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¿A cuál Trump veremos en el futuro?

Columna de opinión por Sergio Rodriguez G.
Sábado 4 de marzo 2017 13:15 hrs.


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El pasado 20 de febrero el prestigioso Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés) dio a conocer su informe anual de 2016, sobre comercio mundial de armas, de la misma manera que lo viene haciendo desde 1969.

Entre las informaciones relevantes, destaca que las transferencias de armas en el quinquenio 2012-2016 llegó al volumen más alto desde el fin de la guerra fría, lo que hace patente que la humanidad y en particular las grandes potencias, lejos de avanzar hacia la paz y el desarrollo, profundizan en el gasto armamentístico, lo cual es un referente claro de las condiciones crecientes de conflicto en el planeta.

Como era de esperar, las zonas de mayores tensión: Medio Oriente, Asia y Oceanía (que para efectos del informe se miden juntas) son las que tuvieron incremento en el flujo de armamento, pero lo que resulta más paradójico es que de los cinco mayores exportadores de armas, cuatro (Estados Unidos, Rusia, China y Francia) son miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, la instancia que debería ser responsable de garantizar la paz y la seguridad del globo. El quinto es Alemania, el país causante de las dos devastadoras guerras del siglo XX, que no oculta su ambición guerrerista a través de un papel cada vez más activo y expansionista hacia el este de Europa como miembro de la OTAN y acompañante de Estados Unidos en todas sus aventuras bélicas en el planeta. Por supuesto, Alemania también ambiciona a ser miembro permanente del Consejo de seguridad, para de esa manera, lograr una “patente de corso” a su natural espíritu de propagación.

La India, que también apuesta por un puesto en un virtual Consejo de Seguridad ampliado, se transformó en el mayor comprador de armas en el período, representando el 13% de las importaciones globales y un incremento del 43% respecto del período anterior, superando con creces a sus rivales vecinos de China y Pakistán. También es de resaltar el importante crecimiento de Vietnam que tuvo un ascenso de 202% pasando a ser el décimo mayor importador de armas del mundo. Estas cifras, son muestra evidente que Asia y el Pacífico avanzan aceleradamente hacia su conversión en la mayor zona de riesgo de confrontación global.

Desde la perspectiva de los exportadores, Estados Unidos sigue siendo el país que conserva el primer puesto, con un 33% del total general y un incremento del 21% en este período en comparación con el anterior. Debe recordarse que en los ocho años de la muestra, el Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, era el presidente de este país.

No obstante que Estados Unidos exporta armas a alrededor de 100 países en todo el mundo, (mucho más que cualquier otro país), la mitad de sus despachos tuvieron como destino al Medio Oriente. A sí mismo, Rusia atesoró el 23 %, China 6,2%, Francia 6% (aunque se espera un alza en los próximos años cuando se concreten varios contratos ya firmados) y Alemania 5,6% del total de venta de armas.

En este contexto, se conoció el anuncio del presidente Donald Trump de que solicitará al Congreso un aumento de los gastos de “defensa” de su país de US$ 54 mil millones para el año 2018, es decir un 9% más que en el anterior presupuesto. El nuevo mandatario estadounidense adujo la necesidad de “apuntalar el poderío militar a los niveles apropiados para rescatar la grandeza perdida del país”. Trump ha dicho que este aumento va a permitir que las fuerzas armadas detengan su proceso de “decadencia por falta de recursos apropiados”. Para alcanzar este objetivo, se propuso lograr la supremacía absoluta de las fuerzas nucleares, así como el aumento de la dimensión del componente naval de sus fuerzas armadas.

Si este aumento es aprobado por el Congreso, el Pentágono tendrá un presupuesto de US$ 650 mil millones (digo el Pentágono, porque si se suma el cómputo de los gastos de otras agencias de seguridad y defensa, el presupuesto militar de Estados Unidos superará el billón de dólares). Con todo, esa cantidad es muy superior a la de China (US$ 215 mil millones y la de Rusia (US$ 66 mil millones), es decir que el presupuesto de Estados Unidos será superior al doble del de sus potencias rivales, (tomados como uno solo), todo según cifras del SIPRI.

