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La fiesta más combativa de Matías Aguayo

El músico radicado en Berlín se presenta este sábado en el festival Fauna Primavera junto a su nueva banda, The Desdemonas. Con ellos acaba de estrenar Sofarnópolis, una utópica respuesta a la era de los dogmatismos musicales, los extremismos políticos y el exceso de inmediatez.

Paulina Andrade desde Colonia, Alemania

  Miércoles 8 de noviembre 2017 12:30 hrs. 
20171105, Impressionen Museumsnacht, Pressebilder

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Primera escena: un niño Matías Aguayo juega, solo en su habitación, a ser un músico famoso. Retrata en dibujos a bandas que no existen, compila en cassettes sonidos que escucha en la radio. A veces ni siquiera son canciones, sino solo gruñidos provocados por la onda corta. La ciudad donde vive se llama Gummersbach, a 50 kilómetros de Colonia, “un lugar muy aburrido, muy pequeño, en un contexto bien conservador: Alemania, años 80, qué se yo, donde el acceso a la música era mucho más difícil que hoy en día”. Sus únicas vías de escape eran la radio y algunos conciertos de artistas chilenos que sonaban en su casa, como Los Jaivas. A ellos asistió desde muy pequeño con sus padres, quienes salieron al exilio en 1975, solo dos años después del nacimiento de Matías.

¿Viajes al Düsseldorf de Kraftwerk y la movida krautrock?  “No, para nada, ¡yo no sabía nada de eso!”. Aguayo es reacio a nombrar influencias concretas porque, si  bien su nuevo disco, Sofarnópolis, está plagado de referencias, éstas provienen más bien del recuerdo y de la emocionalidad: “Me pasa que la música que escuchaba en ese tiempo me provoca hoy sensaciones muy diferentes a las de ese entonces. Me puse también en esa situación de  reencontrarme en un diálogo con el Matías adolescente: ‘tú, chico, ¿hubieras pensado que el mundo se iba a desarrollar hasta llegar a esta catástrofe que estamos viviendo ahora?’”. Pero eso, dice, no es nostalgia. Fue solo el puntapié para crear el mundo de fantasía en el que “sucede” su nuevo trabajo.

El mundo Sofarnópolis

Una de las primeras entregas del disco, Cold fever, cuenta en su videoclip una breve historia de amor entre dos chicas que viven en la ciudad de Sofarnópolis y se encuentran en un club, The Rabbithole, también ficticio. Todas las animaciones tienen como base las ilustraciones en papel del propio músico, quien se dio el tiempo de dibujar en medio de giras y grabaciones.

Sonora y visualmente, el mundo de Sofarnópolis se distancia de sus entregas anteriores y Aguayo coincide en que se trata de un trabajo más introspectivo, pero no por eso menos rítmico. Una obra difícil para el momento en que le tocó nacer: “Creo que este disco no va muy bien con este tiempo, porque requiere de cierta concentración, de escucharlo muchas veces. Hay todo un mundo que armamos para descubrir alrededor. Es el disco mismo pero también están los dibujos y las historias paralelas y los shows con The Desdemonas, que son mucho más performáticos”.

Segunda escena: Matías Aguayo aparece de labios rojos, camisa semiabierta y actitud de pista de baile en el escenario del Museum Ludwig de Colonia, que él define como la ciudad donde se siente más en casa, “aunque tengo muchas casas”. El museo alberga, entre otros lujos, la colección de arte pop más extensa fuera de los Estados Unidos. Considerando los elementos visuales que plagan Sofarnópolis, tiene sentido para Aguayo presentar su última entrega en este espacio. Tres canciones demoran los asistentes, reacios en un comienzo, en mover sus cuerpos.

El disco es también el estreno oficial de The Desdemonas, que forman el baterista italiano Matteo Scrimali, el tecladista alemán Henning Specht y el guitarrista y bajista colombiano Gregorio Gómez. Aguayo está a cargo de la voz, así como de percusiones y otros instrumentos. Y del baile. “Como cuando jugaba a ser la cosa… eso me sigue gustando como idea, la fantasía. En ese sentido, The Desdemonas es como una película y es también una analogía al pensamiento utópico, porque vivimos en una época muy alejada de las utopías, que creo son necesarias para seguir adelante”.

