En Ramallah, Monte de Allah en Árabe , 15 kilómetros al norte de Al Quds – Jerusalén – radica la sede provisional del gobierno de la Autoridad Nacional Palestina – ANP – gran parte de sus oficinas administrativas y el aparato burocrático que sustenta esta organización. Una ciudad, que junto a los pueblos vecinos de Beituniya y al Bireh conforman el área metropolitana de Ramallah, rodeada por 76 kilómetros de muro, con 11 check points, que controlan las entradas y salidas de esta capital devenida en un enorme ghetto a pesar de las luces y cierto aire cosmopolita. Desde Ramallah se divisa hacia el sur, con los campos surcados de muros y asentamientos de colonos judíos, la ciudad de Al Quds y la enorme carga simbólica que ella entraña, de la cual nos detendremos latamente a analizar.
Ramallah ha tenido, luego de la segunda Intifada un auge inmobiliario catalizado por la llegada de miles de palestinos desde ciudades y pueblos de la Cisjordania ocupada. Hombres y mujeres, familias sin posibilidades en sus tierras y que vienen a Ramallah a ganar su sustento, estudiar y desarrollar sus actividades cotidianas pues sus aldeas y pueblos han sido usurpados, sus comercios cerrados, su forma de vida alterada. Se suma a lo mencionado respecto a Ramallah el flujo de ayuda internacional y de países donantes, que representa un arma de doble filo a la hora del análisis comparado entre esta ciudad y el resto de los territorios ocupados. Ramallah y así lo pude comprobar a lo largo de este viaje, es distinta a las otras ciudades cisjordanas sometidas a la ocupación. Esto se explica, igualmente, por la presencia de la numerosa burocracia de la Autoridad Nacional Palestina, el trabajo de múltiples Organizaciones No Gubernamentales – ONGs -con sus funcionarios venidos de todos los rincones del mundo, concretando una diversidad de nacionalidades. Ello, unido a las sedes diplomáticas de gran parte de los países que reconocen al Estado palestino le dan a Ramallah lo mencionado respecto a cierto aire cosmopolita.
Esta capital provisional tiene en su seno, no sólo hoteles, centros de eventos, actividades culturales – como fue el caso del Festival de música Palestina celebrada simultáneamente en varias ciudades Cisjordanas e incluso Gaza y donde tuve la oportunidad w escuchar a 47 Soul, un fantástico grupo musical, fiel representante de la cultura Palestina. Ramallah posee también calles abarrotadas, un comercio pujante y una amplísima circulación vehicular, como también la realidad de toda Palestina: en sus alrededores la constatación que la ocupación de la entidad sionista es una realidad muy presente. Campos de refugiados como Qalandia – donde fui testigo de la demolición de diez viviendas palestinas por parte de las fuerza de ocupación – destruidas hasta los cimientos por el simple hecho de ser construidas cerca del Muro de la Vergüenza. Campos de refugiados como Qaddura, Al Jalazun, Al Amari, Silwad, son parte de los 58 campamentos de refugiados palestinos reconocidos en Cisjordania, la Franja de Gaza, Jerusalén Este, Jordania, Líbano y Siria por la Agencia de la ONU Para los Refugiados Palestinos – UNRWA – Un millón y medio de seres humanos soñando con volver a las tierras de las cuales fueron expulsados desde el año 1948 a la fecha, en una Nakba que golpea sus vida diariamente. Según la Oficina Central de Estadísticas de Palestina el 31% de los refugiados palestinos en la ocupada Cisjordania y la Franja de Gaza vive por debajo del umbral de la pobreza.
Camino a Al Quds
Salir de Ramallah y recorrer 15 kilómetros hasta Al Quds – La Santa en idioma Árabe – en un viaje que no debería durar más de media hora – si efectivamente lo hiciéramos por las protegidas y modernas carreteras para uso exclusivo de los israelitas, que tienen comunicación directa entre sus asentamientos y Al Quds – pero, el tránsito por carreteras autorizadas para la circulación de los palestinos, los check point fijos y móviles dificultan el establecer un horario definido para llegar y retornar. Avanzar hacia Al Quds es visualizar con claridad la política de asentamientos israelitas en una zona en la cual, supuestamente, está prohibido establecer colonias. Viajar a Al Quds es darse cuenta que a pesar de sus excusas, pretextos y manipulación, Israel es la entidad que mediante la represión y el crimen, intenta mantener el dominio sobre terrenos que no le pertenecen, sobre tierras valiosas para distintas creencias y sin embargo sometidas a una ideología totalitaria y excluyente como la sionista.
Es también constatar cómo, el muro de la constatar cómo el Muro de la Vergüenza – barrera de separación según el lenguaje militar israelí – secciona las aldeas y los campos de cultivos palestinos, se adentra en Cisjordania, arrasa con olivos centenarios, cerca las ciudades palestinas y ejerce una presión insoportable y brutal para una población cansada ya de tanto ejercicio del poder criminal sin que se visualice cambio alguno en la manera que la entidad sionista ha decidido llevar adelante la ocupación de los Territorios Palestinos destrozando día a día la vida de millones de seres humanos, sumergidos en el marasmo de una política que hace recordar la política nacional socialista respecto al pueblo judío, gitanos aquellos países ocupados por las tropas del Tercer Reich. Un símil tan trágico como surrealista.
