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Gabriela Mistral: A 60 años de su muerte y a un siglo de su llegada a Magallanes

Andres Jouffe

  Jueves 26 de abril 2018 10:00 hrs. 
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Su mejor amigo, el entonces Ministro de Justicia e Instrucción, Pedro Aguirre Cerda le encargó la dirección y la asignatura de Castellano del Liceo de Niñas de Punta Arenas en 1918. Gabriela Mistral al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1945 dijo en su discurso: “Pedro Aguirre Cerda fue mi mejor amigo de la vida.  Todo se lo debo a él; es el único chileno que tuvo fe en mi”.

Ambos se conocieron en Pocuro, cerca de Los Andes, perteneciente ahora a la Cuarta Región.

El doctor, Luis Aguirre, hermano del que sería Presidente, residía en Punta Arenas.

Bautizada como Lucila de María del perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, Gabriela Mistral llegó un 18 de mayo de 1918, a los 29 años, a bordo del vapor “Chiloé”.

Entre sus primeras amistades en Magallanes, figura uno de los grandes escritores eslavos. Martín Kukicin, conocido como Mateo Bencur quien estuvo presente en la velada de bienvenida que le brindaron las autoridades en el Hotel Cosmos, el 30 de mayo. Ya entonces consideraba su mejor amiga a Laura Rodig, quien llegó con  ella como profesora de caligrafía, pintura y dibujo.

Posteriormente enfrentaría dificultades administrativas y el reproche de que no era profesora titulada, sino autodidacta, y en calidad de tal, no merecía la dirección del liceo.

El liceo en calle Llanquihue

Entonces el Liceo de Niñas funcionaba en una casa arrendada a la familia Williams en calle Llanquihue 850, ahora la calle lleva el nombre de O’Higgins. Gabriela Mistral ocupaba una habitación del segundo piso junto con la del mozo y guardia. El frío de las noches del Elqui es incomparable con magallánico, por lo que surge un aspecto poco conocido de la permanencia de la poetisa en Magallanes: permaneció mucho tiempo en cama, debido a frecuentes recaídas de resfríos y gripe.

En el año 2002, su amiga del alma, secretaria y albacea hasta los últimos días, Doris Dana, dijo en una visita a Punta Arenas: “A Gabriela no le gustaban las ciudades grandes, odiaba Santiago. Prefería los lugares pequeños porque la gente era más amable. Por eso le gustaba Punta Arenas, porque al  ser tan apartado del centro del país, siempre había un espíritu dispuesto a ayudarse el uno al otro. Donde hay dificultades para vivir siempre hay ganas de apoyar a los demás”.

Amistad con Sara Braun

Para muchos constituyó una sorpresa la amistad surgida entre Sarah Brun, nacida en Marienpol, Lituania, y la poetisa de Monte Grande. Gabriela Mistral pese a su entorno de gente humilde, además de personas vinculadas al magisterio, tuvo el acierto de amigarse con la señora Braun quien la apoyó financieramente en varios proyectos al mismo tiempo que ambas de reunían frecuentemente para conversar. Las dos mujeres eran altas, para el promedio nacional, algo gruesas y la gran diferencia la constituía aparte de la fortuna, era una Braun blanca como la nieve y Mistral, morena.

“Me presenté ante la latifundista Sara Braun para solicitar trabajo en una de sus estancias. Era alta de polleras largas con una majestuosidad que me recordaba a Gabriela Mistral”, escribió Francisco Coloane.

Josefina Menéndez, ferviente católica,  mantuvo distancia hacia ambas por la cercanía de ellas a la masonería.

Gabriela esconde a un prófugo

En junio de de 1919, Simon Radowitsky fugado de la cárcel de Ushuaia, al ser recapturado, se lanzó al agua del Estrecho y nadó hasta la costa. Empapado recurre al Liceo de Niñas donde Gabriela Mistral sin preguntar nada, lo refugia en el segundo piso. Laura Rodig le sugiere que lo disfrazasen de mujer para que saliera, pero la Mistral fue rotunda: jamás lo entregaría. Radowitsky era el anarquista mas conocido del continente y había sido condenado por matar con una bomba al jefe de policía de Buenos Aires Ramón Lorenzo Falcón.

Curiosamente la prensa de entonces no le concedió importancia al hecho.

Posteriormente fue detenido en otro lugar y condenado a dos años de presidio incomunicado y con media ración de alimento.

La Mistral ayudo a otras perseguidas políticas, Victoria Ocampo, María Elena Gil y al propio Pablo Neruda, en Europa.

Trabajo Infantil

En su poema “Piececitos de niño” que estaban azulados de frío, terminado en 1919, evoca cuando solicita a las autoridades suspender las clases en julio y agosto a cambio de enero y febrero. Le rompía el corazón ver a los pequeños entumidos en la sala de clases y de  sus largas caminatas por suelos nevados  al colegio. Sin embargo el gobierno se opuso pues el trabajo infantil reforzaba la temporada estival, época de esquilas.”Invierno parece jornada del diablo y no jornada natural de la tierra”, escribió.

