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Punto de inflexión en duda


Jueves 28 de abril 2016 15:39 hrs.


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Apagados ya los ecos de la muerte del Presidente Patricio Aylwin, la afirmación de su sucesor Ricardo Lagos de que se marcó un punto de inflexión en la política chilena, está aún por verse, ya que la historia no vivida no se escribe.

El mismo día de su responso final los partidos de la Nueva Mayoría contradijeron el llamado de la senadora Carolina Goic, presidenta de la DC, a que pidieran perdón por sus faltas a la honestidad y unidad frente a una ciudadanía cansada de la clase política, cuando no se inscribieron debidamente ante el Servicio Electoral para las primarias alcaldicias.

No fue el único numerito. Hubo varios otros que demuestran que quienes aspiran o detentan el poder político y económico actúan según la condición humana que los lleva a comportarse con una doble faz.

El mismo Aylwin con toda su sencillez, consecuencia y transparencia dio muestras de ello. Cuando se reunió en 1973 con el Presidente Allende en casa del Cardenal Silva Henríquez, por iniciativa de éste ya estaba convencido de que el golpe cívico-militar era inevitable y cuando ocurrió lo apoyó. Entonces le solicitamos una exhaustiva entrevista, prefirió delegarla en el senador Olguín, vice de su partido. Con el Presidente Frei víctima de un magnicidio, quien aparecía como su sucesor para una candidatura al mando supremo era Gabriel Valdés. Con menos carisma que éste, Aylwin se las arregló para reemplazarlo en la jefatura del partido primero y como candidato presidencial después.

Una malicia que se atenuó con la creación de la Comisión Rettig, la carta al Poder Judicial para que no aplicasen la amnistía a los delitos de lesa humanidad, sus enfrentamientos reservados con Pinochet cuando éste desafiaba su autoridad y al admitir al final de sus cuatro años de administración que se había equivocado con los militares.

La política es el arte de lo posible y ese maquiavélico aserto fue lo que recogió Aylwin al referirse a la justicia en sus años de gobierno. Ahora políticos, hombres de negocios cuando dan muestras de ineficacia y corrupción se pasan de la raya en casos como el puente Cau Cau, y el descargo del poderoso magnate Andrónico Luksic al reconocer en un video por YouTube que cometió un error al recibir al hijo y la nuera de Bachelet y no explicar por qué les otorgó un cuantiosísimo crédito en circunstancias que la miniempresa Caval no calificaba para ello y que usaron tráfico de influencias para enriquecerse.

El espectáculo ahora es que todos se echan la culpa entre unos y otros sin reconocer sus propios errores. Claro, algunos problemas vienen de la entrega por concesiones a privados de obras que el Estado debiera fiscalizar más estrechamente. En cambio, el control se le entrega a otras empresas privadas con técnicos que después de ser funcionarios del MOP pasan a ser empleados de los concesionarios, que compran por ejemplo, acero barato a un grupo chino no calificado internacionalmente.

Que el presidente Aylwin era honesto y sencillo después de ejercer su último mandato nos lo demostró personalmente al aceptar entregar en una visita a la República Checa una entrevista escrita al presidente de ese país Václav Havel, un líder mundial, y traernos sus respuestas de vuelta.

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