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Educación para la paz y la tolerancia

Columna de opinión por Mariana Zegers
Viernes 10 de noviembre 2017 6:34 hrs.


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La tolerancia es una actitud básica para el respeto de los derechos humanos. Tal como establece la Declaración de Principios sobre la Tolerancia, impulsada por UNESCO, esta radica en aceptar y reconocer la diversidad de culturas, formas de expresión y modos de ser y estar en el mundo. Para ser tolerante, es preciso conocer y dialogar con horizontalidad y apertura de mente, aunque difícilmente sin prejuicios. Esto no es solo un deber moral, como señala la mentada Declaración, “sino además una exigencia política y jurídica”. Sin embargo, y ante todo, la tolerancia implica “una actitud activa de reconocimiento de los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los demás”.

Ya ha quedado establecido que los Estados deben ajustarse a los tratados internacionales de derechos humanos que ratifican, modificando sus políticas y legislación con el objeto de garantizar la igualdad de trato y oportunidades para todos los colectivos e individuos de la sociedad. En este principio habita una condición para la tolerancia: la igualdad. Asimismo, UNESCO señala que la educación es el medio más efectivo y fructífero para prevenir la intolerancia. “La primera etapa de la educación para la tolerancia consiste en enseñar a las personas los derechos y libertades que comparten” (Declaración de Principios sobre la Tolerancia).

En el sistema internacional de derechos humanos, el derecho a la educación es universal e inalienable. Tratados como la Convención de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura relativa a la lucha contra las discriminaciones en la esfera de la enseñanza (1960),el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966) y la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño (1989), señalan que la educación de calidad debe recoger los valores de los derechos humanos (Un enfoque de la educación basado en los derechos humanos, de UNESCO y UNICEF).

Tal como afirma UNESCO, la educación en derechos humanos es parte integrante del derecho a la educación. En esta materia, la labor de dicho organismo se orienta a promover “valores tales como la paz, la no discriminación, la igualdad, la justicia, la no violencia, la tolerancia y el respeto de la dignidad humana. Una educación de calidad basada en un enfoque de derechos humanos significa que éstos se aplican a lo largo y ancho del sistema educativo y en todos los contextos de aprendizaje” (Fuente UNESCO). UNESCO también tiene concursos y reconocimientos que buscan fomentar una cultura de la paz y la tolerancia. En dicho contexto se enmarca el Concurso Paz, “dirigido a escolares de enseñanza básica y media de escuelas y liceos públicos del país, para que puedan postular obras audiovisuales como afiches, fotografías y/o videos en torno al concepto de la paz y la no violencia, de acuerdo a la realidad nacional” (Información Concurso Paz Mineduc). Asimismo, existe el premio Madanjeet Singht para la promoción de la Tolerancia y la No Violencia. Esta distinción se creó a mediados de la década de los noventa, mismo año en que los Estados miembros de la UNESCO adoptaron la Declaración de principios sobre la Tolerancia. Al respecto, UNESCO señala: “el ser humano se caracteriza por su diversidad, sólo la tolerancia puede asegurar la supervivencia de las comunidades multiculturales en las diferentes regiones del planeta” (Fuente UNESCO Madanjeet Singht).

Igualmente, la educación en derechos humanos ha sido desarrollada en el marco del Programa Mundial para la educación en derechos humanos, en curso, de Naciones Unidas. Del mismo modo, el Estado de Chile ha impulsado el Plan de Formación Ciudadana. En este contexto, la educación en espacios de memoria, como el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, resulta cardinal.

El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, proyecto Bicentenario inaugurado a principios del año 2010 por Michelle Bachelet, es un espacio cuyo fin es visibilizar las violaciones a los derechos humanos cometidas por el Estado durante la dictadura. A su vez, busca estimular la reflexión sobre la importancia del respeto y la tolerancia, contribuyendo a la no repetición de estos hechos e impulsando “iniciativas educativas que inviten al conocimiento y la reflexión” (Fuente: Museo de la Memoria y los Derechos Humanos)

Los archivos del Museo constituyen un acervo de la memoria; que comprende testimonios, documentos legales, cartas, material de prensa en diversos formatos, material histórico y fotografías documentales, entre otros. El acceso público a la colección es posible mediante sus Centros de Documentación (CEDOC y CEDAV).  Dentro de los archivos que resguarda el Museo de la Memoria, se encuentran los anteriormente agrupados en la corporación Casa de la Memoria, integrada por FASIC, CODEPU, Teleanálisis y la Fundación de Protección a la Infancia Dañada por los Estados de Emergencia (PIDEE);  declarados “Memoria del Mundo” por UNESCO. A estos se suman documentos y objetos procedentes de organismos de derechos humanos, nacionales e internacionales, de agrupaciones de víctimas y familiares, colecciones particulares y documentos estatales (Fuente: Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Colecciones).

Los lugares de memoria son fundamentales en la práctica de los valores de la tolerancia y no violencia en la educación, las artes y la cultura. Al mismo tiempo, son lugares de reivindicación del recuerdo, de conocimiento de los hechos y de testimonio de las violaciones a los derechos humanos. Pero también son sitios que recuerdan la organización social y la resistencia. Museo de la Memoria, que da testimonio, resguarda, recopila e investiga. Museo que gestiona y difunde, que se levanta como una instancia de difusión de la cultura y las artes, vinculadas a la memoria y los derechos humanos.  Fomento de la tolerancia que, sin duda, debe ir de la mano con el avance de los procesos de verdad y justicia.

Impulsar una cultura de la tolerancia a la diversidad es cardinal. En dicho sentido, es muy sabia la declaración de UNESCO, cuando remite a la convivencia armónica de las diferencias. Aun así, cabe preguntarse por los límites de lo tolerable. Recordamos la paradoja de la tolerancia, descrita por el filósofo austriaco Karl Popper, que afirma que si toleramos los intolerantes, a la larga aquello destruiría la tolerancia. Es importante relevar que el filósofo escribe que la solución no significa impedir las expresiones ideológicas intolerantes, “mientras podamos contrarrestarlas mediante argumentos racionales y mantenerlas en jaque ante la opinión pública, su prohibición sería, por cierto, poco prudente”. A su vez, afirma que hay que reclamar el derecho a prohibir la intolerancia, si busca imponerse mediante la fuerza y no en el plano de los argumentos racionales (La sociedad abierta y sus enemigos). Estas reflexiones nos llevan a preguntarnos qué entendemos por libertad y tolerancia; a indagar en sus complejos límites. Si la tolerancia se entiende bajo un enfoque de derechos, mientras que la libertad entraña la responsabilidad; quizá así sabremos cómo y en qué circunstancias no tolerar lo intolerable.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.