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Mundial de Fútbol Rusia 2018: A pesar de las contradicciones

Jugando bien la Selección Chilena perdió y jugando mal obtuvo el triunfo, pero sería absurdo pensar que esa circunstancia como planificación puede dar resultados. Entonces será necesario retomar el juego asociado y fortalecer la tenencia del balón desde campo propio. La presión en campo contrario no es simplemente una moda.

Francisco Cárdenas

  Jueves 31 de marzo 2016 8:19 hrs. 
Fútbol Chile

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Una nueva doble fecha clasificatoria enfrentaba a las selecciones sudamericanas en su estrecha lucha por clasificar al mundial de Rusia 2018. En esta oportunidad la selección chilena no solamente presentaba a su nuevo entrenador sino que también enfrentaba a dos difíciles rivales. Primero, al representativo de Argentina, como locales. Días más tarde, al seleccionado venezolano, en calidad de visita.

Además necesitábamos sortear una serie de importantes ausencias por lesiones y suspensiones que complicaban un poco el panorama. Al final una derrota (2 a 1) y un triunfo (4 a 1) que sirven para sumar y arrojan algunos detalles para analizar.

Contra Argentina la Selección Chilena mostró un excelente juego y dominó por grandes pasajes a su rival. El medio campo formado por Felipe Gutiérrez, Marcelo Díaz, Jean Beausejour y Matías Fernández se impuso sin contratiempos y éstos manejaron la pelota con criterio y precisión. La Selección se puso en ventaja temprana y merecidamente, pero lamentó después las lesiones de Fernández y Díaz.

Entonces, no fue sencillo rearmarse y estructurar un medio campo que pudiera pelear de manera igualitaria contra una de las mejores selecciones del mundo. Dos errores puntuales dieron la ventaja a los albicelestes y frente a la compleja estructura defensiva rival, Chile no pudo nunca emparejar el marcador.

La sensación de haber merecido más fue colectiva, pero igual los puntos fueron para los otros y el panorama parecía complicarse. Incluso reconociendo el dominio chileno y el buen control ejercido contra Lionel Messi y compañía, el planteamiento ultradefensivo de Martino resultó un puzzle imposible de resolver para los rojos.

Pese a ello la Selección Nacional impuso su forma habitual de jugar y la construcción colectiva no fue sacrificada pese a las dificultades. Sorprendió la mezquina propuesta visitante y aunque quizá defenderse tanto fue mérito chileno, da la impresión de que esa no fue la única explicación.

El juego contra Venezuela representaba el desafío de recuperar los puntos perdidos en casa, pero todo comenzó de la peor manera. Chile jugaba mal, era impreciso en los pases y un error de su arquero puso el marcador en contra muy temprano. Sin hacer demasiado, los locales ganaban el partido y los chilenos mostraban una de sus peores caras en mucho tiempo.

La defensa se equivocaba en cada salida desde el fondo y esa imprecisión se incrementaba en el medio campo donde Felipe Gutiérrez, Arturo Vidal y Francisco Silva eran incapaces de asociarse con acierto, lo que dejaba aislados a los delanteros que sucumbían frente a la defensa rival en los pocos acercamientos logrados. Además, el ímpetu de algunos y la frustración del marcador hicieron calentar los ánimos y se caminó al filo de las expulsiones. Eso pudo haberlo cambiado todo.

Entonces la suerte estuvo del lado chileno, porque sin hacer grandes méritos apareció el empate de Mauricio Pinilla y con él volvió la calma. Y aunque Chile nunca jugó bien ni sus figuras deslumbraron, lentamente se fue imponiendo la experiencia y el desnivel individual entre ambas selecciones. Era cosa de tiempo e insistencia, ya que Venezuela se debilitaba física y tácticamente. El marcador final terminó siendo justo, pero sería un error creer que fue sencillo por lo abultado del mismo. Al contrario, el partido contra Venezuela mostró la peor versión de los chilenos y dejó mucho por corregir.

Esta doble fecha marcó el debut de Juan Antonio Pizzi y sus ayudantes y aunque ellos mismos repetían que los cambios serían únicamente cosméticos, lo cierto es que varias cosas cambiaron. Lo más positivo es la aparición de nuevos rostros y la implantación de una estructura ofensiva diferente. El regreso de un centrodelantero permitió luchar en ambas áreas los balones altos que era uno de los mayores problemas del anterior proceso y fue eficiente.

La instalación de los laterales como agentes ofensivos se mantuvo e incluso se incrementó. La búsqueda constante incluso frente a la adversidad también se presentó como un sello registrado. Quizá la mayor preocupación tiene origen en la poca solidez para mantener la posesión del balón y para construir desde el fondo, sin recurrir a los imprecisos pelotazos largos.

Jugando bien se perdió y jugando mal se obtuvo el triunfo, pero sería absurdo pensar que esa circunstancia como planificación puede dar resultados. Entonces será necesario retomar el juego asociado y fortalecer la tenencia del balón desde campo propio. La presión en campo contrario no es simplemente una moda.

Hoy, si se tienen delanteros rápidos, resulta fundamental no cesar en la recuperación rápida del balón, pues ello genera tranquilidad defensiva y ocasiones más claras para anotar. Más allá de los estilos sería una equivocación olvidar ese concepto que ha sido tan exitoso no sólo para nuestra selección.

Las clasificatorias para el próximo mundial dejaron tres puntos y una favorable combinación de resultados. Pese a las contradicciones nuestra selección se instaló en una buena posición para seguir luchando por un cupo en la máxima competencia del fútbol.

Lo que es más importante aún, es que junto al nuevo cuerpo técnico nacional aparecieron otros nombres y otros aciertos que permiten mirar con optimismo el necesario recambio de una generación que todavía está vigente, pero que clamaba por nuevas alternativas que permitieran ampliar las posibilidades frente al exigente calendario.

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