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Eugenio García, el mítico fotógrafo de Revista Estadio

El fotoperiodismo deportivo tuvo un padre en nuestro país y ese fue Eugenio García, también conocido como “Er mago del lente”. Autodidacta, fue uno de los responsables del éxito que tuvo Revista Estadio desde 1940 hasta mediados de los setenta.

Claudio Medrano

  Lunes 23 de abril 2018 11:11 hrs. 
eugenio garcía

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La popular Revista Estadio, la publicación deportiva más importante en la historia de nuestro país, se definía en sus primeros años como una “revista gráfica de deportes”, y es que fue la gran cantidad de fotografías y retratos de los principales actores de la actividad en Chile parte importante del éxito que tuvo el longevo semanario.

Por lo mismo, la figura de Eugenio García, fotógrafo principal de la revista, cobra relevancia y lo eleva a la estatura de uno de los mejores fotoreporteros deportivos de la historia de nuestro país. “Er mago del lente”, como también era conocido, es el autor de algunas de las instantáneas más recordadas de las décadas de oro del deporte chileno.

Lo cierto es que Eugenio García ignoraba que en él había un fotógrafo en potencia. Creyó la primera vez que fue a un estadio con su maquinita de cajón que lo impulsaban sus entusiasmos deportivos, pero con el correr de los meses se dio cuenta que la fotografía era su verdadera pasión.

Discriminado en sus inicios, la porfía empujó a García a continuar presentándose sagradamente en las canchas de fútbol o cualquier lugar en donde hubiese un evento deportivo desarrollándose para inmortalizar con su cámara el esfuerzo de los deportistas.

Algunas de las mejores postales del fútbol chileno fueron retratadas por Eugenio García.

Algunas de las mejores postales del fútbol chileno fueron retratadas por Eugenio García.

Pedro Cea, entrenador de la selección uruguaya de fútbol que vino a Chile a jugar el Sudamericano de 1941, fue uno de los hombres que lo alentó a seguir con esta empresa. Se hicieron muy amigos, García le obsequiaba fotos y la tarde que la delegación “Charrúa” regresaba a Montevideo, Cea le dijo: “espero verlo por mi tierra amigo”.

Al año siguiente García ya trabajaba para Revista Estadio y pudo viajar acreditado al campeonato que se desarrollaría en Montevideo, Uruguay. La primera noche del torneo llegó un poco tarde. Entró a la cancha y lo primero que vio fue a su amigo Cea quien lo reconoció de inmediato: “Che García, ¿cómo te va?” le dijo para luego fundirse en un profundo abrazo.

Rodríguez Lorenzo, fotógrafo uruguayo, relató posteriormente a Revista Estadio algunas de las peripecias de García en tierras orientales “llegó solo con su Leica, pero sin lámparas, sin disparador, sin el material más necesario para tomar fotos de noche. Pero eso a él no le importaba, se hizo amigo de todo el mundo y aprovechaba el magnesio de todos nosotros para sacar sus fotos”.

El uruguayo agregó que “nosotros pensábamos que era un fresco que se había apropiado de un carnet y una máquina para ver el campeonato gratis, por eso fue grande nuestra sorpresa cuando llegaron las revistas de Chile y aparecía su trabajo. Era sorprendente lo que había conseguido sin los materiales necesarios. Ahí comprendí lo que valía y nos hicimos grandes amigos”.

Otra de las fotos de Eugenio García, ahora en la equitación.

Otra de las fotos de Eugenio García, ahora en la equitación.

Eso sí no todo fue placentero para García en Montevideo. Luego de salir a pasear por la ciudad junto a otros fotógrafos, fue detenido por “piropear” a las mujeres, algo que por ese entonces era ilegal en la capital uruguaya. Finalmente fue liberado luego que sus propios compañeros hicieran una colecta para pagar su fianza.

Sus inicios en Estadio

García llegó a Revista Estadio siendo un amateur. Alejandro Jaramillo, director de la publicación en sus primeros años necesitaba un fotógrafo para la revista y para eso acudió con Carlos Martin, dueño de la Casa Schummi en aquella época. “Tengo la persona, viene aquí a revelar sus fotografías un joven lleno de entusiasmo, que gusta del deporte y me parece que será muy bueno”.

Pero García no tenía experiencia con cámaras profesionales “no sabía ni dar ni desatar con la Leica, no era lo mismo que tomar con la de cajoncito, la Agfa, que me prestaba mi papá. No era lo mismo. Me iba a los partidos, pero los resultados me desilusionaban en cada ocasión. No me salía ni la pelota. Tomaba un gol y el arco no se veía poro ninguna parte. A veces aparecían las piernas de los jugadores, pero sin la cabeza, y a veces al revés”.

Ciclismo de pista en los años 40.

Ciclismo de pista en los años 40.

