Señor Director:
Año a año se habla de los diversos números que deja la PSU, los rankings de los colegios, la cantidad de puntajes nacionales y el puntaje promedio por tipo de establecimiento. Siendo honestos ninguna de las estadísticas que deja el proceso debe sorprendernos, ya que todos los años se alcanza el número más alto de la historia de inscritos en la prueba y todos los años también los números permiten manifestar la segregación de género y clase que esta reproduce.
Tal como era de esperar la PSU demuestra una vez más que si no provienes de un colegio particular privado obtener los 850 puntos resulta prácticamente imposible. Pese a que la matrícula de colegios municipales en enseñanza media casi triplica la de los colegios privados y la de subvencionados casi la quintuplica, son los privados quienes concentran el 77 por ciento de los puntajes nacionales (116 de 151) aumentando así la brecha respecto al 2016, ya que ese año los particulares habían concentrado el 69 por ciento.
Tampoco debe sorprendernos el sesgo de género que reproduce esta prueba, ya que, si en el 2016 la noticia era que los hombres casi triplicaban a las mujeres, este 2017 el escenario es aún menos alentador, debido a que los hombres concentraron un 83 por ciento (25 de 143) de los puntajes nacionales, casi quintuplicando así a las mujeres.
Podemos ver que año a año la segregación socioeconómica y de género aumenta, contrario al objetivo con que supuestamente fue creada la prueba. Por esto es que manifestamos la necesidad de terminar con la PSU y avanzar a un sistema de acceso más equitativo y que sea mejor predictor del rendimiento en la educación superior. Resulta evidente que si no se cambia su formato, el próximo año bastara con maquillar algunas cifras de esta carta para que siga plenamente vigente, ya que con la PSU todos los años es lo mismo.
Señor Director:
Año a año se habla de los diversos números que deja la PSU, los rankings de los colegios, la cantidad de puntajes nacionales y el puntaje promedio por tipo de establecimiento. Siendo honestos ninguna de las estadísticas que deja el proceso debe sorprendernos, ya que todos los años se alcanza el número más alto de la historia de inscritos en la prueba y todos los años también los números permiten manifestar la segregación de género y clase que esta reproduce.
Tal como era de esperar la PSU demuestra una vez más que si no provienes de un colegio particular privado obtener los 850 puntos resulta prácticamente imposible. Pese a que la matrícula de colegios municipales en enseñanza media casi triplica la de los colegios privados y la de subvencionados casi la quintuplica, son los privados quienes concentran el 77 por ciento de los puntajes nacionales (116 de 151) aumentando así la brecha respecto al 2016, ya que ese año los particulares habían concentrado el 69 por ciento.
Tampoco debe sorprendernos el sesgo de género que reproduce esta prueba, ya que, si en el 2016 la noticia era que los hombres casi triplicaban a las mujeres, este 2017 el escenario es aún menos alentador, debido a que los hombres concentraron un 83 por ciento (25 de 143) de los puntajes nacionales, casi quintuplicando así a las mujeres.
Podemos ver que año a año la segregación socioeconómica y de género aumenta, contrario al objetivo con que supuestamente fue creada la prueba. Por esto es que manifestamos la necesidad de terminar con la PSU y avanzar a un sistema de acceso más equitativo y que sea mejor predictor del rendimiento en la educación superior. Resulta evidente que si no se cambia su formato, el próximo año bastara con maquillar algunas cifras de esta carta para que siga plenamente vigente, ya que con la PSU todos los años es lo mismo.
Señor Director:
Año a año se habla de los diversos números que deja la PSU, los rankings de los colegios, la cantidad de puntajes nacionales y el puntaje promedio por tipo de establecimiento. Siendo honestos ninguna de las estadísticas que deja el proceso debe sorprendernos, ya que todos los años se alcanza el número más alto de la historia de inscritos en la prueba y todos los años también los números permiten manifestar la segregación de género y clase que esta reproduce.
Tal como era de esperar la PSU demuestra una vez más que si no provienes de un colegio particular privado obtener los 850 puntos resulta prácticamente imposible. Pese a que la matrícula de colegios municipales en enseñanza media casi triplica la de los colegios privados y la de subvencionados casi la quintuplica, son los privados quienes concentran el 77 por ciento de los puntajes nacionales (116 de 151) aumentando así la brecha respecto al 2016, ya que ese año los particulares habían concentrado el 69 por ciento.
Tampoco debe sorprendernos el sesgo de género que reproduce esta prueba, ya que, si en el 2016 la noticia era que los hombres casi triplicaban a las mujeres, este 2017 el escenario es aún menos alentador, debido a que los hombres concentraron un 83 por ciento (25 de 143) de los puntajes nacionales, casi quintuplicando así a las mujeres.
Podemos ver que año a año la segregación socioeconómica y de género aumenta, contrario al objetivo con que supuestamente fue creada la prueba. Por esto es que manifestamos la necesidad de terminar con la PSU y avanzar a un sistema de acceso más equitativo y que sea mejor predictor del rendimiento en la educación superior. Resulta evidente que si no se cambia su formato, el próximo año bastara con maquillar algunas cifras de esta carta para que siga plenamente vigente, ya que con la PSU todos los años es lo mismo.
