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Crónicas de ensueño, la historia olvidada del Cerro Cordillera

Ubicado en pleno centro de la ciudad, hoy este barrio de Valparaíso es un lugar repleto de historias como los avatares del Club Deportivo Meteoro y el inicio del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar. Actualmente estos acontecimientos son narrados en un nuevo libro del escritor Carlos Carstens.

Abril Becerra

  Lunes 19 de marzo 2018 14:23 hrs. 
Ascensor Cordillera-Valparaíso-4

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Oficios que ya no existen. La celebración de un año nuevo familiar. Un ambiente marcado por el Rock del mundial. Malones de barrio donde los jóvenes impacientes esperaban una canción pausada para encontrarse con sus parejas.

En los años 60 el Cerro Cordillera, ubicado en el centro de Valparaíso, no era un sitio ajeno a lo que ocurría en el resto del país. Desde allí se podían presenciar cambios como la llegada de la televisión o los enfrentamientos entre campesinos y hacendados por la Reforma Agraria.

Sin embargo, con el paso del tiempo, muchos de estos acontecimientos quedaron en segundo plano. Por ello, el escritor Carlos Carstens decidió escribir el libro Valparaíso, Cerro Cordillera. Crónicas de ensueño (RIL Editores), texto que junto con contar la historia de este barrio porteño entrelaza las vivencias familiares del autor.

“Este libro era una tarea pendiente. Era hora de reconciliarse con la historia familiar y social, y la escritura del presente texto fue un modo terapéutico de reconciliación con mi pasado. Un proceso que aún estoy viviendo y que no ha terminado con esta publicación. Escribir vivencias desde la memoria era necesario para dejar registrada potentes imágenes, porque el paso del tiempo las puede tornar difusas”, señala el autor que también ha escrito libros como El golpe llegó a golpearnos: ¿Radio Recreo qué hora es?

“Además, hoy era necesario rescatar estas crónicas, porque el Cerro Cordillera aún mantiene su vida de barrio y sus características culturales e identidad popular. Es necesario destacar esta vida en oposición a la gran transformación que el supuesto desarrollo ha consignado en los cerros vecinos: Alegre, Concepción y Yungay. Estos se han cosificado en vulgares barrios turísticos que nada tiene que ver con su pasado. Inmobiliarias que especulan con Lofts, Hotel Boutiques y restaurantes, presionando a sus habitantes a abandonar su barrio”, añade.

portada libro

Época de oficios y de clubes deportivos 

En el libro hay guiños a los oficios propios de puerto que, con el paso del tiempo, han desaparecido. Los burreros y muleros son ejemplo de ello. “El libro se remonta a la década de los sesenta donde en cada esquina se ofertaban servicios desarrollados por personas, que hoy ya no existen, han desaparecido, principalmente por el concepto desechable que introduce la sociedad de consumo. Entre estos oficios destaco a los sastres, las modistas, las tejedoras, los talabarteros fabricando balones de cuero, los carpinteros o ebanistas, los zapateros, los peinadores de colchones de  lana, los estiradores de somieres, las lavanderas de artesa, los compradores de botellas y huesos,  los vendedores con canastos de mimbre pregonando su mercancía, el yerbatero, el vendedor de avellanas, castañas y cocos en cuesco, los heladeros, el hojalatero, los peluqueros, componedores de huesos, los burreros o muleros, los almaceneros, entre tantos. Todos ellos le daban vida al barrio, no obstante además los grandes supermercados y mega retail, acaban con las panaderías, almacenes y boliches de barrio que eran un punto de encuentro para los habitantes del barrio”, dice el escritor.

Para Carstens esto se explica por cómo la sociedad de consumo ha socavado a los pequeños empresarios de la época. “El individualismo como consecuencia del exitismo material que promueve la sociedad de consumo, termina con la vida de barrio”, comenta.

Pero el texto también recuerda cómo en esos años los clubes deportivos congregaron a jóvenes y adultos. Uno de ellos era El Meteoro, según Carstens, el más popular del barrio. De acuerdo al autor, éste se había formado en 1950 en el marco de una celebración del 18 de septiembre.

“De los 18 clubes deportivos que existían, hoy solo se mantienen seis de ellos. ¿Los  motivos?: cambios generacionales, falta de un mayor apoyo regional, falta de dirigentes comprometidos con sus instituciones, formación de chicos y chicas por la ausencia de canteras juveniles, dedicación a otras actividades, éxodo, individualismo, sedentarismo, etc.”, indica el autor.

Un año nuevo de puertas abiertas y un festival para recordar   

En los años 60 la fiesta de año nuevo no era lo que es hoy. Según recuerda Carstens, en aquellos años la pirotecnia no aspiraba al espectáculo tal como se entiende en la actualidad. “La historia local identifica a un odontólogo de la Universidad de Chile de Valparaíso como el organizador del primer lanzamiento oficial de fuegos artificiales en la bahía en el año 1953 (…) La tradición porteña era salir a deambular para dar abrazos, los vecinos ese día tenían una política de puertas abiertas para invitar a todos los que quisieran entrar a saludar, a veces incluso a desconocidos, y a todos por igual se les atendía con un vaso de cola de mono y un trozo de pan de pascua (…)”, dice el texto.

En tanto, respecto del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, el libro rememora un tiempo donde las competencias folclóricas e internacionales eran importantes: “Si uno repasa los ganadores y finalistas de la competencia folclórica de los años sesenta y setenta, casi todas son canciones que han trascendido en el tiempo. Algo parecido, pero no en igual cantidades sucedió con canciones internacionales que trascendieron fuera de la frontera. Los invitados hispanoamericanos brillaban como estrellas estelares en las noches del Festival. Recuerdo haber estado en noches de show de alta jerarquía con Joan Manuel Serrat, Piero, Julio Iglesias, Sandro, Fabio y una banda inglesa que fue lo más cercano a escuchar a The Beatles: The Tremeloes, cuyo repertorio era casi exclusivamente basado en hits de The Beatles. Los shows no pasaban al olvido tan fácilmente como hoy. Claramente  nada de eso queda. El  debacle comenzó con la llegada de la dictadura que prohibió la competencia folclórica y banalizó el espectáculo internacional con melosos simpatizantes de la Junta Militar”, sentencia Carstens.

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La llegada de la dictadura también quebró el ánimo del Cerro Cordillera. Según comenta el escritor “el cerro tanto el ’64 como el ’70 fue eminentemente Allendista”. “El Golpe de Estado, en el barrio no fue distinto a lo sufrido en la ciudad de Valparaíso donde se inició la asonada golpista.  La delación, el miedo  y el  terror fue la tónica de los primeros años. No olvidar que nuestro barrio popular convivían personal de tropas de la Armada y Carabineros con los pobladores principalmente clase media y trabajadora empobrecida, muy comprometida con el gobierno popular.  Todos se conocían políticamente”, afirma.

En la mira de las inmobiliarias 

Según Carstens Valparaíso tiene una calidad de vida “mejorable”. Sin embargo, el escritor advierte que actualmente el patrimonio de la ciudad está en “la mira de las inmobiliarias”. Un ejemplo de ello fue el caso del Mall Barón. En esta línea, el escritor advierte: “La lucha por recuperar la ciudad de Valparaíso desde sus habitantes para sus habitantes es uno de los tantos desafíos”. El tema, dice, es ganarle a la “prevalencia del capital”.

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