En Chile existen dentro de 75 comunas medidas, 518 mil 804 hogares que viven bajo condición de hacinamiento. Esta situación se define como tal en caso de que el número de personas por dormitorio supere el 2,5 o en caso de que una vivienda no cuente con un dormitorio para uso exclusivo.
Lo Espejo (25,1 por ciento), La Pintana (24,3 por ciento), Calama (21,9 por ciento) y Alto Hospicio (21,8 por ciento), lideran la lista de comunas con mayor porcentaje de hacinamiento. Mientras que Puente Alto, Maipú y San Bernardo son las comunas con mayor cantidad de casas en esta condición.
Para analizar algunas de las cifras entregadas por el Atlas conversamos con Yasna Contreras, geógrafa de la Universidad de Chile con magíster y doctorado en Urbanismo.
Son más de 518 mil las casas que viven en condiciones de hacinamiento, ¿cuál es el diagnóstico que se levanta de esa cifra?
Lo que resulta interesante de esto es que se está develando un problema que es bien interesante en Chile, donde se ha promovido el acceso a viviendas formales. Lo que está señalando este Atlas es la cantidad de chilenos y tal vez no chilenos, que están viviendo en condiciones de hacinamiento y allegamiento y que por lo menos en la década de los ’90 se asumía como algo casi resuelto o en vías de resolverse.
Si uno lo cruza con la ubicación de los campamentos, los mapas muestran que los hacinamientos son más críticos en todos los sitios donde hay campamentos. Iquique, algunas parte de Arica, Antofagasta. Tengo la impresión de que el hacinamiento crítico está muy vinculado a las condiciones de habitabilidad. Hay seres humanos que están siendo contestatarios al no querer vivir en viviendas sociales si no se les dan ciertas garantías. En el caso de inmigrante, el hacinamiento se explica por los abusos y el aumento del arriendo y subarriendo. Me di cuenta de eso en ciudades productivas del norte chileno, donde la realidad es más dramática.
Según TECHO, en Chile debe haber unas 40 mil familias que viven en campamentos, lejos de las 500 mil que viven hacinadas. Las causas: ¿políticas públicas de vivienda social, la poca planificación, el costo del suelo, la poca regulación, el precio del suelo, todas las anteriores?
Lo de TECHO no es comparable con este Atlas. Es una aproximación interesante que se hace pero no tiene la rigurosidad respecto de estos datos. Lo interesante es el delta. ¿Las causas? Hay muchas familias que se reorganizan y que no pueden pagar el costo de un arriendo. Hay muchos hijos que vuelven a las casa de los papás porque el acceso a la vivienda en Chile es muy restrictivo. Está muy asociado a una segunda causa, como la vulnerabilidad de los trabajos, por ejemplo. ¿Responsabilizar a las políticas públicas? Sí. En el gobierno de Michelle Bachelet, con mayor fuerza en el segundo, se ha trabajado esa tesis. Hay muchas personas que prefieren vivir en condición de hacinamiento pero en lugares que estén conectados. El segundo gobierno de Bachelet prestó atención a eso, a trabajar sobre la calidad de las viviendas y sobre la movilidad también. Chile es un país súper caro. Ciudades como Antofagasta no tienen una relación adecuada entre el nivel de riqueza del territorio y las condiciones de vida de las personas que viven ahí.
¿La entrada en vigencia del modelo de economía de mercado marca un antes y un después en esta materia?
Es una interesante hipótesis. Yo creo que hubo gobiernos anteriores, como el de Eduardo Frei “padre”, que también tuvieron ciertas lógicas bien neoliberales en la forma de producción de viviendas sociales. En la dictadura se agudiza, pero desde ese gobierno, hasta ahora, tenemos un Estado bien neoliberal que ampara la lógica del mercado, que no regula. El Estado ha favorecido y entregado ciertas flexibilidades para consolidar un mercado de vivienda formal e informal que es altamente especulativo. No es solo responsabilidad del mercado, ha habido un Estado con prácticas neoliberales que ha agudizado los fenómenos de desigualdad. Lo que planteas es una tesis que recién comienzo a evaluar, que surge de un artículo que hicimos con Natalia Ramírez en el sector de barrio La Chimba, en Independencia y Recoleta, donde evaluamos el rol del Estado en materia de vivienda y nos dimos cuenta que hasta con Carlos Ibáñez del Campo la política de vivienda era neoliberal.
¿Sirve este Atlas?
Sirve para apoyar a ciertos municipios que no tienen recursos para contratar un geógrafo. Va a ayudar para que los próximos presidentes ojalá tomen decisiones políticas territoriales que entiendan la desigualdad. En los candidatos aflora un discurso de desigualdad, pero hay muy poco territorio en la forma en que los políticos chilenos leen la desigualdad.
¿A que te refieres con que haya poco territorio?
Si escuchas con atención, la mayoría de los candidatos o presidentes siempre hablan de la economía, de la desigualdad. Falta discutir qué hacemos con la cantidad de campamentos, ¿por qué se vuelve crítico el hacinamiento si aparentemente están dadas las condiciones por parte del Estado? Hay mucha gente de clase media que no entiende los subsidios. Creo que el Atlas es bien interesante porque pega un grito de la necesidad de mirar algo que no sea Santiago, de ver que hay problema de hacinamiento crítico en las ciudades más productivas de Chile. Ese es el desafío del próximo Presidente. Léete este mapa y veamos cómo avanzamos en esta idea noventera de descentralizar los recursos económicos y sociales hacia las regiones que son más vulnerables.
¿Cómo se avanza? ¿Cómo se disminuye la desigualdad territorial que plantea el informe?
Es bien difícil contestar eso. El ministerio ya hizo algo que era muy interesante, que es tener un catastro. Haber perdido el Censo anterior fue bien dramático, pero al menos este Atlas permite a los tomadores de decisiones evaluar hacia dónde van a ir los recursos. Diagnósticos en Chile hay miles. Miles de datos, encuestas, entrevistas. Acá el Estado tiene que asumir su rol, no un rol neoliberal, sino que de tratar de atender y leer mejor que las personas están viviendo en campamentos porque no quieren vivir en lugares que no tengan acceso. Por eso me parece interesante lo de Bachelet, que ha hecho un guiño a lo de tener acceso. Si no hay problema con vivir en la periferia si uno tiene acceso a parques, centros de salud, establecimientos educacionales…
¿Hay superávit de diagnósticos?
Llega un gobierno nuevo y hace un diagnóstico. ¡¿Qué diagnóstico más va a hacer?! La realidad es concreta y este Atlas viene a confirmar una aproximación. Ahora el Estado debería dar más movilidad a la gente. Más metro, más trenes urbanos… Si el trabajo está concentrado en ciertas zonas y la gente necesita moverse: ¿qué más hay que pensar? Que se requiere transporte público en otras ciudades del país. Pero el foco está orientado donde vive la mayor parte de la población, Santiago. Hay que avanzar en políticas públicas de descentralización y fomento productivo en las ciudades regiones. Eso podría dar un salto cuantitativo bien significativo. El Presidente que salga ahora tiene todo en sus manos. Ya se sabe casi todo el diagnóstico en Chile.
Para seguir la senda del gobierno de Bachelet no hay que contratar nuevos estudios, porque los hay. Para este gobierno la cosa no será fácil pero tienen una realidad escasamente discutible. La receta para combatir la desigualdad debe ser para Chile y desde Chile. No traer el modelo francés, que funciona, pero tiene una política económica distinta. No exportar ideas, que es algo muy típico de los planificadores. Se pueden hacer cosas sencillas.