Camino a Al Quds, la idea de los dos Estados cae por su propio peso. Israel decidió que Palestina no tiene derecho a existir y ha ido creando bantustanes, aislados unos de otros, segregados y sometidos a la ocupación civil y militar de la entidad sionista, decidida a expulsar a los palestinos o al menos confinarlos como ganado. Y menciono el concepto de ganado pues, despectivamente, los sionistas denominan así al pueblo palestino en una expresión de desprecio absoluto por el otro, al no considerarlos seres humanos.
Para aquel lector que piense que este es un invento antisionista, destinado a socavar las bases de la “única democracia de Oriente Medio” me remito a las palabras del “Premio Nobel de la Paz” y ex Primer Ministro Israelí Menagen Begin, quien el año 1978 en un discurso dado ante la Knesset señaló “Nuestra raza es la raza maestra. Nosotros somos dioses sobre este planeta. Somos tan diferentes de las razas inferiores como ellos lo son de los insectos. De hecho, comparadas con nuestra raza, las otras son bestias, ganado a lo sumo. Las demás razas son consideradas como excremento humano. Nuestro destino es gobernar sobre las razas inferiores. Nuestro reino terrenal será gobernado con vara de hierro por nuestro líder. Las masas lamerán nuestros pies y nos servirán como nuestros esclavos”.
Al Quds y lo que ella representa es la expresión más clara de la absoluta falta de respeto de Israel por la vida del pueblo palestina, las leyes internacionales o cualquier acción o decisión que implique devolver los territorios usurpados a sus legítimos dueños. Al Quds, así como Al Jalil, Bethlehem, Nablus, Tulkarem, Jericó entre otras son la prueba clara que Israel y lo que tras la guerra del año 1967 se consideraban “territorios administrados” han pasado, en virtud de su ideología racista, a ser territorios ocupados por una potencia colonial represiva y criminal, en cuyo ideario la ciudad de Al Quds adquiere ribetes mitológicos, considerándola parte única e indivisible de su falsaria idea que les ha sido otorgada por gracia divina. Es esto lo que genera la crónica política de usurpación de los barrios de Jerusalén Este a pesar de las denuncias internacionales y los llamados a cesar la construcción de asentamientos de colonos, ya sea en la parte este de la ciudad, tras la línea verde o en las zonas adyacentes, conformando un anillo de dominio y fragmentación, destinado a impedir – si en el futuro así se da – la devolución de todos aquellos territorios expoliados al pueblo palestino.
Rodean a Al Quds Este una serie de asentamientos como el de East Talpiot, Pisgat Ze’ev, Gilo, Neve Yaakov, además de la siempre creciente Colonia de Maa´ ale adumin. Sumemos a la conducta usurpadora, política establecida desde los más altos cargos del gobierno sionista, a aquellos colonos más radicales, que ingresan por la fuerza a los barrios palestinos de Al Quds Este como Silwan, Shuafat, Bein Hanina, Wadi Hilwe Haman al Ain, Al Bustan generando una situación de ocupación de hecho que suele ir acompañada de la irrupción de fuerzas militares, para proteger a esos grupos extremistas israelíes.
Colonos, que gracias a financiamiento del Estado sionista que subsidia la construcción de viviendas, la educación y las asistencia social, se asientan en estos barrios, a contrapelo de toda legislación internacional, que a estas alturas resulta simplemente un chiste el hacer llamados de respeto al derecho internacional. Israel no entenderá otra línea de acción que no sea la fuerza conjunta del pueblo palestino, acompañado del Boicot, las sanciones y la desinversión, que implique cercarlos, tal como se hizo con el régimen del apartheid en Sudáfrica. Y hablo, simplemente, de acciones no violentas, aunque no se puede descartar cuando las condiciones así lo permitan una política de mayor presión, donde actores regionales de importancia y un cambio en la correlación de fuerzas permita acorralar al régimen sionista.
Resulta indignante ser testigo de la acción de los fundamentalistas judíos quienes planificadamente ingresan a una casa palestina en el barrio Viejo de Al Quds, izan su bandera en clara y abierta provocación, ojalá con resultados de enfrentamientos con la población palestina, para que inmediatamente ingrese el ejercito, cierre el lugar y lo declare como exclusivo para judíos., bloqueando calles, accesos, cerrando comercios e impidiendo la libre circulación. Todo ello, como parte de una estrategia planificada detalladamente, un plan mayor: la judaización de al Quds. Plan, que en este primer semestre del año 2016 implicó ver avanzar a pasos agigantados la concreción y expansión de un Barrio Judío al suroeste de la Explanada de las Mezquitas.
