Cuando Sebastián Piñera se levantó la mañana después de una elección intranquila, se encontró convertido en un candidato del 36 por ciento. Ya no era el hombre de 44 por ciento, como había predicho la encuesta CEP, estaba lejos de ser el personaje que podía ganar la presidencia en primera vuelta.
El discurso inmediato tras los resultados no podía ser derrotista, por lo tanto, lo primero fue destacar el primer lugar y el triunfo en regiones. Pero quien quedó como su competencia para la segunda vuelta, Alejandro Guillier, pese a obtener un 23 por ciento, quedaba con un escenario potencialmente favorable gracias al 20 por ciento de Beatriz Sánchez y al 10% que sumaron Marco Enríquez-Ominami y Carolina Goic.
Pero a medida que han ido pasando los días y el 17 de diciembre se acerca, se ha ido evidenciando la estrategia discursiva de Sebastián Piñera, la que muestra una metamorfosis respecto del candidato de la primera vuelta, endureciendo el tono y dejando atrás el “arriba los corazones, se vienen tiempos mejores”.
Posiblemente uno que quedará instalado como una postal de este proceso eleccionario es el concepto de “Chilezuela”. Supuestamente, según la derecha, el que resulte electo Guillier significaría que nuestro país viva una realidad política similar a la del país liderado por Nicolás Maduro, un mensaje cargado con una connotación negativa, claramente. Esta hipótesis no es un imaginario propio de un sector que pudiese desconocer de política, sino que se ha verbalizado desde la misma campaña del ex presidente. La primera en instalar la idea fue la diputada electa y parte del comando de Piñera, Erika Olivera, quien el 21 de noviembre al integrarse al equipo del ex mandatario, señaló “A mí no me gustaría tener un país como Venezuela. Y lo digo sinceramente. No me gustaría que mis hijos vieran una realidad como la que vemos a través de los medios de comunicación, lo que están viviendo millones de venezolanos”.
La reacción en redes sociales es un termómetro con el cual los equipos de campaña miden la efectividad de cada declaración. En este caso, el efecto fue negativo, provocando una avalancha de burlas que opacaron a quienes pudieran compartir el diagnóstico levantado por Olivera.
No sólo en las palabras de la ex deportista se sostiene la estrategia. El mismo Sebastián Piñera, el pasado 28 de noviembre, lanzó una declaración que iba en esta línea: “yo veo que el candidato Guillier está cada día más violento, más demagogo, más populista, más errático y se parece cada día más a Maduro”.
Pero la estrategia tuvo un freno en seco tras el error del ex ministro de Cultura de Piñera, Roberto Ampuero, cuando compartió un falso tuit de Maduro en que supuestamente apoyaba a Guillier, el que fue utilizado incluso en el diario El Mercurio, lo que obligó al matutino a reconocer el error. Tras esto, Guillier, cuya estrategia era no responder a los ataques, tuvo un margen para contestar:
“Es deprimente el espectáculo que está brindando. Todos los días cambia el discurso, ya nada es definitivo, ya no tiene principios (…) La gente no le cree porque acomoda el discurso según el estado de ánimo, un día me llama y me convoca a la unidad nacional y a la política de los consensos, y al otro día me acusa de cualquier cosa”.
Luego de esto, la idea de Chilezuela se diluyó. Pero mientras esta se desarrollaba, en paralelo, los dardos de Chile Vamos no iban tan sólo en contra del candidato a La Moneda, sino que también al gobierno en sí. El tema era el “intervencionismo”.
El punto más “crítico” de esto, y que motivó al ex presidente a recordarle a Michelle Bachelet que es “la presidenta de todos los chilenos”, fue la reunión que sostuvo la mandataria con el candidato Guillier. Las críticas fueron replicadas por cada representante de Chile Vamos que tuvo la oportunidad de hablar a los medios, pero también se complicó la situación para el conglomerado de derecha, cuando les recordaron que Piñera se reunió con la ex candidata presidencial, Evelyn Matthei, en medio de la campaña para las elecciones de 2013.
Contradicción, desaciertos y la dificultad de crecer
El despliegue mediático tampoco ha sido fácil para el ex presidente en las últimas semanas.
Por un lado se insistía en las críticas al oficialismo y no encontraban respuesta de parte del contendor, puesto que es una premisa que el candidato que está en una posición más favorable evite la confrontación con el que está en una fase más débil, tal como quedó expuesto antes de la primera vuelta con Piñera al evitar los debates con quienes lo atacaban, o la recordada campaña silenciosa de Michelle Bachelet en 2013, cuando todo apuntaba a un triunfo seguro.
