Diario y Radio Universidad Chile

Escritorio

Chile – Bolivia: un conflicto ad eternum

Bolivia, y principalmente bajo las administraciones de Evo Morales, ha entendido que el bilateralismo aislado no tiene sentido en un mundo como el que vivimos en este tercer lustro del Siglo XXI. Mantener un conflicto sin posibilidades de catalizar su discusión y la posibilidad de llegar a un entendimiento es una imperiosa necesidad, política, económica y diplomática y no seguir eternamente en una disputa que tanto daño le hace a ambos pueblos.

Pablo Jofré

  Lunes 28 de marzo 2016 12:32 hrs. 
Mapa Bolivia

Compartir en

Marzo representa para Bolivia un mes cargado de simbolismo, acompañado de una dolorosa carga histórica.

Esto, porque en el mes de marzo, la sociedad boliviana conmemora la pérdida de su cualidad marítima, tras la invasión de su territorio por tropas chilenas el 14 de febrero del año 1879, dando inicio así a la que historiográficamente se denomina como Guerra del Pacífico o Guerra del Salitre.

El territorio boliviano al que hago mención, refiere a la región conocida en el siglo XIX como el Departamento del Litoral. Invadido por Chile, sin previa declaración de guerra, tras la decisión de las autoridades bolivianas de aumentar en 10 centavos cada quintal de salitre exportado por las compañías de capitales anglo-chilenas, que operaban en ese Departamento.

Esa medida fue rechazada por el gobierno chileno –por presión de las compañías instaladas en suelo boliviano– que sin expresión formal de inicio de las hostilidades irrumpió en la ciudad de Antofagasta un 14 de febrero del año 1879, ocupando el territorio y expulsando las tropas y autoridades bolivianas acantonadas allí. Esto determinó que el gobierno del país altiplánico pusiera en acción el Tratado de Alianza Defensivo con el Perú, firmado el año 1873 para ser activado en caso de agresión de un tercero.

La zona conquistada por las tropas chilenas fue creada el año 1829 –pocos años después de la declaración de independencia boliviana– como Provincia del Litoral, constituyéndose en Departamento el año 1867, con una superficie de 120 mil kilómetros cuadrados y 400 kilómetros lineales de costa. Delimitando al norte con el Río Loa, que formalizaba su frontera con la República del Perú, y al sur por el Río Salado, constituyendo la frontera con Chile. Dicho Departamento tenía en su jurisdicción los puertos de Cobija, Antofagasta, Tocopilla y Mejillones, además de los pueblos del interior del Desierto: San Pedro de Atacama y el pueblo minero de Calama.

Precisamente en este último lugar, el día 23 de marzo del año 1879, las tropas chilenas, en pleno desarrollo de la contienda, se trabaron en combate contra tropas bolivianas y defensores civiles de Calama, encabezados por Ladislao Cabrera y Eduardo Abaroa –considerado el principal héroe civil boliviano– que murió en la defensa del Puente Topater. Desde esa batalla, Bolivia ya no volvería al Pacífico, sumando así 137 años de enclaustramiento en su condición de mediterraneidad.

¿Un manantial o un río? ¡Esa es la cuestión!

En un artículo de marzo del año 2012 –que escribí luego del discurso por el Día del Mar dado por el Presidente Morales, que muestra también la consistencia en el mensaje– consigné que el mandatario boliviano calificó a Chile como un “mal vecino, que no puede seguir siéndolo en pleno Siglo XXI”.

Igualmente registré la opinión del analista paceño Jorge Zambrana Jiménez, quien señaló que “la ocupación chilena del litoral boliviano nos cercenó un pedazo de territorio, que constituía la verdadera válvula de nuestra vida, pues hemos quedado completamente aislados del mar y con un carácter tributario de las naciones limítrofes (…) la invasión chilena fue una acción filibustera que agredió, ocupó, degradó y comenzó a dominar nuestro litoral por la fuerza militar y la violencia usurpadora (…) Lo que ha hecho Chile con Bolivia no tiene antecedentes en la historia mundial. Ningún Estado ha condenado a la asfixia perpetua a otro, como en el presente caso, cercenándole sus únicos vitales pulmones habilitados”.

La opinión de Zambrana considero que es transversal a la sociedad boliviana, incluyendo a sus partidos políticos. Para Zambrana, “Chile tiene la obligación moral, política y ética de restituir a Bolivia su acceso propio y soberano al mar, terminando con el funesto tutelaje que ha imperado hasta hoy (…) El Gobierno transandino debe aceptar que persiste el problema y que no tenemos una “aspiración” a conseguir algo que es suyo, sino un derecho a recuperar nuestro mar, el litoral y los puertos soberanos que nos fueron arrebatados”, tras la batalla de Calama el día 23 de marzo del año 1879.

Desde ese momento, desde ese día de un mes que es considerado tan funesto para nuestros vecinos, deviene en el hito histórico por excelencia de Bolivia, denominándolo el Día del Mar. Se constituye así, año a año, en el momento propicio para dar a conocer su demanda centenaria: volver soberanamente al Océano Pacífico.

