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Más allá de una banana: la vida musical de Andy Warhol

Los rostros de Mick Jagger, Prince, Debbie Harry y Michael Jackson están entre las más de 200 piezas que integran Andy Warhol. Ícono del arte pop, la muestra que se puede visitar desde este miércoles en el Centro Cultural La Moneda. Acá, algunos hitos de una biografía que siempre tuvo una conexión musical.

Rodrigo Alarcón

  Miércoles 14 de junio 2017 8:09 hrs. 
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Terciopelo subterráneo

Es la más repetida de las referencias musicales de Andy Warhol: en el primer disco de los Velvet Underground, publicado en 1967, aparece acreditado no solo como productor, sino también como autor de la archiconocida imagen de la banana amarilla sobre fondo blanco. En la carátula, de hecho, no figura el nombre del grupo, sino la pintura junto a la firma del artista. Y las primeras copias del LP, además, ofrecían la posibilidad de pelar la fruta “lentamente y ver” (“peel slowly and see”), debajo, otro plátano de color carne.

El disco, en realidad, es el fruto de una relación que Warhol y los Velvets iniciaron años antes. En Please kill me, la historia oral del punk escrita por Legs McNeil y Gillian McCain, el cineasta Paul Morrissey recuerda que él instó a Andy Warhol a entrar en el negocio del rock and roll, cautivado por la fantasía de llenarse los bolsillos: “Andy no quería, nunca lo habría pensado. Incluso después de pensarlo, tuve que empujarlo a hacerlo (…) Mi idea era que podría hacer mucho dinero representando a un grupo de rock and roll que tuviera su nombre en los periódicos, y si había una cosa para la que Andy era bueno era para poner su nombre en los periódicos”.

Fue así como el hombre de las sopas Campbell se convirtió en representante y productor de la banda. Fue a verlos tocar y, al finalizar, se estrecharon las manos: “Andy Warhol me dijo que con la música estábamos haciendo lo mismo que él estaba haciendo con la pintura, las películas y la escritura”, dice Lou Reed en Please kill me, aunque la relación siempre fue tensa. El mismo Morrissey incorporó a Nico, la modelo y actriz que había fascinado a todos en la Factory, para fastidio de Lou Reed. Con ella, se unieron a la Exploding Plastic Inevitable, una performance dirigida por el propio Warhol y que integraba también cine, danza y otras disciplinas.

Al poco tiempo grabaron el disco. ¿Cuánto intervino realmente Warhol? Además de aportar para su financiamiento, fue como un paraguas bajo el cual se cobijó el grupo. En Please kill me, por ejemplo, Lou Reed recuerda que el artista lo instó a mantener el lenguaje callejero de las letras en la grabación: “Él estaba interesado en provocar, darle una sacudida a la gente y no comprometernos (…) no quería que se limpiara y, como él estaba ahí, no ocurrió”. Años después, su compañero John Cale le dijo a Rolling Stone que Warhol “no dijo mucho, pero estaba ahí. Eso era usual con Andy. Él decía pocas cosas, pero eran efectivas para que las cosas pasaran. Incluso cuando hacía sus películas no decía demasiado, pero sin él, nunca hubieran ocurrido”.

Finalmente, no hicieron mucho dinero como deseaba Morrissey (al menos no de inmediato) y para cuando Verve/MGM se decidió a sacar un disco que no los convencía, la alianza ya se había quebrado. Lou Reed -y John Cale- hasta le dedicó un disco más tarde (Songs for Drella, de 1990), pero entonces no quería saber nada: “Lou quería tocar rock and roll. No quería más la cosa arty -recuerda el artista Ronnie Cutrone en Please kill me. Quería ser puro rock and roll. Tú sabes, suficiente es suficiente. Los Velvets no los tocaban en la radio. No había grandes contratos. Pero eso no era solo falta de Andy, o sea, mira de lo que escribían: heroína y marineros desnudos muertos en el piso. O sea, ¡no los iban a tocar en la radio con ‘Venus in furs’!”.

El hombre de los discos

Antes de ser un artista de referencia, Andy Warhol trabajó como publicista e ilustrador, así que cuando firmó la carátula de los Velvet Underground, repitió una labor que venía cumpliendo hace tiempo. En 1949 solo tenía 21 años y elaboró la portada de A program of mexican music, un disco del compositor mexicano Carlos Chávez patrocinado por el Museo de Arte Moderno de Nueva York, que fue el primero de los más de 60 diseños a los que puso su firma. Si se sigue esa producción, se puede hacer una breve historia discográfica estadounidense, con muestras de música clásica, ópera, jazz, rock, soul, disco, punk o new wave. Por eso, es algo injusto remitirse solo a la portada de los Velvet Underground o a la de Sticky fingers, el clásico disco de los Rolling Stones al que le puso una cremallera particularmente polémica.

