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Las nuevas tecnologías y su impacto en el empleo

Junto a los desafíos y oportunidades que ofrece esta revolución tecnológica para los aumentos de productividad, los actores del mundo público, privado, industrial y formativo de ambos países, que exploraron estrategias y espacios de cooperación en el encuentro, apuntaron a las amenazas y debilidades que esta integración a la modernidad tiene para naciones en desarrollo como Chile.

Roberto Meza

  Martes 11 de octubre 2016 12:45 hrs. 
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El total de la fuerza de trabajo en Alemania es de alrededor de 45 millones de personas, de las cuales, alrededor de 18 millones (40%) están en peligro de perder su fuente laboral en los próximos diez años debido a la introducción de las nuevas tecnologías de la información, comunicaciones y la robótica, entre otros.

La dura afirmación, que hace recordar el ya clásico ensayo de Viviane Forrester, “El Horror Económico”, fue formulada por Erich Lohrmann, director de la firma germana Kuka Roboter para Sudamérica y América Central, tras un reciente encuentro organizado por la Cámara Chileno-Alemana de Comercio e Industria realizado en Santiago, con la asistencia de más de 500 empresarios de ambas naciones.

La innovación, transferencia tecnológica, minería y capital humano fueron los principales temas de estas VII Jornadas Económicas Chile-Alemania, inauguradas por la Presidenta Bachelet y en las que la mandataria destacó el aporte de Alemania en el desafío chileno de “pasar de ser un país meramente exportador de commodities, a uno inserto en las cadenas globales de valor, gracias a la innovación, la diversificación económica y una mayor productividad”.

Pero junto a los desafíos y oportunidades que ofrece esta revolución tecnológica para los aumentos de productividad, los actores del mundo público, privado, industrial y formativo de ambos países, que exploraron estrategias y espacios de cooperación en el encuentro, apuntaron a las amenazas y debilidades que esta integración a la modernidad tiene para naciones en desarrollo como Chile.

En efecto, si para una nación como Alemania, que es uno de los principales focos mundiales de innovación, tecnología y desarrollo, las amenazas sobre su capital humano son como las citadas por Lohrmann, y en solo una década más, para Chile, sin un rápido proceso de adaptación, no solo económica, sino política y social, las consecuencias podrían ser devastadoras.

Según Lohrmann, la sociedad global ya está inmersa en esta “cuarta revolución industrial”, la que implica grandes cambios a todo nivel y no sólo en la industria. La afirmación se puede observar ya en los smartphones y softwares que manejan gran cantidad de datos y cuya presencia está transformando no solo la actividad industrial, con la incorporación de complejos sistemas de inteligencia en variados procesos, sino también los servicios, desde el transporte y la banca, hasta la vida diaria de los consumidores.

Durante la primera revolución industrial, recordó Lohrmann, el telar mecánico propulsado por vapor reemplazó el trabajo de 200 personas. Hoy en la minería, los grandes camiones mineros operan sin conductores, los robots reemplazan trabajos en profundidad, tanto en tierra como en el mar, los procesos automatizados desplazan miles de puestos de trabajo de control y distribución, pero, tal como en el pasado, son tecnologías que implican mayor eficiencia, ahorro de recursos, cambios en la forma del trabajo y, obviamente, también de quienes operan esas nuevas máquinas, todos hechos que las hace imparables.

La experiencia y estudios alemanes plantean pues, un enorme desafío social a corto plazo para Chile y otras naciones en desarrollo. Investigar y adoptar decisiones sobre cómo adaptarse a estos cambios, ya no sólo es solo un desafío para la industria, sino también para la política, la educación y la sociedad en su conjunto. La nueva realidad en conformación podría llevar propiamente a la inexistencia del “desempleo”, en el sentido de que el concepto implica, contrario sensu, potencialidad de “empleo”, mutando a millones de personas en “descartables”, pues, en estricto rigor, ya no es el trabajo del hombre el que crea más riqueza y, por lo tanto, las tasas de desocupados, precariedad laboral y subempleo, no sólo podrían ir aumentando en todos los países, incluidos los desarrollados como Alemania, sino generando una extensa capa de “descartados” o “ni-nis”, cuyo único propósito sea la mera subsistencia diaria.

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