Por ello, no resulta extraño y no debe sorprender a las autoridades chilenas, que Evo Morales Ayma, el presidente boliviano, haya elegido ese día de este año 2016,  para señalar que su país acudirá a instancias internacionales para reivindicar, nuevamente la necesidad de un retorno soberano al Océano Pacífico pero, agregando un elemento que ya ha sido mencionado en otras oportunidades, pero que da cuenta de los afanes reivindicativos del vecino país: discutir sobre la soberanía y la utilización de las aguas del Silala, consideradas por Bolivia como un manantial y por Chile como un río.

Parafraseando la centenaria obra del Dramaturgo Inglés William Shakespeare en su obra Hamlet y su soliloquio en el acto tercero, escena primera, podemos sostener “Manantial o Río, esa es la cuestión”, luego de las palabras del mandatario boliviano.

En el Día del Mar 2016, en el Departamento de Cochabamba, el presidente Evo Morales reseñó lo que pretende su gobierno: “Hemos decidido no sólo hacer demanda por la salida al mar con soberanía. Hemos decidido ahora, como no nos quiere resolver Chile sobre las aguas del Silala en el departamento de Potosí, como el país pacifista que somos vamos a acudir a La Haya para que Chile respete nuestra soberanía en las aguas del Silala”.

Morales afirma que dicha presentación está acorde con el Derecho Internacional, a pesar que el gobierno chileno asegura que está haciendo uso de aguas de curso internacional. Morales invitó públicamente al gobierno chileno a que acuda al Cantón Quetena y confirme que las aguas del Silala son un manantial, aguas de bofedales y no aguas internacionales.

Ni agua dulce ni agua salada

Chile, por su parte, un día antes del discurso del presidente boliviano presentó un video que según el gobierno de Santiago demuestra que Bolivia tiene acceso pleno al Pacífico a través de puertos chilenos, con declaraciones de ciudadanos bolivianos que viven en Chile y un trabajo audiovisual que deja más dudas que certezas. ¿Por qué?

En un sentido estricto dicho video muestra más la dependencia de los puertos chilenos y la economía del norte del país sudamericano al comercio que se tiene con la vecina nación, que un tema de soberanía. Dicho video hace alentar pocas esperanzas de solución a esta negativa chilena de conversar sobre soberanía, ya sea sobre el agua dulce del Silala o el agua salobre del Pacífico.

Más que un tema de soberanía, lo que se percibe es que sin el comercio con Bolivia, ciudades como Arica e Iquique no tendrían una vida económica como la que poseen. Los 300 camiones que día a día circulan desde Bolivia a Arica son prueba de la vitalidad de un comercio que requiere no sólo una mirada económica y de intercambio, sino también política, colaborativa, solidaria, de buena vecindad.

Pues, ¿qué pasaría si esos camiones no llegan a suelo chileno y se privilegia una salida por Perú? ¿Podría contestarse a ello con la simpleza ¡¡¡¡qué lo hagan!!!!? Como suele hacerse cuando la idiotez rebasa la racionalidad. Si esto sucediera, ¿a qué niveles se alzarían las tasas de desempleo de un norte de por si deprimido?

El comercio exterior de Bolivia depende fuertemente de Brasil y Argentina, mientras que Chile es el octavo principal país de origen de las importaciones bolivianas, con un 4 por ciento del total de éstas. Al mes de marzo de 2015, de las 800 mil toneladas que se han movilizado por el puerto de Arica, 81 por ciento corresponde a carga boliviana.

El viceministro boliviano de Comercio Exterior, Clarems Endara, afirmó en diciembre del año 2015 que el 80 por ciento de las exportaciones e importaciones de su país en 2015 se movió por puertos chilenos y ello implica un movimiento que esos puertos deben cuidar, defender, pues implica empleo en sus respectivas ciudades. Pero ello suele perderse en declaraciones altisonantes, donde el chauvinismo impera, como aquellas de dirigentes del Partido Demócrata Independiente (UDI), como el senador ultraderechista Juan Antonio Coloma, quien ha señalado la necesidad urgente de salirse del Pacto de Bogotá.

El canciller chileno, Heraldo Muñoz, en una fuerte declaración luego de las palabras de Morales respecto de llevar a Chile a Tribunales Internacionales, señaló que “no importa cuántas demandas interponga Bolivia en tribunales internacionales, Chile no cederá territorio soberano. No cederá soberanía. Que se entienda bien. Vamos a defender nuestros intereses nacionales con todo”, recalcó Muñoz, añadiendo que “si se materializa una demanda respecto al uso de las aguas del río Silala, en cualquier momento Chile va a contrademandar a Bolivia”.

Igualmente, el canciller chileno presentó un mapa que se adjunta al Tratado firmado entre Chile y Bolivia el año 1904,  para demostrar el supuesto carácter internacional de las aguas del Silala. Dicho mapa fue criticado por Morales apelando a una petición anterior del gobierno chileno donde solicitaron permiso a la Prefectura de Potosí, departamento donde se ubican las aguas, para hacer uso de ellas. No cabe duda que esta defensa a ultranza de la “soberanía chilena” elevará los índices de aprobación del canciller de un gobierno con escasa adhesión ciudadana.

