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Luis Merino: “La idea es poder transmitir lo aprendido, sobre todo a los jóvenes”

Es época de cambios, reconocimientos y nuevos proyectos para el musicólogo y académico del Departamento de Música. Acaba de recibir el Premio a la Música Nacional Presidente de la República, en categoría música docta, y de dejar la dirección de la Revista Musical Chile, cargo que ostentó por 44 años, para dedicarse a la docencia e investigación con proyectos que aborden la problemática de la recepción de la música. "Estoy agradecido", dice.

Departamento de Música U. de Chile

  Jueves 4 de enero 2018 7:03 hrs. 
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*Entrevista publicada originalmente en Artes U. de Chile. 

 Noviembre de 2017 quedará inmortalizado como el mes en el que el académico y musicólogo del Departamento de Música, Dr. Luis Merino, recibió dos importantes reconocimientos a su carrera: el Premio a la Música Nacional Presidente de la República y la distinción a la Investigación, Creación e Innovación de la Universidad de Chile.

“Mentiría si dijera que uno no se siente halagado por los premios”, declaró el profesor luego de que se hiciera pública la información desde el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA).

Postulado al reconocimiento gubernamental por la Sociedad Chilena de Musicología, agrupación de la que forma parte hace años, agrega que es “especialmente valioso porque es una propuesta de mis propios pares”.

“Me halaga haber sido propuesto por la Sociedad Chilena de Musicología ya que hemos trabajado duro por reunir a todos los musicólogos chilenos, sobre todo a los jóvenes”, manifiesta.

Los reconocimientos llegan en un momento especial de su vida, cuando se encuentra dejando grandes proyectos para embarcarse en otros. El más emblemático es el fin de su período como director de la Revista Musical Chilena (RMCH), puesto que ejerció durante 44 años. “La idea es poder transmitir lo aprendido, sobre todo a los jóvenes”, dice.

Profesor, ¿cómo evalúa el período en que dirigió la RMCH?

Yo lo valorizo mucho. Creo que logramos mantener un posicionamiento que la revista ya tenía. También conseguimos insertarla dentro de las corrientes más contemporáneas de la musicología a nivel de nacional, latinoamericano y mundial.
El desafío mayor fue y es encontrar la forma de equiparar ese perfil de revista musicológica, con todo lo que eso significa, con artículos realizados por pares y sobre todo con el arbitraje para que pueda ser publicado, con lo que fue el origen de la misma, que fue más bien una publicación dedicada a la actividad musical de Chile, lo que obviamente implica otro enfoque de revista. Además, la publicación debe mantenerse dentro de ciertos márgenes para que siga siendo sustentable.

¿Cómo solucionaron esa hibridez?

Ideamos una solución que consistió en dejar la revista completa en línea, pero lo editado (impreso), era la parte más musicológica de la misma.

Parece complejo en términos editoriales, ya que es casi tener dos proyectos en uno…

Eso ha sido una especie de signo de mi vida. He estado articulando proyectos que parecían absolutamente encontrados, irreconciliables.

En este caso, lo que hice primero fue focalizar la crónica, que es la parte informativa, principalmente en la creación musical nacional, que fue el eje de la revista. Tuve la colaboración fantástica de Fernando García, que fue subdirector, para hacerlo al estilo de una crónica discursiva o como una suerte de cuadro sinóptico que fue lo que finalmente hicimos con ayuda de la señora Nancy Satler (secretaria del área de Musicología). Además, incorporamos un espacio para que los compositores hablaran de ellos mismos, cosa que en un comienzo no todos aceptaban. Otra tradición que se mantuvo fue homenajear a los Premios Nacionales. El próximo número viene dedicado a Vicente Bianchi.

El tema del financiamiento es siempre complicado para proyectos como la RMCH. ¿Cómo lo fue sorteando en el contexto económico de la Facultad?

El problema de recursos lo tiene la Universidad de Chile desde el año 80 aproximadamente, cuando se toma la decisión estratégica de empezar a reducir el aporte directo. Pese a ello, la Universidad ha logrado mantener su misión y visión, a pesar de que recibe menos del 25% de su presupuesto desde el Estado.