La explanada de las mezquitas, donde se ubica la cúpula de la Roca y la Mezquita al Aqsa. Lugares sagrados del islam, centro de disputa y donde aquellos que creen y expresan su fe se sobrecogen ante una historia que se remonta a mil cuatrocientos cincuenta años del Islam. Un Al Quds cuna, además, del cristianismo con su Santo Sepulcro y la vía dolorosa, que también sufre las restricciones de las autoridades militares israelíes, que han incrementado las prohibiciones e incluso las excavaciones bajo la explanada que se extienden desde el Convento de las Hermanas de Sion hasta el barrio palestino de Silwa. Esto, a pesar de las protestas palestinas y la condena de organismos como la UNESCO que ha solicitado suspender estas excavaciones que ponen en peligro este recinto sagrado para cientos de millones de musulmanes y que expresan esa repulsión del sionismo frente a todo aquello que no sea parte de su cultura de la exclusión.
Al Quds se ubica en lo que se conoce como la Zona C, que corresponde al 60% del total del territorio de la Cisjordania y por tanto sujeto al arbitrio de la potencia ocupante. Un territorio el de Al Quds donde residen 300 mil palestinos cuya forma y estilo de vida se ve impactado por la ocupación israelí, que bajo la conducta de no ver, no escuchar y menos oír, por parte de las potencias occidentales y ex países árabes aliados de Palestina, se encaminan a incrementar el proceso de expulsión del pueblo palestino. Zona C que no está disponibles para el desarrollo económico de Palestina generando un daño enorme, en el presente y lógicamente para el futuro de millones de habitantes de los territorios ocupados.
Según datos entregados por el Banco Mundial este año 2016, en un informe entregado por este organismo internacional, sobre el costo que implica para Palestina el no poder usar estos terrenos para la agricultura, la industria, los servicios o el desarrollo turístico significa la imposibilidad de acceder a cerca de 4 mil millones de dólares anuales. Una cifra gigantesca para quien depende, en gran medida de los aportes de donantes internacionales. Al visitar los rincones de esta tierra hermosa es posible darse cuenta de las enormes potencialidades que este pueblo podría concretar, la posibilidad de dotar de mejores perspectivas de vida a un pueblo educado, culto, amable, que en cada oportunidad abre sus corazones al visitante.
Más allá de números, la realidad de una ocupación que niega el acceso a los palestinos a los sitios sagrados de Al Quds, que limita su desarrollo económico, la ocupación y la violación a los derechos humanos de la población palestina en Al Quds se expresa en la visita efectuada a la familia del niño Mohammad Abu Khdeir, quien el día 2 de julio del año 2014, frente a su hogar, ubicado unas pocas decenas de metros de la ciudad vieja, en Jerusalén Este, fue secuestrado por un grupo de seis colonos judíos y llevado a la colonia de Givat Shaul donde fue asesinado brutalmente. Los resultados de la autopsia practicada a Mohammadd mostraron que el pequeño fue obligado a beber gasolina, golpeado y quemado vivo. Sus captores y asesinos fueron identificados por cámaras de vigilancia, que sirvió como prueba para llevar a juicio a estos extremistas, que luego de dos años recién este año 2016 logró obtener una condena a tres de los asesinos. Sin embargo, las organizaciones defensoras de derechos humanos y la propia familia de Mohammad temen que muy pronto los tres colonos y en especial el autor principal del hecho – considerado un héroe por su grupo de colonos tan extremistas como set – sean liberados y sumergidos en algún asentamiento donde nadie podría saber que está.
Tuve la oportunidad de conversar con la familia de Mohammad Abu Khdeid y resultó un bálsamo de dignidad, enormemente aleccionador saber que más allá de la enorme pérdida de su hijo, esta familia no pierde la fuerza y entereza respecto a legitimad y justicia de la lucha del pueblo palestino por lograr su definitiva autodeterminación. Una familia dotada de una valentía inigualable, pues en medio del horror son capaces de pensar como sociedad palestina, abrigar esperanzas que en su tierra cesará la ocupación pero, sobre todo, que algo de justicia habrá para condenar a todos aquellos autores materiales e intelectuales de los miles de crímenes sobre el pueblo palestino.
Al salir de Al Quds y mirar, desde el Monte de los Olivos, las bellas murallas de la ciudad vieja, a belleza de una tierra milenaria, la majestuosidad de la Explanada de Al Aqsa. Al salir de Al Quds luego de conocer en terreno la política de usurpación, las colonias que rodean soberbias y prepotentes la ciudad, la conducta atentatoria sobre los derechos de miles de palestinos que habitan en la parte Este de Jerusalén es posible dimensionar que la reivindicación del pueblo palestino por vivir en su suelo, por considerar a Jerusalén como su capital legítima, más allá de la provisionalidad de Ramallah, es de una enorme potencia. Un objetivo como sociedad, que no será acallado ni coartado por más crímenes que se sigan cometiendo contra el pueblo palestino. Salí de Al Quds convencido, que más temprano que tarde los ocupantes deberán tomar su prepotencia, sus bártulos y sueños de grandeza, porque la ignominia y el crimen deben ser, si o si, castigados.