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Latinoamérica: hacia la unidad por el comercio

El economista hispano, Raúl Jaime estima que un mercado libre en una región que supera los 625 millones de habitantes, alentaría la productividad de las empresas de Latinoamérica. De acuerdo a sus cálculos, dicho acuerdo permitiría a Latinoamérica convertirse en la quinta economía mundial, por detrás de la Unión Europea, Estados Unidos, China y Japón.

Roberto Meza

  Lunes 17 de abril 2017 12:00 hrs. 
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Una reciente investigación del economista hispano, Raúl Jaime Maestre, profesor en la Escuela de Negocios IEBS, concluye que la creación de un área de libre comercio en Latinoamérica y el Caribe supondría la creación de un mercado común de alrededor de US$ 5 millones de millones, es decir, alrededor del 7 por ciento del PIB a nivel mundial.

Jaime estima que un mercado libre en una región que supera los 625 millones de habitantes, alentaría la productividad de las empresas de Latinoamérica -uno de los grandes problemas de la región-; permitiría sinergias al unir las cadenas de suministro a nivel global; y serviría de escudo frente a las tendencias de un comercio internacional en que aumenta el proteccionismo, uno de cuyos exponentes es el presidente de Estado Unidos, Donald Trump.

El especialista dice que para articular esta integración, empero, se deberían evitar las complejas arquitecturas de la más de treintena de acuerdos comerciales multi o bilaterales existentes, así como la inclusión de temas ajenos al intercambio mismo, aspectos que ya han frustrado similares esfuerzos en el pasado, utilizando como base para la negociación regional la amplia red de acuerdos vigentes, un buen ejemplo de los cuales es la “Alianza del Pacífico” que integran Chile, Perú, Colombia y México.

Aceptada la evidencia de que el proteccionismo encarece la producción interna de los países, empobrece a sus poblaciones, retrasa la integración de nuevas tecnologías y reduce aún más la productividad, Latinoamérica y el Caribe requieren avanzar hacia un área comercial regional más integrada para aumentar sus exportaciones, protegerse de los ataques a nivel de comercio internacional, y estimular a las empresas para que sean más productivas, gracias a una mayor competencia entre pares.

Según datos de Banco Internacional de Desarrollo (BID), el libre comercio regional posibilitaría que las exportaciones de bienes intermedios entre países miembros, tales como maquinaria, cosechadoras y similares, aumentaría 9 por ciento. Y en el caso de los exportadores del Cono Sur podría llegar hasta el 12 por ciento, mientras las exportaciones de Centroamérica y México con respecto al Cono Sur, podrían crecer hasta 15 por ciento.

Es decir, señala Jaime, armonizando los 33 acuerdos de libre comercio vigentes entre los diferentes países, y las 47 regulaciones que rigen el contenido local de los productos, se podría conseguir un mercado único que alcanzaría a los US$ 5 millones de millones, alrededor del 7 por ciento del PIB mundial. La condición para conseguir este avance sería evitar que esta liberación comercial adopte formas de integración política que requieren de ajustes en áreas complejas como las laborales, inversiones y entidades supranacionales, todo lo cual termina dificultando la materialización de los acuerdos, tal como ha podido observarse en Europa.

Jaime cree que para suscribir un acuerdo de libre comercio no se requiere más que la reducción de aranceles en la región, desgravando el 20 por ciento de las transacciones que aún están gravadas. Tal decisión no cuesta ni más dinero, ni más burocracia, sino la voluntad política de los países firmantes y cierto capital administrativo. Así, una empresa de Colombia que exporta camisas a Uruguay, está hoy sujeta solo a los acuerdos comerciales entre los dos países. Pero si la tela con la que se fabrican proviene de un tercero, esa venta también depende de los acuerdos que aquel tenga con Uruguay y Colombia. Eliminar estas trabas a través de normas de origen facilitaría el comercio intrarregional generando mayor valor y actividad económica en la zona.

De acuerdo a los cálculos de Jaime, dicho acuerdo permitiría a Latinoamérica convertirse en la quinta economía mundial, por detrás de la Unión Europea, Estados Unidos, China y Japón.

Las condiciones socio económicas y geopolíticas globales presentes hoy son provocadoras, pues el mundo vive momentos en los que las barreras internacionales al comercio han vuelto a levantarse, dados los impactos políticos que el comercio abierto ha suscitado en los sistemas laborales de naciones desarrolladas, coyuntura que, empero, abre una oportunidad a Latinoamérica para actuar como una única fuerza.

Por lo demás, el reciente abandono de EE.UU. del tratado de libre comercio que integra a los países de la cuenca del Pacífico y Asia, el Trans-Pacific Parnetship (TPP), permite que la región impulse la creación de un área comercial propia, sin depender para ello del gigante del Norte, al tiempo que añade posibilidades a que países como Japón o China puedan expandirse comercialmente dentro de los diferentes mercados que integran Latinoamérica.

China y Japón ya han mostrado interés en fortalecer las relaciones comerciales con Latinoamérica. China, anteriormente estimulando un alternativa al Trans-Pacific Parnetship (TPP) mediante un tratado de libre comercio conocido como Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP), mientras que la “Alianza del Pacífico” conforma un buen marco jurídico e institucional para Japón, en la medida que favorece no sólo la movilidad de bienes y capitales, sino también de las personas, posibilitando transferencias de tecnologías de punta hacia Chile, Colombia, Perú y México, este último amenazado por el cierre de fronteras con EE.UU. y renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA).

El resto de las naciones de Latinoamérica cuentan con acuerdos subregionales como Mercosur, Sica o Caricom, reunidos en torno a Aladi, que pueden constituir una base para ampliar el comercio libre al conjunto del área latinoamericana, aunque con la condición de desenmarañar los complejos acuerdos vigentes, simplificar sus normas y permitir la mayor fluidez posible del comercio intrarregional. La oportunidad que la presidencia de Trump está brindando a la región parece pues apuntar a que ha llegado el momento de Latinoamérica para unirse comercialmente, más allá de sus tradicionales diferencias por cuestiones político ideológicas que la han desunido.

 

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