La socialité primero, después la cultura

  • 25-05-2017

“Los hombres conceden gran importancia a su conservación y a la propagación de la especie. Y sólo cuando estos instintos están ya satisfechos, se interesan por lo que producen los escritores, los poetas y los artistas. El arte es simplemente un refugio creado por los avispados lo bastante abastecidos de comida y mujeres, con el fin de huir del tedio de la existencia”.
Se lee en “Servidumbre Humana” de William Somerset Maugham, en boca de un poeta llamado Cronshaw.

Esta situación trascurre a fines del siglo XIX, cuando comienza a surgir el impresionismo, pero ya el autor acusa el interés social por lo social a costa del arte.

Lo dicho por Cronshaw, si bien mantiene algo de su esencia, hoy en día prima el marketing y el enjuague social de la cultura, excepción sea hecha de la acción de osados independientes.

Aparte de un suplemento cultural y algunas revistas con apoyo o sin del gobierno, existe poco material de lectura sobre el arte en sí, en los medios de comunicación. Radios como la Universidad de Chile, constituyen valiosas ventanas hacia un mundo del intelecto que merece el respeto debido y que en este caso mantiene un contacto físico con sus auditores en su Sala Master.

Las páginas de vida social antiguamente abocadas a difundir matrimonios y acontecimientos de ese tipo, ahora se consagran a las “vernisage”, es decir, inauguración de de exposiciones.
Si nos detenemos a mirar (no leer) las páginas, dedicadas “al arte” en numerosas en algunas revistas y el “El Mercurio”, podrá apreciar fotos de mucha gente, casi siempre las mismas embarcadas en el carrusel cultural Todas con nombre y algo poco común en países desarrollados, con segundo apellido incluido.
La gente conversa con el cuadro no de fondo, sino de costado. Luego, para la foto champán o copa de vino en mano, de espaldas a la obra de arte, sonríe y luego se vuelve, no hacia el cuadro sino a un frente a frente, para aludir negocios o situaciones familiares. Sólo les interrumpe el mozo con la bandeja, o el reportero gráfico que tiene la osadía de preguntar el nombre de un recién llegado al grupo de asiduos visitantes a las presentaciones.

Un colega extranjero, que trabaja en Bonn como free lanzer vino a Chile el año pasado. Hojeaba un periódico en un café y de pronto exclama: “¡Mensch)! (hombre), esto es increíble.
Sus ojos se habían clavado justamente en las sociales-culturales y no daban crédito. “¿Dónde esta la obra? No se ve en ninguna parte, solamente veo señoras y señores”, comenta.
Sitios otrora independientes, que atacaban a mineras e industrias destructoras del ambiente, ahora han sido neutralizadas por campañas de publicidad en éstas.

Lo mismo, el arte de alto vuelo que se maneja en empresas con corporaciones culturales, como la reciente adquisición de un Matta, por ejemplo, dirigen su compra a una elite o clientela. Rara vez habrá una concurrencia masiva-popular para apreciar este inmenso Matta que dicho sea de paso, requiere urgente restauración.

Hubo un Matta de grandes proporciones en el casino de la Unesco en París. La gente pasaba indiferente ante el cuadro hasta que Jorge Edwards lo vio y tengo entendido que el rumbo de la historia de esa obra cambió radicalmente.

En las presentaciones de libros, cuando se trata de ediciones especiales, concurre gente de cuello y corbata y poca atención prestan al orador y al escritor; más bien esperan el momento del reencuentro y la bandeja con los canapés.

Creo que sólo los poetas logran salvarse de la frivolidad. El vate camina sobre un camino selecto y difícil; tan complicado que los petit bouché no los alcanzan.
En suma, una variante de la servidumbre humana que pisa nuestra tierra.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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