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Vis a Vis: Julita Astaburuaga y Mary Rose

Columna de opinión por André Jouffé
Lunes 21 de marzo 2016 8:09 hrs.


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En la socialité hay gente y gente. Algunas con rangos adquiridos y otros por naturaleza.

Rosita Astaburuaga fue un animal social, una calcetinera del quehacer cotidiano donde hubiese entretención. Cuando alguien la invitaba, aunque no fuese una reunión de famosos, asistía.

En un programa de Luis Jara en Chilevisión, el animador cantante confesó que Julita lo invitó en varias oportunidades a su hogar para enseñarle a comer en la mesa. Jara lo agradeció públicamente y Julita mantuvo silencio.

En los acontecimientos ella siempre asistía silenciosamente. La gente murmuraba: llegó Julita. Ya fuese con sus sombreros o sus trajes especiales, llamaba la atención por su extremada simpatía.

En una oportunidad le pregunté la razón de su presencia en programas incluso criticados por quienes rechazan la socialité o la vida social en general. Esta gente se preguntaba: ¿qué hace esa señora aquí?

Soy una calcetinera de lo social, comentó.

Sus respuestas a propósito fueron siempre breves, eludían lo feo. Jamás se vio envuelta en un escándalo, ni la salpicó el barro.

Después de Marta Montt, fue el símbolo de la maravilla, siempre dispuesta a colaborar con y en todo sin alardes.

Se sabía pituca pero trasuntaba humildad.

Mary Rose Mac Gill Herrera cumple 90 años el 6 de abril. Veremos como lo celebra.

Al contrario de su amiga (me pregunto si lo eran o topaban por encuentros simultáneos en ciertos acontecimientos), si ha tenido problemas. Su hijo diplomático vendía visas en el extremo oriente y el escándalo fue de portadas. Más recientemente una asesora del hogar la demandó por no hacerle imposiciones. Ustedes saben que una de las causales de arraigo nacional es el no pago de leyes sociales.

Mary Rose es hija de un mayordomo inglés, que en Inglaterra tienen ciertos rangos, pero son buttlers al fin.

Cuando cayó el muro Pinochet muchos pensaron que era el fin de Mary Rose, pero como somos arribistas y Mary Rose enemiga de pasar al segundo plano, se puso más en boga que nunca, incluso asistiendo a programas televisivos políticos. Tuvo el ojo de no engancharen colectividad alguna. Los partidos igual, pues no habrían sacado un voto más con la señora Mary Ross.

Fenómeno similar ocurrió a la muerte de Franco. No hubo fin de la duquesa de Alba de la Preysler

Tanta equitación, su departamento con vista al Club de Polo en Vitacura, la han mimetizado un poco con los caballos. Además muchas fotos fusta en mano indican que le gusta mandar, ser obedecida sin chistar como en los tiempos de Mister Jackson, director del colegio Grange. A este señor había que darle las gracias luego de una zurra por cualquier contravención a las normas.

Mary Rose es fabricada, Julita era natural. De Mary Rose le conocí a sus dos esposos, Julio Subercaseaux y Jorge Tote Jarpa. Con el segundo, según pude apreciar, tenía un trato déspota, pero en fin, así lo quiso demostrar la hija de ingleses. Este detalle no lo apreciamos por el ojo de la llave sino que en directo.

No quedan sobrevivientes de la estirpe de Julita y quizás nos abandona en un momento oportuno donde la crisis puede sobrellevar a la suspensión de los magníficos bailes de máscaras y sombreros estrafalarios.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.