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¿Tratamientos sin fármacos? El debate que abre el Hospital Psiquiátrico de Asgard en Noruega

En Chile, los especialistas señalaron que no existen políticas que incentiven este tipo de alternativas y advierten que en el debate sobre el uso de medicamentos la industria farmacológica tiene mucho poder.

Karina Palma

  Lunes 4 de diciembre 2017 6:29 hrs. 
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En la ciudad de Tromso, al norte de la península escandinava, se encuentra el Hospital Psiquiátrico de Asgard, donde el Estado noruego está impulsando una política que busca desprender la salud mental y psiquiátrica del enfoque farmacológico.

El recinto promueve tratamientos libres de medicamentos, con el objetivo de explorar otras formas de tratar la mente y sus trastornos. En palabras simples, esta perspectiva se fundamenta en escuchar lo que el paciente desea, valorando su postura sobre el uso de fármacos.

Pablo Reyes, psicólogo y académico de la Universidad de Chile, señaló que la salud mental es un terreno multidisciplinar, por lo que puede ser tratada desde distintas perspectivas. Sin embargo, advirtió que el éxito que ha tenido el discurso científico en nuestra sociedad ha provocado que predomine una visión farmacológica.

En esa línea, comentó que el uso de psicofármacos se ha extendido más allá de los márgenes del problema para el cual fueron desarrollados, lo que provoca que se tiendan a medicalizar situaciones que son de la vida cotidiana, como la hiperactividad en los niños.

“Hay una tal creencia en los discursos científicos, entre ellos la medicina, que tiende a medicalizar cosas que antes no lo estaban. Por ejemplo, el desorden de los niños o la tristeza antes no eran asunto de la medicina. El problema es que nuestras sociedades han tendido a esta medicalización de la vida cotidiana, que muchas veces produce que la gente quiera tomar fármacos cuando realmente no los necesita o, al revés, se imponga su uso desconociendo que cada caso es diferente o las particularidades de ciertas formas de malestar”, expresó.

En el caso del uso de psicofármacos en edades tempranas, el psicólogo explicó que puede dejar huellas identitarias. “Hay ciertas fracturas y descontinuidades en la biografía de las personas. El uso de ritalin está muy extendido en Chile y tiene que ver con la normalización de los niños en el colegio”.

Reyes indicó que si bien existen casos en salud mental donde los medicamentos pueden quedar suspendidos, en Chile no hay instituciones que impulsen directamente tratamientos sin fármacos.

Del mismo modo, sostuvo que las políticas sociales del país no promueven terapias alternativas al uso de medicamentos. Señaló que generalmente los protocolos de atención en salud, por ejemplo en el caso de la depresión, generan esquemas precisos tanto desde el punto de vista psicoterapéutico como farmacológico.

Independientemente de lo anterior, el académico aclaró que es importante no satanizar el uso de fármacos, ya que hay pacientes que los pueden necesitar. Desde su perspectiva, el tratamiento dependerá de cada caso y para ello es importante que las personas sean también agentes que incidan en las decisiones que se toman sobre sus terapias.

Camilo Bass, académico de la Escuela de Salud Pública, dijo que tanto en los médicos como en la población en general existe una cultura muy pro medicamentos. Esto genera un problema en las familias, ya que el gasto en medicamentos no es absorbido por el sistema de salud, sino principalmente por las propias personas. “Sobre todo las familias pobres destinan el 70 por ciento del gasto en salud en medicamentos”.

“En general la formación médica de pregrado, me atrevería a decir que incluso de especialidad, es bastante limitada a los tratamientos farmacológicos, no nos forman para recurrir a alternativas”, agregó.

El poder de la industria farmacológica

En el debate que se abre sobre el uso de fármacos, Bass afirmó que el poder de la industria de remedios pesa bastante. De acuerdo a sus palabras, esto queda demostrado en que los estudios sobre tratamientos son financiados principalmente por laboratorios.

El académico advierte que en este ámbito existen serias limitaciones porque los aparatos públicos en general no tienen muchos recursos para investigar y desarrollar otro tipo de tratamientos.

“Uno ve que los estudios vienen fundamentalmente financiados por la industria para promover el uso de medicamentos. Es cierto que en nuestro país se está avanzando para que los laboratorios no tengan tanta incidencia en la recomendación médica, pero ha sido muy lento”, sostuvo.

Bass enfatizó en que desde el Ministerio de Salud es importante que se empiece a potenciar, al menos, un uso racionado de medicamentos en distintas patologías, no solo en salud mental. A su juicio, la sociedad chilena efectivamente está sobre medicalizada y se debe hacer un esfuerzo por revertir aquello.

Para el médico, es muy necesario que se refuerce la atención primaria y que los pacientes cuenten con especialistas que conozcan sus trayectorias sus trayectorias médicas. Esto generaría confianza entre ambas partes y permitiría que en ciertos casos las personas acepten con menor dificultad tratamientos alternativos al farmacológico.

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