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Nuestra ciudad… nuestra ignorancia

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Miércoles 20 de enero 2016 8:50 hrs.


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Sucede que de pronto, en medio de las vacaciones de verano, la mamá dice que no se puede salir a andar en bicicleta a la calle. Que tampoco jugar al fútbol. Que al pillarse, ni soñarlo. Que no se puede respirar mucho… ¡Vamos a comprar oxígeno a la esquina para jugar!, se le ocurre a una amiga. Pero no es posible.  Aún no es un producto que esté a la venta.

La nube tóxica que se ha posado sobre Santiago impide ver a una cuadra de distancia y si bien las autoridades dicen que no es mortal, en la radio se explica que no es recomendable correr.

Hay que tener muy mala suerte, justo cuando no hay clases y se puede jugar con los amigos toda la tarde, hay que quedarse en la casa viendo televisión porque dicen que no hay que agitarse.

Este ejercicio de ponerse en el lugar de millares de niñas y niños que viven en la Región Metropolitana y que se enfrentaron a uno de los mayores sinsentidos para un menor, como es no poder salir a jugar, retrata a nuestro modelo de desarrollo y la calidad de vida que le estamos dando a nuestros hijos.

Después de un arduo año, en el que han tenido que estudiar a pesar del ruido de fondo que dice que reciben una educación de mala calidad, los niños y niñas que viven en la capital de Chile llegan a las vacaciones y se encuentran con la imposibilidad de ejercer ese derecho inalienable de la niñez que es jugar.

Después de haber estudiado de un cuanto hay: algo de álgebra, un poco de historia, algo de lenguaje, menos de arte o música, saben muy poco o casi nada, de la Casa de todos, como llaman Alicia Hoffmann y Juan Armesto al planeta en que vivimos. Nuestros niños han estudiado de todo, menos lo esencial, la ecología, es decir esa ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con todo lo que compone el lugar en que viven.

Ya aprendieron de memoria el teorema de Pitágoras, ese de los catetos y la hipotenusa, pero no comprenden cómo un vertedero de nombra Santa Marta, ubicado en la Región Metropolitana, es capaz de restringir el movimiento de los habitantes de la ciudad al punto de impedirles a quienes ninguna responsabilidad tienen sobre él, de salir a jugar en pleno período de vacaciones.

¿Qué tipo de ciudadanos estamos formando? ¿Qué tipo de personas estamos preparando para los desafíos de este siglo XXI, cuando la política extractiva de recursos naturales está obsoleta?

En momentos como estos, cuando apenas podemos respirar y con gran dificultad distinguimos los espejados rascacielos que se dibujan sobre el paisaje, urge una reflexión sobre la conciencia y formación que tenemos como habitantes de esta ciudad.

¿Qué es la biodiversidad? ¿Qué es el nicho ecológico? ¿Qué es el banco de semillas? ¿Cómo funcionan los ecosistemas? ¿Cómo se transfiere la energía al interior de un ecosistema? ¿Qué función cumplen los descomponedores? ¿Cómo se produce el reciclaje en la naturaleza? ¿Cómo se relaciona el ciclo del agua con la producción de energía? ¿Qué papel tiene el suelo en el reciclaje de nutrientes? Son solo algunas de las preguntas que aparecen en el libro titulado Ecología. Conocer la casa de todos, editado por el Instituto de Ecología y Biodiversidad.

Esos libros que reposan en los estantes de algunas bibliotecas en la sección de Ciencias Naturales y que debieran estar en el de Temas generales, que son facilitados a algunos especialistas y escasos interesados en el tema, cuando debieran ser de lectura obligatoria para quienes nacen en un territorio que exige de ciudadanos conscientes y responsables para tomar las decisiones respecto de qué sucederá con la habitabilidad de nuestra capital.

De hombres y mujeres y que hoy son niños y que han tenido la dura lección de no poder asomar la nariz a la calle porque la contaminación se los impide.

La educación de calidad exige la formación de personas que se vinculen de manera amorosa y responsable con el medioambiente. Resulta grotesca la ignorancia que pesa sobre todos nosotros. Pero es peor pensar que se la estamos heredando a nuestros hijos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.