Por años trascendió que en 1906 un grupo de obreros habrían sido abandonados a su suerte en la faena en el Baker, lugar que desde hace un par de décadas se conoció como la Isla de los Muertos del Baker, sin embargo, en la búsqueda del relato todos estos cerraban con un halo de misterio, y con una escasa voluntad para acudir a las fuentes, como por ejemplo, a la prensa de la época. “La tragedia obrera de Bajo Pisagua. Río Baker, 1906” se centra en el relato de las víctimas, 209 obreros en faena, 59 víctimas fatales en Baker, y entre 4 y 12 en Chiloé, producto del deterioro físico.
Se trataba de agricultores y campesinos que vendían su fuerza laboral durante la época estival para ir a faenas en Patagonia y también al norte de Chile. Estos obreros fueron “enganchados” (contratados) por la Compañía Explotadora del Baker, entre octubre y diciembre de 1905 para cortar ciprés, en el curso inferior y medio de río Baker, y para despejar las sendas, por un contrato de 6 meses, por lo tanto, en mayo o junio de 1906, debían ir a buscarlos a la faena. Sin embargo, ninguna embarcación llegó.
Surgen dos responsables de esta tragedia: la Compañía Explotadora del Baker y el Estado chileno, cuyo gobierno del momento se desentendió de la situación, pese a que se le comunicó al Ministerio del Interior lo que acontecía en el Baker, sin embargo les resultaba una molestia el tema de los obreros porque, además, en el norte del país la organización obrera estaba creciendo cada vez más en fuerza y demandas. Sumado a esto el hecho de que el poblamiento de Aysén hacia principios del siglo veinte ocurrió mediante la modalidad estatal de concesiones de tierra, una vía de abandono estatal de este territorio. A esta situación se sumó la omisión cómplice de la prensa más conservadora del país: “El Diario Ilustrado”, “El Mercurio”, de Santiago y de Valparaíso y “Las Últimas Noticias”.
Espesor existencial para la memoria
Nos encontramos con la Isla de los Muertos, un cementerio conformado bajo la lógica cultural del mismo grupo humano que, en una situación de crisis, obedece a la impronta de otorgar humanidad a ciertos ámbitos de aquello agreste de Aysén, sitio funerario donde solo una tumba tiene inscrito un epitafio dedicado a Melchor Navarro.
Cuando Osorio encontró la lista de fallecidos las cruces adquirieron humanidad, habían personas fallecidas, con nombre y apellido, quedaba pendiente entonces el acto humano de darle identidad a las cruces anónimas, desde entonces surgió la necesidad de conocer a sus descendientes, lo que fue abriendo otra puerta, que es la misma, hacia la memoria histórica en estas familias. Fue entonces que se abrió la memoria y el libro producto de esta investigación se convertía en una pieza más para darle profundidad a la historia.
“El trabajo de reivindicación de la memoria comenzó en 2013, dos años antes de la primera edición del libro (diciembre de 2015), en Aysén y Chiloé, difundiendo sobretodo la lista de los obreros fallecidos, pensando en encontrar familias descendientes que pudiesen por fin conocer qué había ocurrido con sus seres queridos desaparecidos a principios del siglo XX en Patagonia” relata.
La difusión que ha logrado esta obra trasciende las fronteras regionales, y nacionales. Este relato se ha extendido también hacia otros proyectos, en los que Osorio ha colaborado, como un documental dirigido por el investigador Felipe Montiel, que se basó en el viaje de José Cárdenas, nieto del obrero Enrique Cárdenas, sepultado en Isla de los Muertos, y que le permitió al primero saludar a su abuelo, y cumplir una antigua promesa que se había hecho: encontrar el sitio donde su abuelo había quedado.
Junto con el éxito de esta publicación se puso en valor la dignidad de los obreros a través de un Sitio de Memoria, proyecto en el que Osorio colaboró con la Municipalidad de Tortel, institución que impulsó la iniciativa de construir un memorial a los obreros muertos en el Baker, que fue inaugurado el 04 de junio de 2016 en un emotivo acto ecuménico y ciudadano realizado en Isla de los Muertos, que tuvo como compañía la música de Inti Illimani y Jorge Contreras. Este memorial se trata de una escultura realizada por creadores de la misma localidad de Tortel, quienes esculpieron en madera de ciprés, los nombres de los 59 trabajadores que sucumbieron en la tragedia.
Desde fines de 2017, Osorio asesora el guión museográfico, un trabajo de puesta en valor del sitio histórico Isla de los Muertos que el Ministerio de Obras Públicas lleva adelante y que será inaugurado el próximo 28 de mayo. “A tres años de la primera edición, siento satisfacción porque hay un interés sostenido en conocer la historia regional, no solo entre los lectores de la misma región sino que entre el público nacional e internacional. He recibido muy buenas críticas de investigadores de Chile, Argentina y España, que trabajan sobre Patagonia. Creo que el trabajo de investigación que he realizado y plasmado en gran parte en el libro, ha logrado demostrar que debemos cambiar nuestra relación de valoración del sitio Isla de los Muertos, el que ya no es sólo un “atractivo turístico” más de la oferta regional, sino que es ante todo un SITIO DE MEMORIA que nos recuerda que en los inicios del poblamiento se produjo una tragedia que tiene responsables (la empresa y sus representantes) y víctimas (los obreros fallecidos y sobrevivientes). Hoy el Estado ya ha asumido que Isla de los Muertos es un sitio de memoria, y que así debe ser tratado y puesto en valor. Y eso es un logro importante de todo este proceso”, señala Osorio.
