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Reflexiones sobre el presente de la economía mundial


Viernes 23 de junio 2017 7:36 hrs.


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En la economía pos Guerra Fría (es decir la economía occidental desde los años setenta hasta nuestros días, o llamada economía “neoliberal”), el crecimiento del PIB careció de sentido para la mayoría de la población mundial, pues sólo enriqueció a un puñado de hipermillonarios, y también hizo perder participación a las mayorías en el ingreso total.

Así en Japón esas mayorías de trabajadores se apropiaban del 80% del ingreso hasta la década de los 70; al llegar al siglo XXI, su participación se reduce al 65%; en Estados Unidos de Norteamérica, en el mismo período la participación del trabajo se reduce del 71% al 63%.

General Motors ocupaba el 1% de los empleos en Estados Unidos entre 1950-60; una empresa de similar importancia como Apple, ocupa hoy un empleo que representa apenas el 0,05 % de los empleos nacionales.

La producción  se ha ido trasladando a Asia (Asia es ahora la factoría del mundo); la producción que Alvin Toffler llamaba de chimenea, se derivó hacia esa región, quedando  el Occidente desarrollado con las tecnologías de la cuarta y quinta revolución tecnológica, acompañada del consumo de lujo y la especulación financiera, todo lo cual no permite generar crecimiento estable.

A mediado de los 80, se estimaba que 2/3 partes del comercio mundial de bienes se realizaba entre todo el sistema mundial conocido como “corporaciones transnacionales”.  Del total de las transacciones comerciales mundiales 1/3 de ellas se realizaban entre casas matrices y sus filiales repartidas por el mundo y otro tercio correspondía a intercambios entre empresas transnacionales no relacionadas.

Entonces caemos en la cuenta que el motor de crecimiento de la economía productiva mundial (que se debe diferenciar claramente de la economía especulativo-financiera), es responsabilidad de apenas 60.000 mega empresas transnacionales con más de 800.000 filiales en el extranjero. Esto se refleja en que los países desarrollados continúan siendo, además, el punto principal de origen y destino de las Inversiones Extranjeras Directas, llegando a consolidar el 75% del origen y el 85% del destino de las mismas.

No se puede desconocer que los países en vías de desarrollo han cuadruplicado sus tasas de inversión en este tiempo globalizado, pero lo que se debe dejar establecido, igualmente, es que esa mayor inversión directa se ha dirigido en más de un 80% a los países asiáticos emergentes; el saldo ha derivado al resto de las regiones subdesarrolladas, tocando a América Latina un destino que no supera el 14%, de los cuales Brasil,  Argentina y México se llevan la mayor tajada.

En un estudio realizado en la República Federal de Alemania, se constató que las empresas entre menos impuestos pagaban y más ganaban, menor era la tasa de inversión efectiva. De hecho, entre 1982-86, el salario real de los trabajadores se incrementó en un 2% mientras que las utilidades de las empresas (intereses y dividendos) se elevaron a un 44%. En 1960 los asalariados pagaban un 16% de impuestos sobre sus ingresos y el impuesto a la renta era del 20%. En 1985 los trabajadores debían pagar un 33% de impuestos mientras que las empresas bajaban al 16% su contribución.

¿Qué pasó con la inversión?

En el período de mayor carga tributaria (1960 a 70) el capital contable de las empresas creció en 49.000 millones de marcos, mientras que la inversión productiva lo hizo en 53.000 millones de marcos.

En el tiempo de menor carga tributaria (1980-90) para las empresas, estas aumentaron su capital en 90.000 millones de marcos, pero la inversión productiva no superó los 25.000 millones de marcos. Esto nos dice que el excedente no invertido fue a parar a la inversión financiera y a los paraísos fiscales.

Algo muy similar a lo que acontece en Chile con el FUT y los excedentes que no se invierten en el sector productivo sino que van a parar a la especulación y a las reservas en paraísos fiscales. Este sistema ha traído entrelazado en su lógica una inversión de dudosa calidad (utilidad productiva efectiva) e insuficiente, además de fomentar una forma de ahorro improductivo.

Según Piketty, actualmente el milésimo superior de la población (los más altos ingresos) se apropian del 20% del patrimonio total. Si ese patrimonio crece a 6% (que es la tasa piso de los privilegiados financieros, el autor calcula que  la rentabilidad normal para las grandes inversiones es del 10% y más), al cabo de 30 años se triplicará su participación en la riqueza mundial, y para entonces serán dueños del 60% del patrimonio mundial..

Si su rentabilidad baja al 4%, entonces en los 30 años alcanzarán, de todas formas,  a duplicar su patrimonio.

(Nota: la rentabilidad mundial promedio actual, no privilegiada, es del 2% anual y menos).

Se ha comprobado que el 10 milésimo más ricos del mundo (unos 450.000 adultos, puesto que existen  4500 millones de adultos  en total) poseen un patrimonio personal de  50 millones de euros, es decir un patrimonio 1000 veces superior al promedio mundial, pero, además, esos 450.000 adultos son dueños del 10% de la riqueza existente.

Las herencias representan el 50% del valor de las fortunas  en el presente; pero como es sabido que estas se subestiman (para pagar menos impuestos), se calcula que representan  entre el 60% y 70% de la riqueza acumulada en términos reales.

Piketty nos recuerda que nos vamos aproximando a lo que fue el tiempo de mayor acumulación concentrada de patrimonio, es decir la belle epoque, tiempo en que esa concentración representó entre el 80% y 90% de la riqueza  mundial, explicada por la herencia.

Un dato adicional:  Los fondos universitarios acumulados por 800 universidades privadas en EE.UU, alcanzan los US$ 400.000 millones, con un rendimiento del 8,2% entre 1980 y 2010; 7,2% entre1990-2010 y a largo plazo bordea el 10% (similar al rendimiento de los supermillonarios FORBES. Los impuestos son casi inexistentes por tratarse de fundaciones de utilidad pública.

Estos fondos acumulados por las universidades ya van representando el 3% del PIB de Estados Unidos.