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Costa Rica se salva del conservadurismo evangélico

La iglesia evangélica ha tenido en pocas décadas un crecimiento explosivo en América Latina. Ahora se expresa en política y articula el pensamiento ultra-conservador de los sectores populares. Esta vez su candidato perdió en Costa Rica, pero podría ganar en otros países-

Patricio López

  Lunes 2 de abril 2018 5:58 hrs. 
carlos alvarado

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La crisis de legitimidad de la democracia y de los partidos políticos en América Latina, por la corrupción y la incidencia cada vez mayor del dinero en las decisiones públicas, ha producido entre otras una deriva que en este 2018 se hizo visible repentinamente: la articulación política de un ultra-convervadurismo fundado en iglesias evangélicas, que han pasado de la prédica a la acción política. Han partido por Costa Rica.

Llama la atención que el fenómeno haya explotado en ese país, que tiene tan buena fama internacional. Es considerada una de las democracias más estables de América Latina, además de un modelo de tolerancia y civismo. Sin embargo, su sistema político ha caído en manos de la corrupción, lo que llevó a la atomización de sus dos partidos tradicionales:  el Partido Liberación Nacional (PLN) y el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC). Las nuevas identidades políticas se encarnaron esta vez en el candidato del centroizquierdista gobierno del presidente Solís, Carlos Alvarado, y en el pastor evangélico conservador, Fabricio Alvarado.

Costa Rica celebró este domingo la segunda vuelta electoral para dirimir al nuevo presidente. Aunque antes se habló de un empate técnico (otra vez se equivocaron las encuestas), finalmente Carlos Alvarado ganó las elecciones presidenciales al obtener el 60,7 por ciento de los votos, según los resultados entregados por el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) con el 91 por ciento de los votos escrutados. Alrededor de 3.3 millones de votantes estaban habilitados a elegir al nuevo mandatario por un período de cuatro años. Sin embargo, durante el día se apreció un ambiente de poca participación y entusiasmo, en contraste con la primera vuelta del pasado 4 de febrero, donde hubo un gran alboroto y expresiones de apoyo a las opciones que competían. Ninguno de los Alvarados, parecía, lograba entusiasmar demasiado a los electores, pero al final se produjo una silenciosa movilización contra el pastor evangélico.

Este fenómeno que surgió en Costa Rica está rearticulando al pensamiento conservador latinoamericano, luego del ciclo de gobiernos progresistas y de la debacle de la mayoría de los partidos de derecha en el continente. Pero su raíz es distinta: donde el statu quo siempre se había expresado a través de partidos oligárquicos y/o de élite, ahora lo hace desde los sectores populares. Ahí donde antes se profesaba la religión católica y se votaba a la izquierda, ahora se es crecientemente evangélico y se vota a la derecha.

En lo que respecta al primer ámbito, ya se sabe que éste es el continente con una mayor cantidad de católicos en el mundo. Sin embargo, el retroceso de la iglesia de Roma en favor de los evangélicos ha sido vertiginoso en apenas algunas décadas. El impulso del Concilio Vaticano II en el la iglesia católica latinoamericana, cuya expresión más clara fue la Teología de la Liberación. se vio frenada con la elección de Juan Pablo II, en 1978. La restauración conservadora, en este lado del continente, se tradujo en la acción de la Congregación para la Doctrina de la Fe, órgano del Vaticano que vela por la correcta aplicación de la doctrina y que, en esa época, estaba encabezada por el cardenal alemán Joseph Ratzinger, antes de ser el papa Benedicto XVI. A través de dos documentos, Libertatis Nuntius y Libertatis Conscientia, se concluyó que la verdadera liberación se refiere a aquella del pecado original, que es de orden superior, por lo que todas las demás debían subordinarse. En los años siguientes, la iglesia católica abandonó la cuestión social y giró hacia la llamada moral sexual, debilitando con ello las comunidades de base que habían sido tan importantes no solo para la institución, sino también para la generación de tejido social en los sectores más pobres del continente.

En el caso específico de Costa Rica, el candidato presidencial Fabricio Alvarado lidera al partido Restauración Nacional (PRN), una tienda cristiana evangélica que ha hecho campaña sobre la base de la defensa de la “familia tradicional”, lo cual aterriza en posturas como la oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo, a la fecundación in vitro y el respaldo a la unión entre el Estado y la religión. Ideas que, sumadas por sus detractores, parecerían un retroceso de décadas en Costa Rica.

La situación recién descrita podría estar, también, en el futuro de Brasil, el país con más católicos en el mundo, en una cifra que supera a los 200 millones de fieles y al 74 por ciento de la población. Pero en baja. Hoy, el 22 por ciento de la población es evangélica, en un auge explosivo que ya se ha traducido en una bancada de varios senadores y diputados, además de que han logrado elegir al alcalde de Río de Janeiro, Marcelo Crivella.

Según los analistas del funcionamiento geopolítico de la Iglesia Católica, ésta sería una de las razones del nombramiento de Francisco: un intento por defender al que se ha convertido en el continente católico, luego de su retroceso en Europa. Por eso, además de que sea argentino: se habría favorecido una mirada pastoral no castigadora, menos preocupada de los asuntos sexuales y con vocación de liderazgo en los procesos políticos contemporáneos.

En la madrugada de este lunes, después de conocido el resultado electoral y la victoria de Carlos Alvarado, muchas de las voces progresistas del continente expresaron su alivio. La pregunta, en todo caso, es más profunda y general que la elección de Costa Rica ¿por qué el pensamiento religioso ultra conservador se apodera crecientemente de los sectores populares del continente?

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