Señor Director:

En el lunes postelectoral de primera vuelta nos encontramos con una significativa caída bursátil. Raudamente, diversos economistas lo atribuyeron al resultado electoral, con categórica apariencia de sapiencia científica, sin siquiera haber terminado todavía de contar los votos. Entremedio de agrestes augurios cuya precisión y certeza ya desearíamos para la gestión de nuestras pensiones, diversos medios les dieron tribuna, construyendo el hecho noticioso de temer el Apocalipsis económico ante la discrepancia entre la voluntad popular y la “sabiduría” bursátil; de alguna forma, dándonos a entender que somos, en consecuencia, al menos un 5% más pobres.

Sin embargo, cabe prevenirnos respecto de considerar el devenir bursátil como un agente inteligente,  racional y omnisciente, por cuanto es un fenómeno emergente del actuar de los corredores y los intereses de sus clientes, cuyas decisiones económicas, contrario a lo que doctrinariamente se declama, distan de ser lo uno y lo otro. 

El resultado electoral es el detonante, mas no la causa, de la causa que sí yace en la especulación asustadiza, irracional y parcializada de agentes económicos temerarios, enviciados por la codicia de apostar con poco esfuerzo la riqueza ajena a una ruleta en la que algunos son vitoreados como agudos inversionistas sin descontar el sesgo de supervivencia. 

Quedando establecido el resultado electoral, debiera bastar la posterior, habitual y esperable recuperación bursátil para refutar la hipótesis del resultado electoral como causa de la merma, poniendo así sobre la palestra la agraz realidad de la gestión histérica e irresponsable a la que confiamos nuestro capital nacional.

Tras la pasada, ¿quién ganó?