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La visita del comandante Fidel Castro a Chile

En el año 1971, el comandante Fidel Castro visitó Chile en pleno gobierno de la Unidad Popular. Durante la visita que se extendió por tres semanas, se establecieron las bases de la cooperación mutua entre los procesos políticos liderados por Salvador Allende y el líder de la Revolución Cubana.

Claudio Medrano

  Sábado 26 de noviembre 2016 8:13 hrs. 
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En 1970 el recién asumido presidente de Chile, Salvador Allende, restauró las relaciones diplomáticas con Cuba, las cuales estaban interrumpidas desde 1964. En enero de 1971, el gobierno cubano comunicó que el primer ministro y primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Fidel Castro visitaría Chile.

Fueron tres semanas donde Fidel recorrió la larga geografía de nuestro país para conocer al detalle la producción minera hasta la fabricación de los mejores vinos. Tuvo reuniones con obreros, campesinos, estudiantes; participó en numerosos mítines y pronunció discursos reafirmando los lazos de solidaridad con el proceso liderado por Salvador Allende.

El entusiasmo en nuestro país luego del triunfo alcanzado por la Unidad Popular en las elecciones parlamentarias de ese año era alto y, por lo mismo, la visita de Fidel Castro fue un acontecimiento que vino a realzar la labor política que desarrollaba la coalición oficialista. La visita fue tomada como una suerte de “escuela de cuadros” que se iba dando a través de la radio, o de los actos a los que se lograba asistir.

Salvador Allende declaró en su momento que al invitar a Fidel Castro interpretaba el anhelo del pueblo de Chile, que había manifestado siempre marcado interés por la presencia del líder cubano en nuestro país. “Cuba es una nación vinculada a la historia de América Latina, Fidel Castro representa a una auténtica revolución y queremos intensificar los tradicionales lazos amistosos que siempre han existido entre nuestros países”.

La visita de Castro a Chile fue vertiginosa. Durante 24 días, Castro tomó pisco, usó ponchos, comió chirimoyas, jugó basketball y se sentó en la mesa con medio Chile; fue declarado hijo ilustre de Punta Arenas, de San Miguel, discursó a trabajadores, estudiantes y campesinos y no dudó en enfrentarse con la oposición de derecha. En el Santa Laura se reunió con más de 25 mil mujeres y, cuando decidió irse, llenó el Nacional.

A los universitarios del Norte les advirtió que el sectarismo era capaz de destruir una revolución. “En nuestro país la fuerza de la revolución está en la unidad. Claro que nosotros no pretendemos ni mucho menos que cada cual vaya a renunciar a sus criterios, a sus ideas, a sus cosas, pero creemos que hay que tener conciencia muy clara de la importancia que tiene la unidad de las fuerzas revolucionarias….Si nosotros hubiéramos establecido una especie de secta de los guerrilleros de las montañas, ¿dónde habría tenido cabida el resto del país? La historia de nuestro país no la escribió un grupo de hombres, la ha escrito realmente un pueblo entero. …….La revolución debe tener un objetivo: ganar, sumar fortalecerse.”

Mientras que ante los estudiantes de la Universidad de Concepción sostuvo que las tesis de la Revolución cubana – las del Ché – tenían plena vigencia. Afirmó allí que “en Chile está ocurriendo un proceso revolucionario. Y nosotros incluso a nuestra revolución la hemos llamado un proceso: un proceso no es todavía una revolución, un proceso es un camino, un proceso es una fase que se inicia y si en la pureza del concepto lo debemos caracterizar de alguna forma, hay que caracterizarla como una fase revolucionaria que se inicia”.

El diálogo con el presidente Allende fue abierto, productivo y aleccionador. Fidel le advirtió de manera acertada sobre los peligros que lo rodeaban, pues es bien conocido que Allende confió demasiado en los militares, lamentablemente no hizo caso cuando este le sugirió que le entregara armas a los obreros:

“No olvides por un segundo la formidable fuerza de la clase obrera chilena y el respaldo enérgico que te ha brindado en todos los momentos difíciles; ella puede, a tu llamado ante la Revolución en peligro, paralizar los golpistas, mantener la adhesión de los vacilantes, imponer sus condiciones y decidir de una vez, si es preciso, el destino de Chile”.

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