La Organización Mundial de la Salud, en su artículo “La Herencia de un mundo sostenible: atlas sobre salud infantil y medio ambiente” debela que entre un 11 y un 14 por ciento de los niños de cinco años presentan síntomas de asma y se estima que el 44 por ciento de esos síntomas guardan relación con la exposición a riesgos ambientales.
Estas alarmantes cifras se pueden contextualizar en las diferentes zonas de Chile que están cruzadas por conflictos socio-ambientales, para ser exactos, 102 registrados por el último informe del INDH.
A esto se suma los focos de contaminación que generan pugnas entre comunidades y empresas y diversas zonas de sacrificio ambiental como: Tocopilla/Mejillones (Región de Antofagasta), Huasco (Región de Atacama), Puchuncaví-Quintero (Región de Valparaíso) y Coronel (Región del Bío Bío). Dichas localidades son espacios expuestos a grados extremos de contaminación y degradación de la calidad de elementos imprescindibles para la vida humana, tales como el agua o el aire, generados por la concentración de industrias y plantas termoeléctricas.
Además de la localidad de Til Til (Región Metropolitana), con más de 30 puntos contaminantes.
Es producto del escenario descrito que surge la emergencia de vincular la los elementos contaminantes con las enfermedades de quienes habitan estos territorios.
Puchuncaví, zona de genocidio ambiental
Aes Gener, Codelco refinería y fundición, Endesa, Enap, Oxiquim, Gasmar, Cemento Melón y el Puerto de Ventanas, son las empresas del cordón industrial que tiene a las localidades de Los Maitenes, La Greda, Las Ventanas, Quintero, Loncura, Campiche, Puchuncaví, Chocota, Caleta Horcón, entre otras, declaradas como zona saturada de contaminación por anhídrido sulfuroso y material particulado.
En octubre de 2011, mediante oficio Ordinario, la Secretaría Regional Ministerial de Salud de Valparaiso informó a la Sub Secretaría de Educación de las conclusiones obtenidas del análisis de muestras de polvo tomadas en las salas de clases y en el patio de quince establecimientos educacionales. El estudio confirmó la presencia de arsénico, plomo, cromo, níquel, zinc y cobre en todos los establecimientos muestreados en la comuna de Puchuncaví.
Katta Alonso, vocera de Mujeres de zona de sacrificio en resistencia, explica que “en Puchuncaví existe una escuela especial que está colapsada, que tiene niños con todo tipo de dificultades diferentes, como malformaciones congénitas, mucha dificultad de aprendizaje, retraso mental. Sumado a lo típico de aquí que todos padecen de asma y bronquitis”.
La naturalización de esta realidad ha generado que esta contaminación no solo afecte a los adultos que trabajan en estas refinerías y fábricas, sino que a todos quienes viven en este lugar. “Lo más fuerte es que los niños nacen contaminados. Esto porque, la madre se lo trasmite a sus hijos, eso deriva en cualquier tipo de enfermedades. La escuela de Chocota no da abastos con tanto niños”, asegura Alonso.
Esta dirigenta social además agrega que uno cada cinco niños que nace en la zona tiene alguna enfermedad asociada a la alta contaminación por las constantes fumarolas tóxicas que emiten las empresas del cordón industrial.
Asimismo, explica que las cifras de cáncer de mamas han aumentado exponencialmente en mujeres jóvenes durante los últimos años, al igual que las enfermedades respiratorias agudas, ya características del sector.
Un caso de salud pública
La contaminación de las ciudades es la consecuencia de la expansión progresiva de la industrialización del país, por lo mismo, esta experiencia es trasversal al territorio, ya que puede afectar al suelo, el aire, el agua y los alimentos, entre otros elementos de vital importancia para la vida humana.
El abordaje de esta emergencia generalmente se ha dado de forma reactiva, ya que “las temáticas ambiental son complejas y requieren de una mirada multidisciplinaria desde diferentes enfoques. El enfoque de la salud está al final de la línea, generalmente se considera una vez que las personas ya están enfermas”, explica Dante Cáceres, profesor del programa de Salud Ambiental de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile.
Sin embargo, lo ideal para la Salud Pública debiera ser lo contrario, “preguntarse cómo evitamos las enfermedades que generan los elementos contaminantes y cómo llegamos antes de que las personas se expongan, es decir, cómo hacemos un buen diagnóstico y levantamos la información que hay y vemos los contaminantes y desarrollamos las posibles vías por las que pueden llegar los contaminantes a las personas e intervenimos ahí, antes que los individuos se enfermen”, explica Cáceres.
Pero en este planteamiento surge una nueva complicación, ya que “asociar exposición y enfermedad no es fácil, porque se requieren estudios profundos y complejos, los que siempre son caros, por lo que se hace fundamental invertir en investigación relevante. Me llama la atención que no exista un centro de estudios de contaminación del aire, algo fundamental con los niveles de contaminación que se manejan en diferentes ciudades de nuestro país”, expone el especialista en salud pública.
Mediante se van solicitando análisis diagnósticos de los efectos que generan los contaminantes en la salud de las personas se va incrementando la información, con lo que se constituyen más evidencias para avanzar hacia la prevención y mitigación. Según explica el especialista, los proyectos industriales deben considerar la variable salud para ser aprobados, sin embargo, en nuestro país esto no tiene peso dentro del análisis final para entregar permisos de funcionamiento.
“Quizás la empresa responde bien a la normativa, pero eso no significa que pueda causar un impacto en la salud. El tema ambiental es complejo y cómo llegan los contaminante a las personas es un tema que debe seguir siendo estudiando y regulado. En la medida que se tiene más información y más resultado se puede hacer mucho más exigente la normativa. Esto es necesario que tenga un balance, porque si vas haciendo más exigente una normativa se va a traducir en una mayor productividad o mayores costos, lo que también tiene una implicancia en la economía”, finaliza Cáceres.