Gabriela Mistral era católica e invoca a Dios en varios de sus poemas. Sin embargo era muy abierta hacia otras ideologías y religiones.

De todos modos extrañó que impartiera clases y charlas culturales  en la Sociedad de Instrucción Popular, que estaba ubicada en una casa nueva con excelentes instalaciones en avenida Colón, pues el  plantel era de la masonería. Los de la Sociedad financiaban los estudios de las mujeres obreras que asistían de noche al Liceo de Niñas.

Sabido es, su preocupación por procurar alimentos y vestuario a los alumnos. Muchos llegaban casi descalzos tanto en el liceo como en la escuela; un gran número recorría kilómetros a pié para asistir al aula.

Una faceta casi desconocida de la Premio Nobel

Gabriela no podía abandonar la provincia de Última Esperanza, donde pasó sus únicas vacaciones,  sin probar el sabroso apetecido cordero magallánico que en el mes de enero adquiere especial sabor. La Mistral no quiso perderse esta oportunidad.

“Comeré igual que Abraham apura mano habilidosa y robusta mordida.

Cortar el cordero es para aquella gente un rito importante aunque lo repiten cada semana y el descuartizador adquiere en aquel momento preponderancia de héroe”.

Roque Esteban Scarpa, Premio Nacional de Literatura y en su oportunidad director de Archivos y Museos, en su biografía sobre Gabriela Mistral, reprocha en su calidad de magallánico: “El liceo que ella organizó no lleva ni siquiera su nombre y mi tierra que tuvo la generosidad de darle nombre a una oscura y apartada calle, mientras luce la de un analfabeto en una de las principales”.

Si se trasladó a Santiago desde Punta Arenas fue a causa de un artículo del escritor mejicano Carlos Pereyra, difundido en todo el continente: “Y en ese rincón del mundo tienen los chilenos a Gabriela Mistral

Mientras viajaba en el vapor sueco ª”Ecuador” rumbo a Estocolmo, Gabriela Mistral comenta: “Este clima helado me cuerda a Punta Arenas”

Lo paradójico que un barco de Suecia llevara el nombre de un país tropical, pero se trataba de una nave que realizaba el cabotaje entre Río de Janeiro y Estocolmo. La razón de este trayecto es que Gabriela fue sorprendida con el Premio mientras ejercía como cónsul en Petrópolis.  En esta ciudad sufrió en carne propia la muerte de Stefan Zweig y su familia en 1942, sus mejores amigos de la época y en 1943 el suicido de su sobrino Juan Miguel, apodado Yin Yin.

Desde Brasil, Gabriela Mistral  veía con el corazón destrozado los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde

Me ha arrojado a la mar en su ola de salmuera

La tierra a la que vine no tiene primavera;

Tiene su noche larga que cual madre me esconde.

El viento hace a mi casa su ronda de sollozos

Y de alarido y quiebra, como un cristal, mi grito.

Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,

Miro morir inmensos ocasos dolorosos.

En el archivo de su amiga Laura Rodig, hay  una foto donde aparece Gabriela Mistral mirando hacia el noroeste desde el segundo piso de su casa, la misma donde funcionaba el Liceo de Niños. “Escribía Desolación”.

Si bien, posteriormente aparecieron autores de la talla de Gonzalo Rojas, Nicanor Parra, Roberto Bolaño e Isabel Allende, según el Ministro de la Cultura Ernesto Ottone, “En la construcción lenta de los escritores como marca en América Latina,  Chile dio un paso sustancial de tener dos figuras reconocidas en el mundo y además Premio Nobel, Gabriela Mistral y Pablo Neruda”.

Hasta 1945, año del Premio a la Mistral, salvo Huidobro en Alemania y Francia, ningún prosista o poeta era reconocido internacionalmente.

Frente al antiguo recinto del Liceo de Niñas, donde ahora se erige el Liceo Sara Braun, no sólo esta el busto de Gabriela Mistral, autora de Desolación, inspirada en Magallanes, sino también un árbol que plantó en el bandejón central de avenida Colón. La poetisa años después, adoptó a un niño, Yin Yin al que le dio la calidad de sobrino. Lo llevó consigo a Brasil, donde el joven se quitó la vida, provocando en esta madre no biológica, un dolor del que jamás pudo recuperarse. Sus evocaciones las incorporó a su obra.

En 1925, a bordo del vapor Oropesa II, Gabriela Mistral pisa por última vez tierra magallánica. Provenía de Europa. El barco recaló durante unas horas en Punta Arenas, y aparte de compartir con alumnas y colegas, no alcanzó a visitar su querido Liceo.

El Oropesa I de la Pacific Steam Navigation Company, había sido torpedeado por los alemanes en la primera guerra, en 1917, en tanto la nueva versión de la nave, que transportó a la poetisa, corrió la misma suerte en la Segunda Guerra torpedeado y hundido por submarinos alemanes en 1941.

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