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Jean-Luc Mélenchon: ¿el “Chavez francés” y la exportación del “modelo bolivariano”?

Admirador de lo que califica la “primera ola progresista y democrática después de la caída del muro de Berlín”, adscribe a su idea principal, que el ciudadano es el motor de la historia, lo que significa, de acuerdo con la ideología marxista, “que el individuo se extrae de sus determinaciones, de sus intereses particulares para organizarse y buscar el bien común. Eso es lo que le hace ciudadano, y que hace que los dos pilares de esta revolución sean la devolución del poder al pueblo paralelamente a una búsqueda propia del bien común".

Enzo Bonnaudet

  Viernes 21 de abril 2017 18:23 hrs. 
Jean-Luc Melenchon

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En vísperas de la primera vuelta de los comicios presidenciales franceses, fácil parece la amalgama entre el candidato de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, y las conspicuas figuras del Bolivarianismo en la actualidad latinoamericana, por lo tanto, obvios parecen sus nexos con las corrientes de las izquierdas gubernamentales ecuatoriana, venezolana, boliviana y española.

De hecho, el líder de la coalición de ultraizquierda siempre reivindicó los modelos de la revolución bolivariana como fuente determinante de inspiración para la “Revolución Ciudadana” diseñada para una adaptación francesa, de la cual reconoce públicamente el vínculo de parentesco con la Revolución Ciudadana ecuatoriana de Rafael Correa, en las ideas como en su estrategia política de conquista del poder. Admirador de lo que califica la “primera ola progresista y democrática después de la caída del muro de Berlín”, adscribe a su idea principal, que el ciudadano es el motor de la historia, lo que significa, de acuerdo con la ideología marxista, “que el individuo se extrae de sus determinaciones, de sus intereses particulares para organizarse y buscar el bien común. Eso es lo que le hace ciudadano, y que hace que los dos pilares de esta revolución sean la devolución del poder al pueblo paralelamente a una búsqueda propia del bien común”. Hasta el rol de una Asamblea Constituyente cuya labor tiene que ser ratificada por referéndum popular, que desempeñó un papel clave en la estrategia de Rafeal Correa durante su primer mandato en 2008, insumos que constituyen la piedra angular de lo que identifica como une necesaria refundición institucional.

Sin embargo, es preciso tener mucho cuidado a la hora de considerar los paralelos apresurados, que tratan de infundir miedo y de ponerle atajo a la repentina dinámica popular que lleva el candidato en el improbable cuarteto que se disputa el acceso a la segunda vuelta de las elecciones. Asimismo, cuando el diario de derecha francés Le Figaro tituló la semana pasada Mélenchon: el delirante proyecto del Chávez francés, no parece desproporcionada la reacción irónica del individualizado ante la poca seriedad de estos infundios: “De nuevo se anuncia con mi victoria electoral el invierno nuclear, una lluvia de sapos, los tanques del ejército rojo, y el desembarco de los venezolanos”. “El sistema tiene susto, y tiene bueno motivos por eso”, agregó sin negar su antigua proximidad con el comandante, al que visitó varias veces en Venezuela. Es de notar que el mismo pánico al comunismo fue instrumentalizado en 1981 cuando el presidente socialista François Mitterrand salió electo

Ahora bien, ¿es comparable el programa real de Mélenchon con el actual manejo del poder del presidente Maduro y del expresidente Correa, cuyo último mandato fue caracterizado por una inflexión populista – encarnada por ejemplo por la censura de los medios de comunicación de la oposición-? Definitivamente, no. Es imprescindible distar lo que resulta ser un intento de asimilar al candidato a la representación que tienen los franceses común y corrientes de la política latinoamericana en estos momentos turbios para Ecuador y sobre todo Venezuela, y la inspiración enfocada en principios que se forjó Mélenchon acerca de los procesos políticos en estos países del Cono Sur.

En las propuestas del candidato de Francia Insumisa, figuran ideas fundamentales a favor de una mayor independencia de la Prensa respecto a ambos sectores público y privado, y de un mayor involucramiento del cuerpo ciudadano en los asuntos políticos, además de medidas que tienden, justamente, a golpear la concentración del poder y el uso patrimonialista del aparato estatal, debate que estructuró gran parte de la campaña. Comparada al indigenismo, su revaloración de los territorios ultramarinos franceses como entidades más autónomas tiene la meta de solucionar los problemas de largo plazo de una Francia nunca verdaderamente integrada al resto del país. Si tiene que ser implementado y analizado para ser juzgado en finalidad, no hay que olvidar que el proyecto de Mélenchon se enmarca en la larga tradición democrática francesa, y parece coincidir con una demanda popular creciente en el país, agotado por casi sesenta años de un régimen acusado de “monarquismo”, que explicaría su espectacular alza en los sondeos.

En cuanto al apego particular de un hombre hijo de inmigrantes españoles nacido en Marruecos, que domina el idioma castellano, por el área hispanoamericana es de recalcar que si bien es cierto que su política exterior favorecería el establecimiento de una colaboración con “una determinada clase de América Latina”, quedaría en el marco de una visión altermundialista global. En efecto, entre sus propuestas se desprende una voluntad de adherir al impulso por una nueva gobernanza internacional, con un acercamiento con la izquierda latinoamericana: Instaurar una política de codesarrollo con América Latina en el Caribe adhiriendo a la ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, que hoy reúne once miembros entre los cuales Bolivia, Cuba, República Dominicana, Ecuador, y Nicaragua), apoyar la propuesta formulada en 2015 por Argentina en el marco de la ONU sobre la elaboración de un mecanismo de reestructuración de las deudas soberanas, y adherir al banco de desarrollo de los BRICS (pensamos específicamente en Brasil) con vistas a fomentar una nueva alianza que se fundaría en la independencia de cada uno.

El potencial presidente Jean-Luc Mélenchon podría entonces pretender restituir al bolivarianismo unas de sus letras de oro, al tratar de trasladar sus formas a Francia. A primera vista, su elección como líder de la Nación francesa modificaría el balance de fuerzas a favor de los dirigentes bolivaristas, si en los hechos, su “revolución ciudadana” se conforme más con sus modelos inspiradores, que con el ejercicio concreto del poder que mostraron sus graves debilidades y riesgos en el contexto político latinoamericano. Su estilo discursivo, tachado de “populista” por algunos que hacen una referencia al manejo ultrapersonal del poder de los presidentes bolivarianos, tiene mucho que ver con el uso masivo de los medios de comunicación online, típico de la contemporaneidad en las formas de hacer la política, y no puede solo ser demonializado en manipulación de las masas.

Para probar que su proyecto incluye una reflexión crítica sobre estas experiencias, eso sí, tendrá que confirmar una tendencia que hasta el momento no le permite calificarse en la segunda vuelta en los sondeos.

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