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1949 Carlos Chavez "A Program of Mexican Music" 10" LP

De hecho, esta semana termina en Cataluña Silver songs. La música de Andy Warhol, una exposición que aborda los vínculos entre su producción plástica y las figuras de la industria musical. En el catálogo de la muestra, se lee que en los momentos más significativos de su trayectoria, ambas siempre se cruzaron: “Desde la apropiación del serialismo -bajo la influencia de músicos como John Cage y La Monte Young al inicio de los ‘60- hasta la actualización del concepto wagneriano de obra de arte total materializado en shows multimedia como la Exploding Plastic Inevitable con los Velvet Underground; desde el culto a la celebridad evidenciado en sus retratos a estrellas del pop y el rock como Mick Jagger, Diana Ross o Michael Jackson hasta su involucramiento activo en medios relacionados con la industria musical, como The Interview, la dirección y producción de videos para grupos como The Cars o Curiosity Killed The Cat o programas como Fifteen Minutes para MTV”.

¿Algunos nombres? Ilustraciones, diseños o retratos de Andy Warhol se pueden rastrear en discos con música de Rossini, Mozart, Count Basie, Johann Strauss, Artie Shaw, Paul Anka, Diana Ross, Miguel Bosé, Aretha Franklin o John Lennon. Eso, por nombrar solo algunos.

Los rostros

Dicen que cuando Bob Dylan fue a la Factory, Andy Warhol le regaló uno de sus retratos de Elvis Presley y al músico lo entusiasmó tan poco, que al poco tiempo se lo cambió a su mánager por un sofá. Dylan llegó en esa ocasión al estudio de Warhol por su nunca aclarada relación con Edie Sedgwick, pero en esa Nueva York todo y todos parecían mezclados.

En su libro Éramos unos niños, Patti Smith describe sus incursiones junto a Robert Mapplethorpe y la artista Sandy Daley en lo que llama el Triángulo de las Bermudas de la ciudad: “Brownie’s, Max’s Kansas City y la Factory, todos próximos entre sí. La Factoría se había trasladado de su domicilio original en la calle 47 al  número 33 de Union Square. Brownie’s era un restaurante de comida sana cercano donde comían los acólitos de Warhol, y Max’s, el bar donde pasaban las noches”.

Su recuerdo es de 1969, Warhol ya había recibido un balazo de Valerie Solanas -el que inspiró “Andy’s chest”– y no salía tanto, pero su sombra todavía cubría el lugar: “Sandy había conocido Max’s cuando era el centro social del universo subterráneo y Andy Warhol reinaba pasivamente en la mesa redonda con su carismática reina rubia platino, Edie Sedgwick. Las damas de honor eran hermosas, y entre los caballeros andantes estaban Ondine, Donald Lyons, Rauschenberg, Dalí, Billy Name, Lichtenstein, Gerard Malanga y John Chamberlain. En tiempos recientes, se habían sentado a la mesa redonda miembros de la realeza tales como Bob Dylan, Bob Neuwirth, Nico, Tim Buckley, Janis Joplin, Viva y The Velvet Underground”, escribe.

Por la Factory y ante Warhol, claro, no solo había pasado Dylan. El propio Lou Reed se sometió a uno de los llamados screen tests de Warhol (hoy disponibles y “musicalizados” en Youtube), que a principios de los ‘60 ya había puesto a Elvis en una de sus obras. Quizás atraído por su estatus de celebridad en declive más que por sus canciones, el artista tomó una imagen del western Flaming star (1960) y produjo varios retratos que se sumaron a los que ya había hecho de Marilyn Monroe, Jacqueline Kennedy y Elizabeth Taylor. Y siguió en las décadas siguientes: Mick Jagger, Debbie Harry, Michael Jackson y Prince fueron objetos de su trabajo y, en algunos casos, de su obsesión. Hoy, un fragmento de esa historia está en Santiago.

¿Dónde y cuándo?

La exposición se puede visitar hasta el 15 de octubre en el Centro Cultural La Moneda, de lunes a domingo, entre las 9:00 y 19:30 horas. Las entradas tienen valores de $3.000 (general) y $1.500 (estudiantes, tercera edad y convenios). Todos los días, antes del mediodía, la entrada es gratuita.

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