Para dar con esa tecla, Matías volvió a grabar en una casa en los alrededores de Colonia y “a la sensación de hacer música con muy pocas cosas. No llevé computadoras. Y eso me transportó a una sensación media ficticia, un poco cinematográfica”. Tal y como cuando era niño y tenía que usar su imaginación. “No envidio para nada a los adolescentes de hoy en día, que tienen tantos estímulos a través de likes… hay una inmediatez ahí que no permite esa concentración y profundidad que se requiere para desarrollar un propio lenguaje artístico y musical”.

“El dance perdió lo queer

La biografía del músico juega también un rol en la opinión que tiene de la industria y cómo se mueve dentro de ella: “Desde muy temprano me acostumbré a pensar que no importa lo que piensan los otros, a hacer siempre la música que yo quiero y a esquivar un poco la idea de la ‘carrera musical’, que tiene como objetivo formarse un público y cumplir con sus expectativas. Todas esas maneras de pensar están muy alejadas de cómo opero en la música”.

Foto: Marcelo Setton.

Foto: Marcelo Setton.

La búsqueda de “alternativas” ha definido también el modus operandi del sello independiente Cómeme, que Aguayo dirige junto a Avril Ceballos y que agrupa a músicos y DJ de distintas nacionalidades. Las definiciones son, además de musicales, políticas: la mitad del catálogo está compuesto por artistas mujeres, parte de una “estrategia feminista” que el músico aspira a seguir profundizando.

Si bien todavía disfruta tocar en clubes como DJ, su mirada al presente de la música electrónica es crítica. Habla de “escuelas de pensamiento” que, en su opinión, alejaron a la escena de su espíritu original: “Nunca la he sentido tan conservadora como hoy. Y no es que la música haya empeorado, pero se ha vuelto igual de dogmática que el rock o el jazz”. ¿Qué se extravió en el camino? Aguayo lo tiene claro: “El dance perdió lo queer que tenía, en el sentido de show, de loca, de alegría, de descolocación y también de mal gusto. Yo encuentro que la música dance tiene que ser un poco de mal gusto, no puede ser tan correcta. Ahí se pierde toda la gracia”.

En ese sentido, “la cosa salvaje y tropical”, ese “tun tan tun-tun tan tun” (que enfatiza bailando en la silla) que quiere seguir explorando junto a The Desdemonas, no son antojadizos: “Yo me muevo en un contexto bastante queer. Es una cultura que hay que defender, porque está bajo ataque”. Matías Aguayo se refiere, por ejemplo, a la arremetida de la Alternative für Deutschland (AfD), el partido de extrema derecha que en las pasadas elecciones se transformó en la tercera mayoría política de Alemania con un 12,6 por ciento de los votos. Y las cosas que en el último tiempo ha escuchado en la calle, o en ciertos bares, lo indignan: “Esto no pasaba hace cinco años, ni hace diez. Ahora tenemos un partido nazi en el Parlamento y ellos sienten que pueden volver a decir ‘sus cosas’. Eso es muy terrible”.

Embebido de la contingencia alemana, Aguayo reconoce al mismo tiempo sus vínculos con Chile. Siempre reticente a entenderse como miembro de una “escena”, sí dice sentirse parte de la actualidad musical chilena. ¿Por qué? “Porque somos muchos hijos e hijas de exiliados haciendo música fuera del país. Aunque no crecimos en Chile, somos parte de la historia y de una realidad chilena. Un millón está viviendo afuera por lo que pasó. A pesar de eso, yo estoy muy contento de seguir en contacto con Chile, de volver con algo y de establecer un diálogo. No puedo romper con eso”.

*Matías Aguayo & The Desdemonas se presentan el 11 de noviembre en Santiago (Espacio Broadway) en el marco del festival Fauna Primavera.

Foto principal: Matías Aguayo actuando en la última edición de Museumsnacht en Colonia. Por Doerthe Boxberg.
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