García agrega que “después de echar a perder muchas películas me llamó el señor Jaramillo y me dijo: “Ahora va en serio, desde mañana comenzamos”. Me dio un miedo tan grande que llegué a mi casa y le dije a mi padre: ‘mire viejo, hágame el favor de ir donde el director a entregarle la máquina y decirle que no me hallo capaz’, y mi padre se enojó y me dijo que tenía que cumplir”.

Finalmente, García perseveró y se consolidó como uno de los mejores fotógrafos del país, lo cual fue su tabla de salvación “yo me aburría en el negocio de mi padre y quería hacer otra cosa. Cuando vi que no partía mal, puse todo mi empeño. Compré todos los libros y folletos de técnica fotográfica. Pregunté y volví locos a los que sabían, trabajaba de día y noche. Muchas veces en la madrugada desperté a gritos a mis viejos para mostrarle, alborozado después de revelar, que había acertado con una escena”, recordaba García.

Su afición por la fotografía lo llevó a ser un personaje muy popular en su barrio de la comuna de Independencia, sobre todo con los niños a los cuales usaba como prueba para mejorar su técnica “yo probaba la máquina con ellos. Organizaba carreras entre los chiquillos del barrio y ponía de premio una botella de bilz o de papaya para el ganador. Me colocaba en la meta para tomar la llegada, para medir la velocidad, enfoque, etc.”.

Sus inicios fueron difíciles, sobre todo por el hecho de que no recibía remuneración alguna por su trabajo en Revista Estadio, Cuando García ingresó a la publicación el director le manifestó: “bueno, aquí no ganará sueldo, pero le ofrezco el diez por ciento de las ganancias cuando las haya”. Hasta esa época ninguna revista deportiva había podido surgir en Chile y Estadio estuvo un año funcionando sin publicidad.

Dispuesto a todo por la mejor fotografía

Sus anécdotas en sus coberturas como fotoperiodista fueron miles. En una ocasión, durante un partido entre Estudiantes de La Plata y Unión Española, Pellegrina, atacante del cuadro argentino enfiló solo al arco chileno en dirección a gol. García lo ve venir e impulsado por su ímpetu salta a la cancha y casi encima le dispara un flashazo que cegó al argentino que erró el remate. El argentino furioso se descargó en contra del fotógrafo que solo se limitó a decir: “para otra vez será”.

Otra vez en un clásico universitario vio avanzar solo a Scopelli de la Universidad de Chile. Entró a la cancha y lo enfocó, pero el remate violento del delantero dio justo en la máquina de García. Del golpe en la cabeza cayó desvanecido. Todos corrieron a atenderlo, especialmente Scopelli. Le dieron agua, lo masajearon, pero no volvía; tenía una herida en la frente. De repente despertó y, como un loco, gritó: “¡La máquina!, ¡la máquina!”.

El tenis fue otro de sus deportes preferidos.

El tenis fue otro de sus deportes preferidos.

En la prueba ciclística Santiago- San Antonio de 1943, llegó atrasado, algo muy recurrente en él, y tuvo que subir a un bus repleto de pasajeros. Le habló al chofer, le habló tanto que luego el vehículo corría a toda velocidad para pillar a los ciclistas. A los diez minutos, todos los pasajeros eran sus amigos, y los había entusiasmado con la carrera de modo que ya nadie se preocupó del horario, sino solo de las alternativas de la prueba. García era el dueño de la micro; la hacía correr, la hacía detenerse donde quería: “Aquí párese”, dijo; y se subió a una loma para tomar una panorámica de la pasada de los pedaleros.

Estaba enfocando cuando hubo una rodada. Cayeron cinco o seis. García se tiró cerro abajo para tomar la foto, pero llegó en el momento en que se paraban y se limpiaban la tierra y el barro. “No –gritó García-. ¡La foto! ¡La foto!” Y los obligó a tirarse otra vez de cabeza al barro.

Como tantas veces en el Estadio Nacional.

Como tantas veces en el Estadio Nacional.

En el Sudamericano de atletismo del 43 llegó atrasado al Estadio Nacional, como siempre. En el momento que se corría la final de los cien metros. Corrió a la meta e hizo las fotos. Aquella vez Walter Pérez, velocista uruguayo, venía ganando, pero tropezó en la meta y cayó entre los vítores y el entusiasmo del público por el triunfo del chileno que venía en segundo lugar. García saltaba y gritaba; “¡Qué foto! ¡Qué foto más sensacional!” Nadie se entusiasmaba más que él con sus propias fotografías. A veces se le oía como loco, gritando en el taller, en la cámara obscura. “¡Aquí tengo la mejor foto del mundo!”, decía. Esa tarde gritaba y saltaba, pero al ir a correr el rollo para cambiar la película se dio cuenta de que la máquina no estaba cargada.

Eugenio García pudo ser violinista, interpretar música a través de ese instrumento era su segunda pasión, pero la fotografía le dio el estatus de trascendental y figura clave para entender y preservar la memoria deportiva de este país.

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