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Barcelona, donde mueren inocentes y se potencian los violentos

Patricio López

  Jueves 17 de agosto 2017 19:19 hrs. 
Barcelona-Atentado-Rambla

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Otro atentado con organización celular enluta al bando de los inocentes del mundo: el grupo Estado Islámico reivindicó el atropello masivo con un furgón que causó al menos 13 muertos, en un comunicado difundido por su agencia de propaganda Amaq. “Los asaltantes del ataque de Barcelona eran soldados del Estado Islámico”, señala, añadiendo que “la operación fue realizada en respuesta a los llamados contra los Estados de la coalición” internacional que opera en Siria e Irak. Como suele suceder, estas acciones debilitan políticamente a quienes están en el esfuerzo contrario: el de promover la paz, el diálogo, la convivencia en la diversidad.

Se fortalecen, paradojalmente, los que quieren más violencia en Oriente Medio. Los Trump, como ayer los Aznar, los Bush, los Blair. En las redes sociales, junto con el estupor, abundan los achaques de responsabilidad a los dirigentes supuestamente blandos, que han promovido políticas de apoyo a los inmigrantes y respeto a las religiones distintas a la de la mayoría católica.

Las dos caras de la moneda podían verse en la alcaldesa progresista de Barcelona, Ada Colau, y en el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Mientras la primera afirmaba que “Barcelona es una ciudad de paz” y que “el terror no conseguirá que dejemos de ser quienes somos: ciudad abierta al mundo, valiente y solidaria”, el segundo afirmaba: “Estudien lo que el general estadounidense Pershing le hacía a los terroristas cuando los capturaba. ¡No hubo más terrorismo islamista en 35 años!”. Trump se refería al militar que dirigió las tropas estadounidenses durante la Primera Guerra Mundial y que, se cuenta, capturó en Filipinas a 50 musulmanes, mató a 49 de ellos con balas bañadas en sangre de cerdo, y exoneró a solo uno para que fuera a contarle a los suyos lo que había ocurrido.

En ocasiones anteriores equivalentes, porque en los últimos años éste es el octavo atentado en Europa contando solo a los realizados con vehículos, se ha fortalecido el discurso de los gobiernos que abren las puertas a la circulación del capital, pero las cierran a la inmigración. Merced a los discursos xenófobos que incluso han arrinconado a la dirigente más poderosa del continente, Angela Merkel, la situación de los recién llegados ha sido enfrentado con dificultad en algunos casos, y esquivado en muchos otros. El Tratado de Schengen (1995), consustancial a la Unión Europea tal como la conocemos hoy, y que supuestamente iba a permitir la libre circulación de personas a través del espacio comunitario continental, se ha visto condicionado con medidas de distinto tipo.

En paralelo miles de inmigrantes mueren en el océano sin que nadie nunca jamás se entere, mientras la UE inyecta millonarios recursos a Turquía para contener a los que intentan llegar a Europa y la OTAN organiza operativos para bloquear el flujo de refugiados en el Mar Egeo. Retroceden el asilo, la libre circulación, la acogida, mientras se acrecientan el odio intercultural y la desconfianza. La amenaza del Fascismo recorre Europa, y a veces incluso llega al poder.

De este modo, el llamado Viejo Continente recibe en la cara las consecuencias de decisiones tomadas en el pasado por Estados Unidos y apoyadas por algunos de sus gobiernos. Esta violencia atroz contra inocentes, incomprensible para las víctimas y sus seres queridos, no surge sin embargo de la nada. Es consecuencia del proceso de desestabilización iniciado en Medio Oriente por Estados Unidos desde hace décadas, y radicalizada desde el atentado a las Torres Gemelas y la presidencia de George W. Bush. Sobre la base de mentiras, las tropas de la potencia norteamericana invadieron Irak con el apoyo de militares europeos e iniciaron, en nombre de la libertad y la democracia, un proceso que terminó asesinando gobernantes y dando espacios de poder en la Región a grupos cada vez más atomizados y radicales, que a su vez han sido corresponsables de atentados, violaciones a los derechos humanos y el desplazamiento de millones de personas. Pienso en la complicidad y en la (ir) responsabilidad histórica de líderes como Tony Blair y José María Aznar en muchos de los acontecimientos penosos de los últimos años.

Desde que se iniciaron en 2014 los ataques de la coalición europea-estadounidense contra las posiciones del Estado Islámico, muy rara vez los grandes medios de comunicación y los dirigentes políticos de las potencias occidentales se han hecho preguntas que habrían ayudado a entender mejor los aberrantes ataques, tales como el número de civiles muertos en ataques aéreos, el real nivel de daño provocado al ISIS y el impacto de estas acciones en la profundización del sentimiento anti occidental. Del mismo modo, y en una pregunta que en Chile también nos interpela, los estados nación aún no parecen estar listos para el momento de mayor desplazamiento de seres humanos en la historia de la Humanidad.

Surge la violencia y surge el terrorismo donde antes ocurren o dejan de ocurrir algunas cosas. Baste ver el caso de Molenbeek, el barrio de Bruselas (Bélgica) considerado un bastión del Estado Islámico en Europa y de donde han salido los autores de los atentados en el aeropuerto de Bruselas, en la revista Charlie Hebdo en París y en el centro de Londres. En una ciudad y en un país rico, es el segundo barrio más pobre y el segundo más joven de toda la capital. Se concentran ahí los extranjeros, en ghettos, hasta alcanzar casi un tercio de la población. La tasa de cesantía supera el 30% y la de los jóvenes es más del 40%. Es uno de los lugares de Bélgica donde peor se vive y en donde mucha población de origen foráneo, sin conocimiento de flamenco o inglés, tiene problemas para conseguir empleos.

Ahí, los habitantes no claman contra el terrorismo, sino contra la pobreza, la marginalidad y la falta de oportunidades, los que en el alma de un joven rechazado por la sociedad lo llevan a enrolarse en grupos desquiciados, como el que hoy actuó en La Rambla de Barcelona.

Mientras más cerca se esté de quienes se encontraban allí, sin tener culpa de nada, y de repente fueron víctimas de esta acción miserable, será más difícil mantener la calma. Siempre existe el riesgo de que, en nombre de ese dolor inocente, gobernantes de turno no solo persigan a los culpables, sino que también manden a ejecutar actos de venganza que maten a otros inocentes, en otra parte, en un círculo que no tiene principio ni fin. La violencia siembra violencia y los radicales se potencian para definir el rumbo de los acontecimientos futuros. Serán horas difíciles para quienes sufren, tal como para quienes siguen bregando por la paz y por dar más oportunidades a los más postergados, especialmente si hablan otro idioma o tienen otro color de piel.

 

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