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¡Ha llegado la hora de las “palomitas” electorales!

Columna de opinión por Juan Pablo Cárdenas S.
Lunes 23 de octubre 2017 7:24 hrs.


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Quienes salimos a la carretera este fin de semana pudimos observar cómo hacia el norte o el sur del país muchos camiones y camionetas se desplazaban con miles de afiches de los candidatos presidenciales y de quienes aspiran a llegar o mantenerse en el Parlamento. Se trata de aquellas “palomitas”, como se las conoce, con el mejor rostro de los postulantes y acompañadas con una sentencia motivacional para los ciudadanos.

La instalación de estos costosos recursos de propaganda recae en centenares de jóvenes que son pagados por los distintos comandos, aunque no podemos descartar que en algunos casos sean sus más entusiastas partidarios los que cumplen con este oficio. Es decir,  por puro amor a sus causas o por un deber familiar.

Sin embargo, también pudimos comprobar que, al poco rato de ubicada dicha propaganda en plazas, parques y esquinas estratégicas, otra suerte de brigadistas financiados también por los comandos o simplemente fervientes operadores salían en brigadas a la calles a destruir los afiches de los adversarios, como rayarlos con toda suerte de injurias…

Es que estamos en la fase final de la contienda electoral, cuando los que buscan ser elegidos tiran, como se dice corrientemente, “toda la carne a la parrilla”. Gastan hasta el último peso para convencer en su favor a los chilenos o, por último, para obtener un número respetable de votos, de lo cual va a depender la cifra que les entregue posteriormente el Servicio Electoral para cubrir sus gastos de campaña. Recursos que, como se sabe, salen del erario nacional; esto es del bolsillo de todos los chilenos que voten o no en los próximos comicios.

De esta forma es que las últimas semanas previas a las elecciones se caracterizarán por el enorme basural que se acumulará en las calles con este material desbaratado, pero que sin embargo le da sustento a múltiples imprentas que producen propaganda política a todo vapor y que en muchos casos resulta ser un extraordinario emprendimiento en un país en que las imprentas editan pocos libros, diarios y revistas, en relación al tamaño de nuestra población y a nuestros índices de alfabetismo. Tal cual como los kioscos y los suplementeros a lo largo de todo Chile y de todo el año venden muchos más dulces, cigarrillos e hidratos de carbono que informaciones.

Este tipo de propaganda, la de las “palomitas”, acaso resulte la expresión más contundente de la “clase política” respecto de su profundo desprecio por los ciudadanos. Sobre todo cuando la fotografía de la gran mayoría de los candidatos no obedece a su real o actual condición física, edad y hasta forma de vestirse. O cuando la invocación que los acompaña es definitivamente todavía más liviana, baladí y hasta farsante de cómo se comportan en la realidad.

Lo que predomina en este tipo de propaganda es la voluntad de quienes quieren que pase inadvertida su militancia. Algo que hoy es muy recurrente, justamente para atraer a los sufragantes más incautos y a los que no “están ni ahí” con los partidos políticos. En esto mismo, no podemos dejar de consignar la escasa identificación de los candidatos a diputados y a senadores con los presidenciables o con las más emblemáticas figuras de la política. Lo que debe ser producto del derrumbe de la credibilidad general en quienes nos han gobernado en los últimos años. A excepción de la figura de Patricio Aylwin que ahora es muy justamente reivindicado por la Derecha por todo lo que hizo o dejó de ser en favor de  los pinochetistas.

Al respecto, cómo no sorprendernos que haya postulantes que en su propaganda persigan identificarse con nuestros padres de la Patria o con muy antiguos y, por lo mismo, mitificados personajes, a los cuales los historiadores les atribuyen virtudes y logros que explican el nombre de calles, monumentos y otros que, por dignidad nacional, más bien pudiéramos echar abajo, así como ha ocurrido en otros países cuando descubren a sus antiguos tiranos. Entre paréntesis, hace pocos días les confesé que quedé atónito en el sur de Chile con una estatua del que dirigió aquella “Pacificación de la Araucanía”, uno de las acciones genocidas más bochornosas de nuestra historia. Así como en la Patagonia se le da todavía el nombre de calles y edificios a quienes ocuparon la zona a mediante la eliminación de nuestros pueblos originarios.

Pero la frenética destrucción de la propaganda de los adversarios tiene de verdad fundamento en el propio comportamiento de los postulantes. Cuando en ellos hemos podido apreciar un discurso mucho más orientado a descalificar a los otros que a ofrecer un ideario, un programa de gobierno, aunque fuera un sueño revolucionario. Me evito comprobarles lo que aseguro, después de apreciar el pobre nivel que han tenido los llamados debates presidenciales y las invocaciones que ahora se están haciendo para que se unan todos los perdedores a objeto de enfrentar al que resulte ganador de la Primera Vuelta. Todo lo que indica que, en vez de haberse unidos oportunamente para enfrentar las elecciones, no sería raro que muchos lo logren posteriormente, pero solo para evitar la proclamación del más votado. Cuando tenemos cuatro candidatos que dicen ser de la izquierda; dos de la centro izquierda y otro par de la centro derecha.

En  vez de contar, como en los viejos comicios republicanos, francamente con un candidato de la derecha, del centro y de la izquierda, perfilados claramente, sin complejos o imposturas. Aunque también en cada ocasión postularan siempre otros pintorescos sujetos que hoy habría que descubrirlos en algunos textos de historia o en esos antiguos magazines dedicados al humor político, uno de los ingredientes que más echamos de menos en la actualidad.

 

 

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El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.