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Centenario de José Aldunate: diez frases de un cura obrero

El sacerdote jesuita cumplió un siglo de vida. Con frases a favor del aborto, del matrimonio homosexual y en evidente disidencia de la jerarquía eclesial chilena, José Aldunate sigue haciendo ruido en el país. El respaldo se lo da una vida de involucramiento con los más pobres y su férrea defensa y promoción de los derechos humanos en dictadura. Acá un repaso de sus dichos más significativos.

Martín Espinoza

  Lunes 5 de junio 2017 21:38 hrs. 
El sacerdote José 'Pepe' Aldunate falleció este sábado a sus 102 años. Aldunate recibió el Premio Nacional de Derechos Humanos en el año 2016.

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Son ya cien años de José Aldunate para Chile. Cien años de lucha y de compromiso con la doctrina social de la Iglesia, la de verdad, la que habla de una institución con y para los pobres.

Para conmemorar el centenario de uno de los curas que resistió contra la dictadura cívico-militar, en Diario Universidad de Chile rescatamos las frases más valiosas del sacerdote jesuita.

Antes de involucrarse con la población más vulnerada, José Aldunate fue designado como Provincial de los jesuitas en Chile, una suerte de superior de la congregación. Una vez terminada su labor en ese puesto, Aldunate comenzó a cuestionar eso que lo terminó haciendo un cura emblemático:

“Había cumplido con mis tareas de Provincial, entonces me sentí más libre. Dije ¿por qué no pruebo un poco la inserción en el mundo obrero? Si yo estaba hablando de justicia en mi cátedra como profesor de moral, me daba la impresión de que no estaba responsabilizándome de lo que es en verdad la justicia. Jesús dice que no el que habla sino el que hace la voluntad de Dios, ése cumple. Yo me acordaba del “padre Gatica”, que predica y no practica. No quería ser un padre Gatica, pero vi que no me acercaba al que sufría injusticia”.

Aldunate entró a trabajar a una construcción como mano de obra pocos días antes del golpe militar de 1973. Era en esos años, y en esa misma línea, que comenzó a estudiar la Teología de la liberación.

“Al pasar al mundo obrero me sentí instintivamente solidario de su mundo, preocupado de la justicia, sintiendo constantemente esa distancia que hay entre el rico y el pobre. Una distancia que es excesiva, injusta, una injusticia estructural. Uno quiere entonces cambiar las estructuras del país, hacer cambios más revolucionarios”.

Ya con la dictadura instalada y en pleno periodo represivo, Pepe Aldunate adquirió un papel importante en la defensa de los derechos humanos y la protección de los amenazados por el régimen.

Durante los primeros meses de dictadura José Aldunate, por un favor que le había solicitado un amigo, colaboró en meter a 23 personas en la Nunciatura para luego sacarlos del país. Sin la previa aprobación del Nuncio ayudó a pasarlos por arriba del muro, lo que le significó una verdadera liberación interna:

“Era algo bastante aventurado y logré hacerlo, pero evidentemente quedé muy mal ante los ojos de la ortodoxia eclesial, como un cura poco prudente. Por todo el trabajo que había hecho antes como formador del clero, profesor de teología, Maestro de Novicios y Provincial, yo era bastante estimado en la jerarquía eclesiástica y poco menos que candidato al obispado en alguna parte de Chile. Así que después de este hecho sentí una verdadera liberación, ya no había peligro de que me buscaran para ningún cargo eclesiástico”.

Durante la dictadura también formó parte del equipo de una revista clandestina en contra del régimen. La revista se llamó No Podemos Callar y fue el mismo sacerdote el que quedó a cargo de la publicación:

“Era una publicación que decía todas las cosas que pasaban, lo que el gobierno quería que se callase. Era clandestina por supuesto. Mandábamos esta revista a nuestros amigos de distintas partes del país y también a los recluidos en el extranjero”.

En el año 83’ participó de su primera manifestación en contra de Pinochet. Para protestar se eligió un centro de torturas ubicado en avenida Borgoño y, en frente del portón de fierro, Aldunate desplegó un lienzo:

“Llevamos un lienzo que decía “aquí se tortura”. Armamos un escándalo en la calle, paramos el tráfico, echamos un canto, juntamos 70 personas. Hasta que llegaron los carabineros, con sus carros. Se llevaron a algunos, otros nos metimos en los carros, por fuerza. Llegamos a las comisarías, allá no encontraban qué hacer con nosotros”.

