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Reformas, presupuesto, gasto fiscal y crecimiento

Como se sabe, a nivel internacional, el comportamiento de los tres grandes bloques de mercados de intercambio relevantes para Chile, ha seguido tardo, aunque mejorando, con una zona Euro con un crecimiento económico que ha alcanzado máximos de casi seis años, a medida que el de Alemania y Francia toma impulso, cerrando su mejor primer trimestre desde el segundo ejercicio de 2011; EEUU, que creció 1,4% en igual lapso de 2017 en comparación con el último de 2016, dos décimas más de lo reportado previamente, según el Departamento de Comercio, mientras que para Asia, el Banco Mundial prevé un crecimiento del 6,9% este año y para China, de 6,7% por encima de la meta gubernamental de 6,5%. Así y todo, como se ve, se trata de un ritmo aún menor comparado la década anterior y que pudiera justificar, en parte, la mirada de la autoridad.

Roberto Meza

  Martes 11 de julio 2017 16:22 hrs. 
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El Ministerio de Hacienda ha reducido su proyección de crecimiento para 2017, desde el 2,25% en que se estimó como expansión del Producto Interno Bruto (PIB) para elaborar el Presupuesto 2017, a 1,5%, guarismo que representa el menor resultado desde 2009.

El secretario de Estado ha afirmado, asimismo, que, en efecto, “las reformas tienen impactos de corto plazo que a veces vale la pena pagar por un bien superior”, aunque ha insistido en poner en perspectiva cuánto de esta ralentización es producto interno y cuánto externo, destacando que, si bien la inversión minera en Chile ha caído durante los últimos tres años, lo ha hecho menos que en Perú, Canadá y Australia, tres países eminentemente mineros, dato que sugiere que el factor exterior ha sido fundamental para explicar lo que sucedido en estos años.

Al reconocer la desaceleración adicional de la actividad en el último trimestre de 2016 e inicios del 2017, Valdés también ha apuntado al efecto minero, recordando la huelga de Escondida en el norte, que provocó un “bache adicional” en la producción. Y aunque, además, las exportaciones han estado débiles, si se saca la minería de la ecuación, los envíos están volviendo gradualmente a crecer a mayor ritmo que antes.

Como se sabe, a nivel internacional, el comportamiento de los tres grandes bloques de mercados de intercambio relevantes para Chile, ha seguido tardo, aunque mejorando, con una zona Euro con un crecimiento económico que ha alcanzado máximos de casi seis años, a medida que el de Alemania y Francia toma impulso, cerrando su mejor primer trimestre desde el segundo ejercicio de 2011; EEUU, que creció 1,4% en igual lapso de 2017 en comparación con el último de 2016, dos décimas más de lo reportado previamente, según el Departamento de Comercio, mientras que para Asia, el Banco Mundial prevé un crecimiento del 6,9% este año y para China, de 6,7% por encima de la meta gubernamental de 6,5%. Así y todo, como se ve, se trata de un ritmo aún menor comparado la década anterior y que pudiera justificar, en parte, la mirada de la autoridad.

Pero lo que las cifras muestran sin discusión es que Chile sigue siendo un país altamente dependiente de la Minería, y que, si es cierto que estamos dejando atrás la parte baja del ciclo minero, las proyecciones para el segundo semestre son mejores y habría una aceleración de la economía en la segunda parte del año. En los hechos, varios indicadores parecen mostrarlo, tales como avances en la confianza de consumidores y empresarios, el rendimiento de la Bolsa local – impulsada por inversionistas externos que validan a Chile como buena plaza en América latina- ventas minoristas e importaciones, que crecerían 7,5%, no obstante la reducción a 2,5% en el aumento de la demanda interna

Y si la minería es vital para el comportamiento de la economía, otro indicador optimista es que el precio del cobre promedio se incrementó desde los US$ 2,20 la libra estimados en septiembre de 2016, a US$ 2,5, al tiempo que la inflación esperada para este año -producto de la menor demanda- cae de 3% a 2,8%. Y si el gasto fiscal se contiene, la autoridad espera que el déficit fiscal efectivo esperado para este año baje desde 3.3% del PIB con que se elaboró el Presupuesto de 2017 a 3,1%.

Un déficit fiscal como el señalado, empero, pone ciertas alarmas sobre Chile en las agencias clasificadoras de riesgo, no porque sea excesivamente elevado (unos US$ 7.300 millones nominales), sino porque somos un país de clase media y porque nuestra economía es desmedidamente dependiente del cobre, un commoditie que da sorpresas periódicas por sus bruscas oscilaciones y nos hace vivir momentos de premio y gloria, pero también de tensión y iliquidez, que ponen nerviosos a los fiadores de un Fisco que, por lo demás, ya no es acreedor neto, sino uno cuyo patrimonio líquido es inferior a lo que adeuda (unos US$ 51.700 millones), en casi US$ 23.800 millones.

Aunque, pareciera que la buena gestión internacional de Valdés ha impedido que las agencias se apresuren a reducir la calificación del país, recientemente ha sido explícito en solicitar a los candidatos presidenciales que transparenten la trayectoria fiscal que seguirán sus eventuales gobiernos, dado que son señales que podrían suscitar rebajas consecutivas en su rating soberano. Un efecto tal sería grave, en la medida que dicha reducción haría subir las tasas de interés a las empresas chilenas en un entorno en el que se encuentran en un límite de endeudamiento (unos US$ 100 mil millones) y en el que cada punto de alza de la tasa implica un costo adicional que reduce sus capacidades de competitividad internacional, de pago de impuestos, nuevas inversiones y generación de más empleo.

La situación planteada por Valdés tendrá pues un obvio impacto en la discusión del Presupuesto 2018 y, por consiguiente, en las posibilidades de gasto que tendrá la próxima administración, dado el déficit fiscal y mayores gastos sociales comprometidos con las reformas. De allí que el secretario de Estado señalara que, en lo sucesivo, un mayor gasto fiscal dependerá básicamente del crecimiento que la nueva administración consiga impulsar en los próximos años, dado que se proyecta que los ingresos totales del gobierno central lleguen a este año a unos US$ 55 mil millones, un alza de 2,5% que se explica por la mayor recaudación esperada para el cobre y el incremento de 2,5% en los ingresos tributarios netos, a raíz del aumento de la tasa de Impuesto de Primera Categoría, que subirá del actual 25,5% a 27% en el régimen semi-integrado el próximo año, entre otros factores. La discusión del Presupuesto 2018 partirá el 2 de octubre con la entrega del Estado de Hacienda Pública y se espera que finalice a más tardar el 29 de noviembre.

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