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Los museos para reconstruir la memoria


Miércoles 27 de julio 2016 9:59 hrs.


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En el marco de la reconstrucción de la memoria de las guerras y dictaduras se han levantado diversos proyectos museográficos en el mundo. Hoy invitamos a conocer y recordar tres experiencias que comparten algunos puntos en común: el Museo Judío y el Monumento al Holocausto, ambos ubicados en Berlín, y el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, ubicado frente a la Quinta Normal, en el centro de Santiago. En el caso de Segunda Guerra Mundial, debemos considerar que el genocidio, no sólo perpetrado a judíos, tal como afirma el cientista político y urbanista Max Welch,  “no fue solamente obra del Partido Nazi, (…) fue la obra de todo un Estado altamente organizado compuesto por profesionales entrenados que cumplieron diferentes misiones (académicos, científicos, ingenieros, urbanistas).” Algo similar, aunque probablemente llevado a cabo más rudimentariamente, ocurrió en nuestro país, considerando el carácter cívico-militar de la dictadura chilena.

El Museo Judío de Berlín fue diseñado por el arquitecto polaco Daniel Libeskind e inaugurado en 2001, siendo terminado en 1999. El edificio se abrió al público estando aún vacío, atrayendo sólo por su arquitectura una gran cantidad de visitas. En este museo se exhibe la historia del pueblo judío en Alemania, representando e integrando al pasado reciente las repercusiones del holocausto. El fin de este espacio, ubicado en el centro de Berlín, es mostrar la contribución de los judíos en la construcción de la sociedad alemana, es  generar conciencia y memoria del holocausto en la ciudad, es reconocer y hacer patente ese intento de borrar a los judíos de la historia de Alemania.

Las fachadas del museo son metálicas; su forma es zigzagueante y transmite, según el mismo arquitecto, un vacío que corta el plano en zigzag, creando un espacio que encarna la ausencia. Es una línea recta impenetrable la que se convierte en el eje central en torno a la cual se diseñan las exposiciones. Para pasar de un lado a otro del edificio, los visitantes deben cruzar los puentes que se instalan en este vacío. A esta construcción se suman La Torre del Holocausto y el Jardín del Exilio.

Diseñado por el arquitecto Peter Eisenman y el ingeniero Buro Happold, el Monumento al Holocausto se emplaza en pleno centro histórico de la ciudad, próximo a la Puerta de Brandenburgo y al antiguo edificio del Reichstag, actual sede del Parlamento Alemán. Es un campo inclinado de 19.000 metros cuadrados cubierto con 2711 bloques rectangulares de hormigón, muy parecidos a la forma de un ataúd. Estos se distribuyen en el espacio a modo de rejilla cuadriculada, lo que permite el paso de los transeúntes por su interior. La atmósfera fría, rígida, hierática, evoca la impresión de lo funerario. Ocupa la capital como si fuera una expresión concreta de la responsabilidad de Alemania en el genocidio judío; una forma de recordar los horrores cometidos. La construcción cuenta con un subterráneo anexo que contiene los nombres de todas las víctimas del holocausto que han sido identificadas.

El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos se construyó en el marco del Proyecto Bicentenario e inauguró el año 2010 por Michelle Bachelet, que en ese entonces cumplía su primer mandato. Ubicado en el barrio Yungay, en la comuna de Santiago, ocupa un espacio emblemático a nivel cultural, con el objetivo de generar iniciativas educativas que nos inviten a conocer y a pensar nuestra historia reciente: el golpe de Estado, la represión, la resistencia, el exilio y la defensa de los derechos humanos. Ello, a través de distintos lenguajes, formatos y soportes. Cuenta con una exposición permanente y otras itinerantes. Asimismo, su diseño propicia el encuentro y la discusión de distintos actores sociales, mediante espacios que permiten la realización de actividades diversas, tales como exhibiciones de películas y obras de teatro, seminarios, talleres, conversatorios y conciertos. Dispone, además, de un importante patrimonio de la memoria, en sus archivos reunidos en el Centro de Documentación, CEDOC, y el Centro de Documentación Audiovisual, CEDAV.  En fin, se sitúa en la ciudad como un lugar con responsabilidad urbana.

El Museo de la Memoria fue diseñado por el equipo liderado por el arquitecto Mario Figueroa. Al material de entramado metálico y hormigón se suma el revestimiento externo de cobre y carbón, cita a nuestra historia minera. Las fachadas  norte y sur son muros cortina de cristal templado y laminado, revestidas de láminas de cobre oxidado.

¿Qué tienen en común estos tres lugares de la memoria? A la semejanza de formas y materiales, se añade el vínculo con el territorio donde se ubican, ya que ninguno ocupa un sitio marcado por acontecimientos específicos, como sucede con los ex centros de prisión, tortura, exterminio y desaparición. Pero una de las similitudes más significativas es que la visibilización de la historia en la planificación arquitectónica y urbana constituye un eje central en estos tres proyectos.

Para interpretar el pasado recurrimos a los espacios; recuperamos los existentes, construimos nuevos. La discusión en torno a la memoria se materializa en el territorio, de allí la importancia de la arquitectura y el urbanismo. Estas construcciones emplazadas en el centro de ambas capitales vienen a recordarnos nuestra historia; vienen a materializar en la ciudad una enseñanza, pero también hacen palpable la responsabilidad de ambas sociedades en los hechos. La ciudad, entonces, se hace responsable de su pasado. La ciudad carga con sus muertos, postura explícita en el caso del Monumento al Holocausto. Estos tres museos solo por su arquitectura transmiten y provocan. Son propuestas urbanas que generan una forma distinta de comunicación entre los sujetos de la ciudad, reuniendo a propósito de la rememoración del pasado.