, a los municipios y a los partidos políticos para que se respeten los derechos del pueblo y de los consumidores. Para que se persigan también a los delincuentes de cuello y corbata, como lo son estos forajidos dueños de las grandes hipertiendas. Advirtamos, también, a nuestros hermanos latinoamericanos respecto de sus inversiones en el extranjero de estos malos empresarios destinadas también a defraudarlos y dejar mal puesto el nombre de todos los chilenos.

7.- Miremos atentamente, además, lo que sucede con los empleados y dependientes de los supermercados. Conversemos con ellos, con quienes son los que más saben, en definitiva,  de los delitos que se cometen a diario al interior de estas enormes dependencias. Donde también es habitual que se nos ofrezcan productos en descomposición, que no cumplen con las normas sanitarias. Donde se violan flagrantemente las normas laborales, se explota a los menores de edad, se paga por bajo el salario mínimo y se incumplen las jornadas de trabajo.

8.- Asumamos que todos los abusos deben ser de interés ciudadano y de la política. Que es justo movilizarse y rebelarse frente a las leyes injustas, denunciar la legalidad heredada de la Dictadura y proponer con fuerza que sea una Asamblea Constituyente la que asuma la tarea de definir una nueva Constitución. Una instancia, por cierto, compuesta por genuinos representantes del pueblo, elegidos democráticamente y no a dedo por el Gobierno y los parlamentarios.

9.- Propongámonos, a la vez, ser menos consumistas, dejar de comprar los suntuarios y baratijas promovidas por la publicidad. Adquiramos lo que nos es realmente fundamental y placentero. Es decir, vivamos mejor, con menos y con objetos de buena calidad… y hasta tratemos de bajar esos kilos de exceso que ya tenemos como población, debido al consumo irracional y sin ponderación. En la práctica de un sedentarismo criminal para la nuestra buena salud  y

10.- Empoderémonos como consumidores. Entendamos el enorme poder que podemos adquirir como tales. Porque los Paulmann, Ibáñez y otros viven a expensas de lo que todos nosotros compremos. Son otros los empresarios que ganan con la manufactura industrial y las exportaciones. Estos, solamente se enriquecen con cada compra nuestra, con el sobreprecio que le marcan a los productos que comercializan y con los múltiples abusos que cometen.

Cualquier supermercado no sería nada si a diario no nos atraen a sus seductores templos y podríamos obligarlos a cambiar o a quebrar con nuestra simple renuencia a visitarlos,  o con nuestra programada decisión de consumir menos y de mejor calidad. Si es que nos proponemos ser ciudadanos más educados, conscientes de nuestra responsabilidad social y vigías activos para denunciar a los que violan las mínimas normas de convivencia o las famosas reglas del mercado y de la libre competencia vulneradas constantemente por los mismos que las defienden.

*comentario radial del 8 de enero

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El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.