El cura obrero de ahí en adelante no paró. Protestó frente a El Mercurio, en sus dependencias del centro de Santiago, con otro lienzo cuya leyenda decía “El Mercurio se calla”. También participó de protestas frente al Congreso Nacional, en las micros, en el metro…

Formó parte del Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, visibilizando en el exterior la realidad que vivía el país.

Así llegó la democracia, con José Aldunate escribiendo sobre sus vivencias, columnas, reflexiones e, incluso, una autobiografía llamada “Un peregrino cuenta su historia”.

Ya instalado el siglo XX, y desde el hogar de anciano que lo acoge, José Aldunate no ha dejado de manifestar públicamente sus opiniones y juicios respecto a distintas coyunturas, sobre todo en asuntos valóricos.

Sobre el aborto terapéutico su postura es clara:

“Estoy de acuerdo. Es un derecho de la madre defender su vida cuando está en peligro por un feto inviable. También lo estoy con el aborto en caso de violación. Hay mujeres que al ser violadas quedan tan traumatizadas que no pueden tener un niño que para ellas les recuerda a su violador. Uno no puede obligarlas a pasar por ese calvario. Una violación es un trauma muy grande. Pero con el aborto terapéutico no debiera ser tema. Soy de la idea, de que si una mujer puede morir por un embarazo, que vaya y se le opere. Y punto. No debería haber problemas. Tanto que le dan vuelta al asunto. Y que el médico vea lo que es mejor para la salud de esa mujer. Y si es un peligro para la madre, apliquen el aborto terapéutico”.

Sobre el matrimonio homosexual Aldunate también ha mostrado una postura divergente a la que ha seguido históricamente la Iglesia:

“Lo apruebo. El homosexual tiene derecho a amar y compartir su vida con otra persona. Si la naturaleza le pide una relación homosexual, entonces, bueno: es lo que pide la naturaleza y es legítimo”, señaló.

Sobre la adopción de parejas homosexuales Aldunate también ha mostrado una postura favorable: “En toda adopción no se trata de beneficiar a la pareja, sino que al niño. Entonces, hay que juzgar si esta pareja es capaz de dar a este niño una vida positiva. Pero ese mismo criterio hay que aplicarlo a una pareja de homosexuales que quieran adoptar y a una pareja de heterosexuales. Ver si los homosexuales son capaces de ser padres cariñosos de sus hijos. Y, bueno, algunos dicen que en principio una pareja homosexual no puede ser padre, pero no estoy de acuerdo con eso: eso es juzgar antes de tiempo, es juzgar en teoría y no en la práctica”.

Aldunate también ha dado cuenta de una postura que contradice en ciertos aspectos la conducción de la jerarquía eclesial chilena. Es en ese escenario en que ha deslizado críticas en contra del mismo Cardenal Ricardo Ezzati y, de pasada, contra El Vaticano:

“Me habría gustado más (Monseñor Alejandro) Goic como arzobispo. Es más afín conmigo. Ezzati estuvo mucho tiempo en Roma, lo que me hace desconfiar. Pero tampoco tengo una mala impresión. Espero que esté a la altura de los cambios que quiere hacer el Papa Francisco. Ezzati es un obispo dentro de la lista que hace lo que cree que debe hacer. Pero vendrán después otros que puedan hacerlo mejor que él”.

El jesuita ha sido fiel partidario de reformar la Iglesia. A su juicio es una institución retrógrada y la Biblia, un texto machista:

“La Biblia es machista, muy machista, pero muy muy machista. En algunas partes parece que solo los hombres tienen derechos y que las mujeres no comparten esos derechos. Por ejemplo, cuando habla de adulterio es la mujer la que tiene la culpa y el hombre el que tiene el privilegio. Si eso no es machista, ¿qué es? Estoy de acuerdo (con que pudiesen haber mujeres papisas). Y que hayan mujeres obispas, también. Soy partidario de que la mujer se acoja en todos los cargos de importancia de la Iglesia. Porque, así como en la política, la mujer ha tomado una dimensión enorme y se muestra muy capaz en lo religioso”.

A los 99 años recibió el Premio Nacional de Derechos Humanos, distinción entregada por el Instituto Nacional de Derechos Humanos. A sus cien años Pepe Aldunate ya no marcha ni grita en los megáfonos, pero su voz de protesta probablemente se siga oyendo por largos años más, sobre todo en la lucha de los muchos y muchas que aspiran a cambiar una Iglesia que poco a poco se queda con discursos del pasado.

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