Señor Director:

No es solo abuso sexual, es abuso de poder y de conciencia. ¿Cuántos casos estarán sumidos en el silencio y el miedo?

La pasada noticia del Cardenal Pell, acusado por presuntos abusos sexuales no sería un hecho extraordinariamente impresionante si nos dedicamos a analizar el extenso historial que tiene la Iglesia Católica. Los casos de pederastia en el seno de la Iglesia Católica comenzaron a conocerse desde la década de los noventa. El papa Benedicto XVI expulsó a cuatrocientos sacerdotes durante su pontificado y el papa Francisco ha relevado a cerca de tres obispos y un sacerdote.

Cientos de menores guardan silencio por miedo, extorción o falta de pruebas. El abuso no solo atenta contra la libertad personal, también deja marcas para toda la vida. Un estudio de la Universidad de Chile respalda las secuelas físicas y psicológicas que produce esta atrocidad, entre ellas el embarazo, enfermedades de transmisión sexual, depresión, aislamiento e incluso dificultad para relacionarse con el entorno.

Debido a la magnitud de estos hechos, la Iglesia y el Estado deben dejar se tomarse estas situaciones tan a la ligera, hay que darle más énfasis. Es pertinente que se regulen los organismos del clero, que se haga justicia y se genere conciencia. Es hora de que dejen de encubrirse estos casos de abuso, es hora de proteger a los más pequeños, de velar por su seguridad, sancionar los delitos correspondientes y terminar de una vez por todas con esta constante práctica de la Iglesia Católica.