Pero por otra parte, en paralelo la estrategia mostró algunas contradicciones al momento en que quisieron hacer guiños a la izquierda. Por ejemplo, Cristóbal y Sebastián Piñera Morel, hijos del candidato, se definieron junto a sus hermanos como personas de “centro izquierda”, algo que causó ruido por lo ilógico en términos políticos. En fútbol sería “dejarla boteando” y el comando de Guillier aprovechó la oportunidad en Twitter: “Damos la bienvenida a los hijos de @sebastianpinera a la centro izquierda. Los invitamos a apoyar al candidato de nuestro sector Alejandro @Guillier”, publicaron. La estrategia falló y el ex presidente tuvo que reconocer que sus hijos no son de centro izquierda, mientras ellos rectificaban que se sentían cómodos en Evópoli.
Por sí mismo, el ex presidente también se ha complicado a sí mismo con declaraciones que parecieran no estar captando el momento político actual. Todo partió el día de las elecciones, cuando Piñera dio un par de codazos a su esposa Cecilia Morel para que se hiciera a un costado mientras él hablaba frente a las cámaras. Ella lo justificó, pero el tema no paró ahí. El pasado jueves, en entrevista con el matinal de Canal 13, el ex mandatario contó una “anécdota” de celos, en la que siguió a Morel quien se juntó a cenar con un amigo. “Iba entrando y la única duda era a quien iba a matar primero“, dijo Piñera. Un día después, Cecilia Morel intentó arreglar la situación, pero complicando aún más la imagen del candidato: “Yo me río, pero la parte que menos me gusta son sus chistes porque de repente son medios machistas y a veces los siento casi como pesados”, dijo a ADN Radio.
En las calles el desempeño tampoco ha sido muy positivo para los medios. Durante la semana, el abanderado de Chile Vamos visitó Valparaíso y el resultado no fue bueno. Recibió funas en las calles e improvisó una subida a un microbús buscando interactuar con los pasajeros, pero la primera respuesta fue la indiferencia, lo que lo obligó a bajar de inmediato del vehículo, no sin antes recibir el mensaje de un hombre que le dijo “no voy a votar por usted”. Situación similar vivió este domingo en una feria en Santiago Centro, cuando en medio de su visita un grupo de mujeres comenzó a gritar “Guillier”, incomodando la actividad del ex presidente.
Con todo este escenario, donde ve complicada la opción de crecer hacia la izquierda o el centro, el candidato se mantiene con su sector. Pero en esta vereda también hay conflictos.
En la previa de la primera vuelta lo que caracterizaba a Chile Vamos era la unidad. Salvo Manuel José Ossandón, no existían mayores conflictos entre RN, la UDI, Evópoli y el PRI. Pero después del 19 de noviembre el escenario también cambió, puesto que el mal resultado de la UDI en las parlamentarias generó una ola de críticas a la presidenta de la colectividad, Jacqueline Van Rysselberghe, algo que desordenó el ambiente y obligó a Piñera a pedir que terminaran las declaraciones contra la dirigenta.
En tanto, respecto de los apoyos que faltaban al ex mandatario desde su sector, también ha habido un camino de ripios. José Antonio Kast brindó su respaldo de inmediato, pero esto no dejó tranquilo a un sector de sus votantes, la familia militar, quienes aún resienten que Sebastián Piñera cerrara el penal Cordillera, por lo que criticaron a Kast por dar su apoyo de manera inmediata.
Mientras que Ossandón, el más duro con Piñera en las primarias presidenciales, se sumó a su campaña, pero de manera rígida, señalando incluso que tiene más simpatía personal con Alejandro Guillier. Pero en lo concreto, el senador de Renovación Nacional solicitó al ex presidente que modificara sus propuestas, algo a lo que el candidato accedió. De esta manera se sumó la idea de aumentar la gratuidad y revisar la ley de pesca. En particular el primer punto fue muy cuestionado desde la Nueva Mayoría, debido al giro radical en segunda vuelta en una propuesta que Piñera rechazaba tajantemente.
Ante estas dificultades, el tramo final de la candidatura de Piñera parece replegarse de las grandes tribunas de la palabra, para remitirse a la búsqueda de los votos en los lugares específicos del territorio. Muy especialmente, allí donde los alcaldes no arrastraron los apoyos esperados, o donde hay una disparidad entre el capital de los caudillos y el resultado de Piñera en primera vuelta, como en Puente Alto.