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Momentos difíciles


Martes 28 de noviembre 2017 6:17 hrs.


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No se trata solo de la incógnita que arrastra el resultado del balotaje de la elección presidencial. Los momentos difíciles agobian a diversas agrupaciones e instancias políticas. Y la dificultad supera la contienda local. Ésta es, más bien, el resultado de una circunstancia histórica que va mucho allá de la realidad política y social chilena.

Las elecciones han sido un hito que ha servido para resaltar cuestionamientos que venían presentándose desde hace algún tiempo en distintas circunstancias nacionales. Entre ellos estaban la ética de los políticos; la corrupción en las instituciones; las macroprioridades que ponían al dinero y al individualismo por sobre cualquier otra consideración. En definitiva -y tal vez hasta sin racionalizarlo-, el cuestionamiento de los métodos inhumanos del objetivo central: el logro del poder.

Es posible que cuando se estudie esta etapa de la actual civilización, se resalten distintos factores que facilitaron el estado de cosas que vivimos. Al final de los años ´80 hubo quienes pensaron, como Francis Fukuyama, que ese era el fin de la historia. El anuncio del triunfo inapelable del capitalismo como medio y fin civilizatorio, resultó ser un poco apresurado. Si bien los socialismos reales habían fracasado, la función del capital en el centro de la actividad política, era una visión exagerada y resultaría nociva. Los propios vicios del capitalismo, como anunciara Karl Marx, podrían ser sus sepultureros y, al mismo tiempo, de buena parte de la especie humana.

Quince años antes de la caída del muro de Berlín, Chile devino en un laboratorio en que se ensayaron las más diversas fórmulas de creaciones conservadoras. Muchas de ellas excesivas.  Como fueron la imposición de un neoliberalismo extremo y estructuras políticas que aseguraban el control del Estado por quienes manejaban el poder económico. Pero esto no era una invención de los militares que encabezaban la dictadura del general Pinochet o de sus ideólogos civiles que le daban contenido. Eran los primeros pasos de una respuesta ultra derechista, con la anuencia y apoyo económico de Washington, que intentaba frenar cualquier atisbo de avance hacia las ideas de izquierda en América Latina. Al caer los socialismos, la respuesta incoada antes en Chile, daría origen luego a una globalización  que pretendía avanzar hacia un gobierno mundial. Los resultados económicos, sociales y políticos de tal cruzada están a la vista.

El escenario en que se muestran las consecuencias de este devenir es el planeta. En política, la imagen ha ganado a otros atributos personales.  Por lo tanto, los dirigentes son hoy personajes más conocidos por sus apariciones en la pantalla de TV o por sus desempeños en campos deportivos, que por la profundidad de sus planteamientos o la ideología que los anima. Y ello ha llevado a que las propuestas que formulan respondan a necesidades inmediatas que carecen de proyección.  Uno de los casos más destacados es el de Emmanuel Macron, en Francia. Sin gran trayectoria política, logró un holgado triunfo que lo transformó en el vigesimoquinto presidente de la República Francesa. Su victoria, el 14 de mayo de 2017, fue arrolladora (66,1%). Sin  embargo, solo tres meses más tarde, no contaba más que con el respaldo de 40% de los franceses.  Una caída que parece no detenerse y que en el país galo no tiene parangón.

Otros personajes con un pasado más relevante, también enfrentan problemas.  Angela Merkel, canciller alemán, aún no puede formar gobierno. Su reciente triunfo no le permitió contar con las bases políticas suficientes para estructurar una administración estable. Y en este caso las razones de la baja de popularidad son diferentes a las de Macron. Simplemente, todo indica que las propuestas del centro político han dejado de ser atractivas para el electorado.  Sobre todo, porque representan continuidad. Aunque en el caso alemán, como en el francés, pueda haber otros elementos inherentes al desempeño político local: inmigración, leyes laborales, etc.

Al parecer, el propio desarrollo del esquema neoliberal ha servido de detonante para la búsqueda de nuevas posturas políticas. Lo que le ocurre a la DC alemana es lo mismo que está pasando con la socialdemocracia. Ante el descrédito de la política y de las instituciones democráticas, esas ideologías solo ofrecen continuismo. De allí que los resultados electorales no les estén acompañando.

En el caso chileno, la irrupción del Frente Amplio podría anunciar el advenimiento de nuevas propuestas.  O, más bien, el valor de insistir con antiguas, que luego de la dictadura fueron relegadas por temor, o mutiladas para adecuarlas a la medida de lo posible. Y cuando las reformas fueron planteadas, como ocurrió en la actual administración, los primeros frenos surgieron en la propia coalición de gobierno.

Algo de todo esto tendrá que ver con los resultados electorales. Las nuevas generaciones siguen soñando con un mundo mejor.  Sin embargo, a diferencia de las anteriores, no cuentan con partidos que sean el receptáculo y el estímulo para darle viabilidad a esos sueños. Pero están surgiendo.  Es posible que eso sea el Frente Amplio, como el Podemos, en España. Todo ello está por verse, ya que la política es un caldo de cultivo en cuyos condimentos está el veneno que inocula el poder. Y la primera demostración de ello es el discurso egótico que parece contener la demostración de que nada de lo realizado antes tuvo sentido. Es lo que se comprueba en Macron y lo que se le escucha a referentes de Podemos o se encuentra en el discurso de algunos dirigentes del Frente Amplio.

En todo caso, las realidades comprobables son varias.  Los partidos de centro han dejado de tener una gravitación importante en el sector que se identifica con la necesidad de cambios. La explicación de ello es que los electores los ven como una manifestación de más del continuismo. Incluso, ello afecta a partidos que, por su historia, se los identificaba con posiciones de avanzada.  Es el caso, en Chile, del Partido Comunista, que en la última elección logró una cuota electoral más bien paupérrima. Y los partidos que se ubican en el centro socialdemócrata, como el Socialista, el Radical, el Partido por la Democracia, también alcanzaron una cuota electoral inquietante.

En el sector conservador, el problema es luchar contra el fortalecimiento de los grupos de ultraderecha que siempre bregarán por frenar la modernización de la convivencia y de las normas democráticas. Otra amenaza es la tentación de caer en el populismo burdo. Tratando de aprovechar y abusar de la imagen, surgen personajes de los más diversos ámbitos.  Y se los transforma hasta en voceros. Es el caso de la maratonista Erika Olivera -Olivares, para Sebastián Piñera-, cuyos aportes al debate presidencial se asemejan demasiado a viejas campañas del terror.

Son tiempo difíciles, pero no demasiado sorprendentes. Habrá que esperar qué traerán las nuevas brisas que soplan sobre la política. Y, con certeza, habrá más de un huracán. Los cambios han sido siempre así.