Aunque el Medio Oriente sigue siendo el epicentro de los mayores conflictos bélicos del planeta, en los dos últimos períodos medidos, cedió el primer lugar de importación de armas en el mundo (29%) a favor de Asia y Oceanía que tuvieron el 43%. Esto es un claro índice de la dirección en que apuntan los peligros del futuro. Para nadie es un secreto que el Mar del Sur de China es la región del mundo donde se concentra el mayor riesgo de que se produzca una conflagración de carácter global. En el resumen de un artículo elaborado por el Instituto Nacional de Estudios del Mar del Sur de China, ubicado en la ciudad da Haikou de la provincia meridional de Hainan en China y publicado en la edición en inglés del periódico China Daily del 25 de noviembre del año pasado bajo el título “Informe del crecimiento de la presencia militar de Estados Unidos en la región Asia-Pacífico” se señala que: “Los despliegues y actividades militares de Estados Unidos en la región de Asia-Pacífico son manifestaciones importantes de su estrategia de “reequilibrio”. Desde que el presidente Barack Obama asumió el poder en 2009, el ejército estadounidense ha cambiado su enfoque y ha dado prioridad a la región. En 2012 y 2013, anunció oficialmente que el 60 por ciento de sus buques navales y de su fuerza aérea se desplegarían en la región de Asia-Pacífico en 2020. Impulsado por este reequilibrio en Asia-Pacífico, Estados Unidos ha construido gradualmente su despliegue de tropas, con una mayor presencia, el incremento de las actividades militares en la región y el aumento de la cooperación militar con sus aliados regionales y socios como Japón y Singapur”.

Cuando este artículo fue publicado, ya Donald Trump había sido electo presidente de Estados Unidos y había proferido severas amenazas contra China. A comienzos de enero, Rex Tillerson, entonces nominado para Secretario de Estado se unió a la comparsa de la retórica belicista en su comparecencia ante el Senado. Al referirse a las acciones del gobierno chino en relación a los arrecifes y bancos de arena en el Mar del Sur de China, Tillerson manifestó que: “Vamos a tener que enviar a China una señal clara de que en primer lugar, la construcción de las islas se detiene y, en segundo lugar el acceso a las islas no va a ser permitido”.

China, que fiel a su filosofía, se había mostrado paciente ante los desplantes del presidente electo, respondió con firmeza esta vez, advirtiendo de los riesgos de un enfrentamiento militar entre ambas potencias. El 13 de enero el periódico Global Times, vocero oficioso del Partido Comunista de China editorializó “…Estados Unidos no debería  pensar que China tiene miedo de sus amenazas”, agregando más adelante que:” A menos que Washington planee lanzar una guerra a gran escala en el Mar del Sur de China, cualquier otro método para evitar el acceso chino a esas islas será estúpido”, finalizando con un mensaje directo al hoy Secretario de Estado: “Tillerson haría bien en ponerse al día en estrategias nucleares si quiere que una potencia nuclear se retire de sus propios territorios”.

Trump parece haber captado el mensaje. Posteriormente se produjo una amistosa conversación telefónica con el Presidente Xi Jinping en la que quedó claro que las relaciones entre los dos países se seguirán manteniendo sobre la base del reconocimiento de la política de “una sola China”. Más recientemente, el presidente estadounidense recibió en la Casa Blanca a Yang Jiechi,  experimentado diplomático chino, ex embajador en Estados Unidos, ex Canciller y actual Consejero de Estado quien después de conversar con el mandatario estadounidense manifestó que: “En consonancia con el consenso alcanzado por los dos jefes de Estado y siguiendo los principios de no conflicto, sin enfrentamiento, respeto mutuo y cooperación mutuamente beneficiosa, China está dispuesta a incrementar los intercambios con Estados Unidos a niveles altos y diversos, ampliar la cooperación y la coordinación en áreas bilaterales de amplio alcance y en las principales cuestiones regionales y mundiales y respetar los intereses y preocupaciones principales de cada uno”.

¿Qué podemos aguardar para el futuro del planeta, al Trump de esta declaración o al que está solicitando un 9% de aumento en el presupuesto militar de su país, el mayor en una década? Es difícil predecirlo, pero a la luz de su retórica, el mundo vivirá en ascuas, esperando lo peor.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.