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La derrota moral de Eliodoro Matte

Pese a todo su poder económico, mediático, político y social, los Matte, los Edwards y tantas otras familias de la oligarquía chilena que han dictado el destino histórico de este país están en decadencia. Y lo están porque se volvieron predecibles en su conservadurismo, autosuficientes en sus éxitos y obvios en su temor a la sociedad.

Víctor Herrero

  Lunes 21 de marzo 2016 7:56 hrs. 
Eliodoro Matte

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En entrevista concedida a El Mercurio, Eliodoro Matte anunció que se jubilaba de su puesto como mandamás de las empresas CMPC, conocidas en Chile como “La Papelera”. Hace unos meses Matte había renunciado también a la presidencia del Centro de Estudios Públicos (CEP), el think tank que durante casi 30 años fue el oráculo de Delfos del Chile post-dictatorial gracias a sus encuestas, sondeos y papers académicos de la elite ilustrada de derecha educada en Estados Unidos.

¿Qué pasó que, en pocos meses, uno de los hombres más poderosos de Chile se viera obligado a dejar sus puestos de poder?

La colusión del papel confort, ejecutada por  su empresa y que estafó en más de 500 millones de dólares a los consumidores chilenos, fue sólo la guinda de la torta. Antes, don Eliodoro pidió y obtuvo una audiencia privada con el fiscal nacional Sabás Chahuán para manifestarle su preocupación por el juicio en contra del sacerdote Fernando Karadima. Matte, amigo cercano de ese cura que abusó de varios jóvenes de la alta sociedad en la parroquia de la congregación de El Bosque en la comuna de Providencia, buscaba proteger de alguna manera al sacerdote amigo.

Y antes de eso, mucho antes, la empresa forestal Mininco, que pertenece a la familia Matte, estuvo involucrada en la muerte y desaparición de varios de sus “colaboradores” –como hoy en día las grandes empresas se refieren a sus empleados y trabajadores- durante los años 70. El último libro del periodista de investigación Javier Rebolledo cuenta en detalle esa historia.

Aun así, Eliodoro Matte afirma tranquilamente a El Mercurio: “después de 40 años, me voy con la cabeza en alto y orgulloso de todo lo que hemos construido”.

Se le olvida que sus antepasados, con la ayuda de ese periódico, montaran la exitosa campaña comunicacional de “La Papelera No” durante el gobierno de la UP, y que fue Arturo Matte Larraín, su familiar, que le informó a la embajada de Estados Unidos a comienzos de los años 70 que a los marxistas chilenos uno “les puede usted escupir la cara en la calle y le darán las gracias”.

Los Matte conspiraron tanto, o más, que los Edwards de El Mercurio para derrocar al gobierno de Allende y para apoyar, de manera incondicional, durante 17 años la dictadura de Pinochet. Y después de esos años, durante dos décadas más alentaron desde el CEP el sistema político y económico ideado por Jaime Guzmán y Pinochet. El “espíritu emprendedor” de los Matte contó con el auxilio del régimen dictatorial, y la expansión de su imperio –incluyendo la Sociedad de Instrucción Primaria que encabeza Patricia Matte y que se ha convertido en un excelente negocio para esta familia de “emprendedores”– no se explica sin las reglas del juego diseñadas para favorecer a los grandes intereses privados.

Pero, no, don Eliodoro no tiene de qué arrepentirse. Es más, don Eliodoro se queja de la “mala leche” de los chilenos.

La salida de Eliodoro Matte de las grandes ligas empresariales, sociales y políticas de nuestro país demuestra que nuestra elite aún no asume su inmensa derrota moral y política.

El espectáculo que la semana pasada dieron los testaferros de la derecha permanente en el Congreso, al abogar en contra de una ley de interrupción del embarazo que sólo nos retrotrae al año 1989, fue un botón de muestra de esa decadencia ética de la elite social chilena.

Y es que, pese a todo su poder económico, mediático, político y social, los Matte, los Edwards y tantas otras familias de la oligarquía chilena que han dictado el destino histórico de este país están en decadencia. Y lo están porque se volvieron predecibles en su conservadurismo, autosuficientes en sus éxitos y obvios en su temor a la sociedad, al esconderse en La Dehesa u otros cerros lejos del centro de la realidad social de este país.

Cultural y moralmente los Matte están derrotados.

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