En el caso de la Revista, una forma de sortearlo fue buscando fondos fuera de la Universidad, como en el programa Conicyt, en la Academia Chilena de Bellas Artes, en el Instituto de Chile, en la Sociedad Chilena del Derecho de Autor, de manera tal que el financiamiento de la Universidad pueda complementarse con financiamiento externo, sin traicionar ni su misión ni su visión.

¿Es difícil a veces conseguir apoyos manteniendo la misión y visión de los proyectos?

Es un gran desafío, pero es algo que está ocurriendo en muchas partes del mundo. Hace veinte años atrás estudié en la Universidad de Oxford y recuerdo que estaban en las mismas estimaciones de cuánto dinero externo requerían para mantener una de las maravillas que tienen: Bodleian Libraries. Ahora el Estado tiene urgencias grandísimas para verse con los problemas que tiene la sociedad chilena, como la pobreza, la desigualdad, entonces uno tiene que saber poder buscar los fondos sin cortar la misión y la visión. Yo siempre he sido un optimista impenitente.

¿Va seguir colaborando con la RMCH en su calidad de investigador?

De todas maneras. Voy a seguir en la publicación de trabajos.

¿En qué proyectos se encuentra trabajando en la actualidad?

En materia de docencia, soy parte de las clases de Historia de la Música, Notación y Música Chilena. Además, formo parte de un proyecto de investigación Fondecyt que se extiende hasta 2020 sobre el papel de la Universidad de Chile en la música.

El proyecto ha implicado estudiar un tema que no se ha abordado mucho, que es la recepción de la música por la gente. Hasta ahora normalmente el enfoque clásico de la musicología se quedaba en la creación, en el estilo, pero en este proyecto estamos enfocándonos en la recepción. En ese contexto entran a jugar un papel muy importante las instituciones, y en este caso la Universidad de Chile. Queremos estudiar la relación de los compositores con las instituciones.

¿Están estudiando un período específico?

Todo el proceso que transcurre entre 1928 y 1973. El equipo lo compone también el Dr. Cristián Guerra, Silvia Herrera, Julio Garrido, Catalina Senti y Fernanda Ortega.

¿Con qué materiales están trabajando la investigación?

Para estudiar la recepción de la música un elemento clave son las diferentes revistas que han estado asociadas a la Universidad de Chile. No nos hemos introducido todavía en los diarios porque ello involucra un enfoque mayor, mucho más complejo.
Otra fuente de estudio son las partituras. A través de ellas podemos acceder a la parte creativa de los compositores. Estamos revisando los materiales que están en la biblioteca del Departamento de Música, en el Archivo Andrés Bello y en el Archivo Nacional de la Biblioteca Nacional, donde hay fondos como el de Jorge Peña Hen.

¿El estudio se remite a la Región Metropolitana?

Por el momento sí, pero como la Universidad de Chile durante el período de estudio era una universidad nacional, no sólo en cuanto a la declaración sino también en cuanto a la presencia física, estamos estudiando el caso de La Serena con Jorge Peña Hen, ya que es una figura importantísima por haber generado un proyecto que partía de las ideas base de la Universidad de Chile, pero proyectado a lo que él vio como las necesidades nacionales y la realidad de la región Ovalle-La Serena.

Actualmente está dejando proyectos importantes, embarcándose en otros, siendo reconocido. ¿cómo podría definir su presente?

Yo diría que estoy agradecido. De mis padres, mi padre era escritor de la generación del ’38 y mi madre era profesora de francés, y cuando yo me quise dedicar a la música, mi padre que no era una persona de plata, me apoyó. Estoy agradecido de la Universidad de Chile porque lo profesional lo he desarrollado aquí. De mi familia, de mi esposa María Agustina, de mis hijos Daniela, María Alejandra y Luis Ignacio porque me han apoyado siempre. Estoy agradecido de los estudiantes porque he aprendido muchísimo de ellos. De mis colegas, de las personas que en su momento en la Universidad me ayudaron como fue Domingo Santa Cruz, Carlos Botto, mi maestro Gustavo Becerra.

Mi idea es poder transmitir lo aprendido, sobre todo a los jóvenes porque entran a una sociedad que ven como estática y que les cierra un poco las puertas.

Foto: Prensa Presidencia.
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