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A los 101 años muere David Rockefeller, el gran amigo americano de Agustín Edwards

Heredero de la fortuna petrolera de su abuelo, fue un estrecho socio del dueño de El Mercurio durante la Guerra Fría y personaje condecorado y bien recibido por los gobiernos de la Concertación, desde Aylwin a Bachelet, pese a haber apoyado el golpe de 1973 y la dictadura de Pinochet.

Víctor Herrero

  Martes 21 de marzo 2017 2:26 hrs. 
Rockefeller

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El 11 de junio del año pasado El Mercurio publicó un breve artículo titulado “David Rockefeller, el millonario más veterano del mundo, cumple mañana 100 años de edad”.

La nota recogía una frase de una entrevista que el multimillonario estadounidense dio hace unos años a la revista de negocios estadounidense Forbes: “He tenido una vida maravillosa. Estoy convencido de que, si bien lo material puede contribuir mucho a una vida hermosa, si no se tienen amigos y familiares, la vida sería vacía y triste y lo material ya no sería importante”.

Esa publicación fue pensada como un pequeño homenaje entre amigos. En efecto, Agustín Edwards Eastman, el dueño de El Mercurio, fue por más de cinco décadas un amigo íntimo del nieto menor del magnate petrolero del siglo 19, John D. Rockefeller. Hasta poco antes de su muerte David Rockefeller solía visitar discretamente Chile, normalmente para pasar unos días en la isla Illeifa en el lago Ranco, propiedad de Edwards.

Rockefeller y Edwards estrecharon su amistad en los años sesenta a través de la International Basic Economy Corporation (IBEC), que tenía diversos intereses comerciales en Chile y América Latina. IBEC Chile, el brazo local del magnate norteamericano, tenía inversiones en varias industrias chilenas y pertenecía en un 80% a Rockefeller y en un 20% a Edwards.

“Hacer negocios en América Latina era un asunto muy distinto del negocio bancario que se hacía en Nueva York o Londres —afirmó Rockefeller en su autobiografía—. En cada país, un pequeño grupo de poderosos oligarcas estaba al mando de la economía, principalmente para beneficiarse a sí mismos”.

Pero los negocios mutuos eran sólo una parte menor de sus intereses comunes. Más que nada, lo que unió a ambos magnates fue construir juntos un muro en contra del avance del “comunismo” en medio de la Guerra Fría. Así, ambos operaron activamente para apoyar la elección de Eduardo Frei Montalva en 1964, en el marco de la política de John F. Kennedy de la “Alianza para el Progreso”, pero también conspiraron entre 1970 y 1973 para provocar la caída del gobierno de la Unidad Popular.

Rockefeller, con el apoyo de su amigo chileno, formó en los años sesenta una asociación gremial llamada Business Group for Latin America (Grupo Empresarial de América Latina), que reunía a las principales empresas estadounidenses con intereses en la región. Desde este grupo se reunieron fondos para financiar las actividades en contra del gobierno de Allende. Actualmente ese gremio lleva el nombre de Council of the Americas, instancia neoyorquina por la que han desfilado casi todos los ministros de Hacienda, candidatos y Presidentes de Chile en los últimos 20 años.

Sobre el papel, David Rockefeller fue simplemente el heredero de una de las mayores fortunas del mundo y un banquero al mando del Chase Manhattan Bank de Nueva York. Pero su riqueza e influencia se extendieron a largo de varios gobiernos estadounidenses, desde Dwight Eisenhower hasta Richard Nixon, y dejaron su imprenta en varios países de América Latina.

En 1993, el gobierno de Patricio Aylwin condecoró en Washington a David Rockefeller con la Orden al Mérito Bernardo O’Higgins, que es la distinción más alta que Chile entrega a los extranjeros por servicios prestados al país. Y en septiembre del año pasado, la presidenta Michelle Bachelet lo recibió en La Moneda para hablar de temas de medio ambiente. Y eso que el recién fallecido magnate fue un entusiasta partidario de la dictadura de Pinochet.

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