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Manuel Rojas: Un escritor molesto para un Chile indolente

La figura de Manuel Rojas crece ante nuestros ojos en boca de los estudiosos de su obra y de su propia hija, quien comparte la experiencia de haberlo tenido como padre y cómplice del proceso escritural, cuando era el mismo Rojas, tempranamente viudo, quien alimentó a sus tres hijos a punta de lectura de los clásicos y de su propia obra.

Vivian Lavín

  Miércoles 18 de mayo 2016 15:08 hrs. 
Manuel Rojas.1

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Como buen anarquista, Manuel Rojas ni se habría molestado con los estudiantes que no asistieron a la presentación de su libro en la Universidad Alberto Hurtado. Los alumnos estaban en paro y no se enteraron de la publicación como tampoco que hasta allí llegó la hija del autor, Paz Rojas, para leer un texto íntimo y sensible sobre la publicación del libro que simplemente ha titulado la editorial ligada a esa casa de estudios, Manuel Rojas. Cuentos.

Que no se piense que se trata de una antología más sobre el trabajo de uno de los más grandes escritores chilenos de todos los tiempos. El libro que conmemora los 40 años de la publicación original de esta obra, que se hiciera Buenos Aires por la editorial Sudamericana, se enmarca además dentro de los múltiples homenajes que recibirá en los 120 años de su nacimiento. Muchas actividades, pero no todas las que merece Manuel Rojas, cuando habiendo sido elegido por la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores como el personaje representativo de nuestra literatura fuera de Chile para este 2016, fue cambiado por el poeta Gonzalo Rojas, el Premio Cervantes. Un trueque que dejó más tranquilas a las autoridades cuando la literatura de Manuel Rojas resulta molesta y demasiado comprometida con el pueblo y sus penurias en tiempos preelectorales. Una molestia que también compromete a medios de circulación nacional que no están disponibles a darle relevancia a un escritor cuya obra retrata al Chile inequitativo del siglo XX pero que mantiene, a pesar de la modernidad, el desajuste social y económico en el siglo XXI.

Esta antología contiene 28 de los 32 cuentos que escribió Manuel Rojas entre sus 26 y 32 años, hasta cuando tomaría a la novela como género esencial. Pero no se trata de una reedición más, ya que fue la consecuencia de una investigación en humanidades que encabezó el académico Ignacio Álvarez en la que junto a su equipo de especialistas se encargaron de cotejar las hasta seis versiones publicadas de cada uno de estos cuentos, lo que implica un esfuerzo inusual en estas lides, cuando lo habitual y más económico es lisa y llanamente publicar sin más. He aquí, entonces, la importancia de este trabajo y que el académico de la Universidad de Chile manifestó con gran sentido político: las investigaciones en humanidades son invisibles cuando se habla de ciencias en Chile y no han tenido tampoco la posibilidad de discutirse a partir de un Ministerio de la Ciencia. Gran inquietud nos deja Ignacio Álvarez, cuando dice que lo que ofrecen las investigaciones en humanidades son valores. Como el de editar a un escritor como Manuel Rojas cuya obra transpira “la libertad sufrida y disfrutada; la identidad; el crecimiento o la formación de los individuos y también un retrato de la sociedad”, como apunta el académico.

La figura de Manuel Rojas crece ante nuestros ojos en boca de los estudiosos de su obra y de su propia hija, quien comparte la experiencia de haberlo tenido como padre y cómplice del proceso escritural, cuando era el mismo Rojas, tempranamente viudo, quien alimentó a sus tres hijos a punta de lectura de los clásicos y de su propia obra.

El libro Manuel Rojas. Cuentos no tiene notas al margen ni estudios académicos que engrosen sus más de 400 páginas en las que el lector solo se sumerge en su voz, desde el principio, con un ensayo del propio autor titulado Hablo de mis cuentos, donde da las claves de su vida andariega y de los cuentos que allí se reúnen.

Allí cuenta cómo llegó con 16 años a Chile después de cruzar la Cordillera a pie, que lo suyo era enmasillar y pintar, como maestro y electricista, que su amigo  Gómez López lo instó a escribir poesía y que fueron los cuentos, luego, los que le fueron modelando su vocación de escritor a partir de los concursos en que fue siendo reconocido… sin dejar de ser un trabajador en una imprenta como linotipista.

Sobre su mítico cuento el Vaso de Leche, su autor, Manuel Rojas confiesa, medio burlándose de la academia, que en la Universidad de Chile se hizo una serie de talleres para desentrañar las claves autobiográfica. Sin embargo, toda esta historia se basa en la experiencia de su amigo el Negro Nieves… “No le cuentes nada a Manuel, en seguida hace un cuento”, decían sus amigos con temor a verse inmortalizados en sus relatos.

Se equivocaron quienes desecharon la figura de Manuel Rojas como representante de la literatura chilena en el exterior para este 2016. Se equivocaron como antes lo hicieron sus exégetas. Menos mal que llega él mismo a recordarnos los profundos valores que su obra entrañan y de lo urgente que se hace su voz en el Chile de hoy.

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