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Las heridas y heridos de las políticas culturales


Martes 15 de noviembre 2016 7:55 hrs.


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Si aceptamos la frase del escritor y periodista español Juan José Millás cuando dice que “la escritura abre y cauteriza al mismo tiempo las heridas”, lo que se ha escrito y dicho en las últimas semanas sobre las Políticas Públicas en cultura, debiera habernos sanado gran parte de nuestros males.

La discusión sobre temas culturales ha estado particularmente activa, lo que da cuenta de una ciudadanía que sabe de sus derechos, aunque menos de sus deberes, seamos honestos. El que desde distintos frentes se alcen voces sobre el devenir del Ministerio de las Culturas, que está actualmente en discusión, como la apertura del Centro Nacional de Arte Contemporáneo de Cerrillos (CNAC Cerrillos), aunque sea a punta de ladridos, es señal de que estamos avanzando, como dice El Quijote. Porque lo peor, ciertamente, es que los escasos medios que tenemos no dijeran una palabra sobre todo esto y la discusión fuera entre dientes, mascando la frustración.

El problema es que en el país de los maniqueísmos, como nos hemos acostumbrado siguiendo la tendencia global, manifestar un punto de vista implica una toma de posición en términos de contrarios, en una lógica amigo/enemigo, que enrarece el aire, que en tiempos electorales es particularmente delicado y sensible.

En el marco del VI Festival Puerto de Ideas, se dieron cita intelectuales y escritores de la talla de una Adela Cortina y un Leonardo Padura y, seguramente, se fueron de regreso a sus países pensando que en Chile se está dialogando de manera ejemplar… y tendrán razón, porque es lo que vivieron en un excepcional fin de semana  pero que, lamentablemente, no es la regla. Porque tenemos, pareciera que a nivel de ADN, esa costumbre de valorar más los consejos y puntos de vista cuando vienen del extranjero que de quienes nos hablan en lengua vernácula.

Y no es una cuestión de objetividad que otros sí puedan manifestar a la hora de analizar el escenario cultural chileno, porque nuestra humanidad nos hace subjetivos, pues interpretamos la realidad a partir de nosotros mismos, y quien crea que puede ser objetivo, mejor que se convierta en árbol.

Lo interesante es cómo hacemos que todas estas subjetividades dialoguen de manera respetuosa y constructiva. He ahí el problema, y el más grande desafío para todos quienes quieren participar del debate y de la solución de un entramado que puede ser complicado, que quizás siempre lo será, y por lo mismo requiere de sensatez y buena voluntad.

Porque mucha razón tiene el artista y filósofo Pablo Chiuminatto cuando se refiere al delirio de millones que el Estado le entrega al GAM, mientras hay 150 escuelas en Chile sin agua potable. Como también tiene razón el presidente de Editores de Chile Paulo Slachevsky cuando le recrimina al Estado que, después de haber publicado la Política Nacional de la Lectura y el Libro, donde se compromete a fomentar la industria nacional, la ningunea en las compras para sus bibliotecas escolares. Como también quienes no entendemos cómo a estas alturas el Estado no ha creado un gran recinto ferial en el que todas las industrias, no solo culturales, podrían exhibirse y crecer. Y por cierto que es importante lo que señala la Jefa del Departamento de Estudios del CNCA, Constanza Symmes, cuando destaca “el trazado participativo” en que se diseñó la Política Nacional de la Lectura y el Libro  2015-2020, cuyo modelo se está replicando en los sectores de la Música, Audiovisual, Artes de la Visualidad, Artesanía, Artes Escénicas, Arquitectura y Diseño. Un giro muy interesante en lo que a participación ciudadana se refiere en la construcción de políticas públicas, de la que no estamos siendo lo suficientemente conscientes y que podría significar un cambio profundo en el quehacer cultural.

Anota el  mismo Chiuminatto que el Estado, sin embargo, está en la lógica de cooptar o castigar a los que se van alineando o no, algo que no es nada raro ni en este ni en cualquier otro gobierno. Sin embargo, no se puede criticar la voluntad gubernamental de abrir caminos de participación y diálogo para la construcción de Políticas Públicas, por el contrario, es del interés de los diferentes actores culturales tomar esta iniciativa no como una invitación, sino que como un derecho irrenunciable. Abrir el estómago de la administración pública y darle el aire que necesita para que dejen de ser políticas del gobierno de turno y pasen a ser políticas de Estado, de largo plazo, aceptadas, respetadas y construidas por todos nosotros, los ciudadanos.

Pero los heridos, que no son lo mismo que las heridas, son demasiados y los egoísmos priman, como también la necesidad de lucimiento personal en detrimento de los fines colectivos. En la República de los sentidos, me refiero a aquellos que siempre tienen a flor de piel alguna mala palabra o acción en su contra en el pasado, es muy común encontrárselos y encontrarnos, seamos sinceros, en la lógica de lo que nos deben y no en la de lo que podemos hacer.

Debemos entender que la cultura, para quienes gobiernan, no tiene mayor importancia. Y a quienes nos importa que esto cambie, necesitamos seguir discutiendo y escribiendo, y sobre todo, denunciando tanto al Estado como a los ciudadanos, cuando no cumplan sus compromisos. Lo esencial es hacerlo con respeto y por qué no decirlo, con amor por el otro, para que las palabras, como señala Millás, abran y cautericen al mismo tiempo las heridas.