La conceptualización respecto de qué se habla cuando nos referimos al Silala, no es una nimiedad. Dependiendo de cómo se le considere: un manantial, agua de bofedales o un río de curso internacional, se signará la valoración distinta que se tiene de ese curso de agua, con implicancias históricas, jurídicas, con derechos y obligaciones amparadas por las leyes internacionales, si se trata de un manantial o un curso de agua de tránsito continuo entre países fronterizos.

Para Bolivia, las aguas del Silala son un manantial, agua de bofedales conformado por 94 ojos de agua, que nace y está en territorio boliviano. Las aguas del Silala están situadas en el cantón Quetena, entre los puntos de límite del Tratado de Paz firmado entre Bolivia y Chile a cinco kilómetros de la frontera con Chile. A la altura de las localidades del país trasandino de Caspana, Chiu Chiu. Consiste en un afloramiento de aguas subterráneas, que forman vertientes con un caudal promedio de siete litros de agua por segundo y que tiene un sistema de canalización construido hace más de un siglo por la compañía Inglesa The Antofagasta and Bolivian Railway Company.

Destinado en principio para uso económico y que a lo largo de errados olvidos y hasta irresponsables conductas políticas y económicas bolivianas, intereses económicos y apropiaciones chilenas, se ha ido postergando su solución. Consta que el gobierno de Evo Morales ha tomado, desde el inicio de su mandato, la recuperación de esas aguas, como se manifiesta en su inclusión en la Agenda de los Trece Puntos en su acápite 7.

La mencionada empresa se adjudicó el uso y aprovechamiento de las aguas el año 1908, principalmente para abastecimiento de poblaciones del sector, para suministrar agua a las locomotoras de vapor, riego como también las faenas mineras. Esas aguas en la actualidad son recolectadas en un estanque ubicado a 20 metros de la frontera en territorio chileno donde es concentrada y tratada.

Ocho kilómetros más abajo existe una represa donde se almacenan las aguas y son llevadas mediante cañerías para surtir del preciado elemento a las ciudades y pueblos chilenos de Calama, Chuquicamata, Antofagasta, Mejillones y Tocopilla.

La posición chilena difiere sustancialmente de la boliviana, pues señala que las aguas del Silala provienen de un río internacional –que aparece mencionado en el Tratado de 1904– y que un curso natural de agua, que baña a dos países, no puede ser dispuesto en forma unilateral y su contencioso debe ser tratado por un Tribunal Internacional.

Recordemos en esto que el año 1997 la Prefectura de Potosí dispuso la revocatoria y anulación de la concesión de aguas hecha el año 1908, esto bajo el Gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada. El año 1999 mediante el decreto Supremo 25.500 dispuso la licitación pública para el uso de las aguas del Silala, que Chile desconoció en abril del año 2.000.

El gobierno boliviano ha decidido plantear nuevamente en instancias jurídicas internacionales su demanda sobre este contencioso, que lo enfrenta a Chile y eso, mirado del punto de vista de las relaciones internacionales, hay que percibirlo positivamente pues implica amparar las reivindicaciones y aspiraciones por los caminos del diálogo y la paz, más allá de los deseos de los gobiernos chilenos, sin excepción, que han pretendido, históricamente, resolver sus contencioso en lo que se ha denominado la política del bilateralismo.

Bolivia, y así ha sido declarado, está dispuesto a tomar otras medidas como es bombear el agua hacia territorio boliviano exclusivamente y hacer perforaciones, después de estudios de hidráulica, geológicos y geográficos necesarios, que le permitan cambiar el curso de las aguas. Llegada esa posibilidad, ¿cuál será la reacción chilena? ¿Pagará Chile los mil 600 millones de dólares que dice el gobierno boliviano le adeuda por el uso de las aguas del Silala?

Suelo sostener cuando escribo o hablo sobre el centenario conflicto que nos enfrenta con Bolivia, que si bien es cierto la política internacional suele tener un dinamismo que desborda a muchas cancillerías anquilosadas, entre ellas la chilena, con requerimientos de permanentes ajustes, el gobierno boliviano presidido por Evo Morales ha logrado dar en el clavo a la hora de enfrentar la política exterior chilena: mostrar su contradicción tanto en el plano interno como en su verbalización.

Bolivia, y principalmente bajo las administraciones de Evo Morales, ha entendido que el bilateralismo aislado no tiene sentido en un mundo como el que vivimos en este tercer lustro del Siglo XXI.

Mantener un conflicto sin posibilidades de catalizar su discusión y la posibilidad de llegar a un entendimiento es una imperiosa necesidad, política, económica, diplomática pero también con la exigencia de vislumbrar las relaciones internacionales con un enfoque distinto y no seguir eternamente en una disputa que tanto daño le hace a ambos pueblos.

* Artículo del autor cedido por Hispantv

Síguenos en