La memoria se expande
Osorio sostiene que así como ocurrió con la Isla de los Muertos del Baker y el proceso de establecer un relato que sirva de sustento a la historia, existen otras tantas que aún están pendientes de reconstrucción en Aysén. El año 2012 trabajó como director en corto documental “Desde Aysén: Recuerdos de niñez”, junto a NOVASUR-CNTV y Producciones Ñire Negro, trabajo audiovisual que permite asomarnos a la infancia de Aysén hacia mediados del siglo pasado. “Urge recoger esas historias porque esas memorias nos permitirían entender cómo es que aquellas niñas y niños de antaño se forjaron como adultos y en qué medida sus historias desgarradas por el paisaje y la crueldad del primer poblamiento (abusos de todo tipo, soledad, escasas oportunidades) y a las que debieron hacer frente, han influido en la conformación del entramado sociocultural de las nuevas generaciones. También es urgente relevar las historias locales, desde la perspectiva de los relatos orales, sin considerar éstos como meros testimonios, sino como corpus de conocimiento e interpretación del mundo y de la historia social de Aysén, para así contrastarlos con los corpus escritos, documentales, permitiendo de este modo enriquecer la interpretación histórica de esta región”, concluye Osorio.
El libro será presentado por la arqueóloga María José Figuerero Torres, profesora del Departamento de Ciencias Antropológicas, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, quien destaca la relevancia de la Fería del Libro de Buenos Aires como hito cultural anual que convoca a miles de personas. “Estar presente con una obra es de relevancia, permite conocer y acceder a producciones que de otra manera no son fácilmente accesibles. Esta es una oportunidad para extender la difusión de la investigación de Mauricio Osorio al ámbito académico. Por eso, desde el Instituto de Arqueología tuvimos también el interés en dar un espacio y hacerlo conocer a la comunidad de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA”, señaló Figuerero, agregando que el sur de Patagonia tiene una historia de poblamiento y desarrollo económico común. El tipo de explotación ganadera extensiva y los latifundios implicó que buena parte de la población estuviera compuesta por la clase obrera en la primera mitad del siglo 20 y que, obviamente, fueran todos colonos inmigrantes en territorios que poco antes fueron soberanos de los indígenas. Desde la arqueología esto se ha estudiado poco. El interés arqueológico en la cuestión iniciado por Francisco Mena en Isla de Los Muertos hace caso ya 20 años, ahora se ve replicado en la argentina por Mikel Zubimendi quien está investigando la Huelga Obrera de 1921 en el norte de la provincia de Santa Cruz. En ambos casos, son eventos muy vivos en el presente, pero con fuentes documentales escasas. A esto se suman otros estudios arqueológicos como los de Luz Funes sobre la comunidad Boer en Chubut. De modo que afianzar lo que se conoce principalmente por la memoria oral, con la investigación de archivos y nuevos documentos y agregar la materialidad que se estudia desde la arqueología, nos va a dar un panorama más fundado de la vida obrera e inmigrante en Patagonia tanto chilena como argentina.
La invitación queda hecha para el día 8 de mayo, a las 17:30 hrs. en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, en el stand chileno. Y para el 10 de mayo, a las 17:00 hrs. en el Centro Cultural Paco Urondo, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. La participación de Osorio en estas instancias ha sido posible gracias al apoyo que ProChile entrega a Ñire Negro Ediciones para su internacionalización, en el marco del fomento de la industria creativa.
Sobre el autor
Mauricio Osorio Pefaur nació en Santiago en 1971, llegó a la Patagonia en 1996, tras titularse de Antropólogo Social en la Universidad de Chile, y movido por el ímpetu de habitar la Patagonia, ese desafío. Como investigador es autor de “La tragedia obrera de Bajo Pisagua. Río Baker, 1906”, publicado de Ñire Negro Ediciones, trabajo que ha sido ampliamente reconocido por su aporte en la recuperación de la memoria de la historia y el patrimonio de Aysén y ha devuelto la dignidad de los trabajadores provenientes de Chiloé víctimas de estos hechos que dieron origen a la Isla de los muertos. También publicó “Antiguas historias del valle Simpson” (2014), y “Otras Narrativas en Patagonia” (en coautoría con los antropólogos Gonzalo Saavedra y Héctor Velásquez), ambos a través de la misma editorial. En poesía, “Quemar las alas” es su segundo trabajo publicado, antecedido por “Mirada Intrusa” (2009).
Actualmente, es director de Ñire Negro Ediciones, y ejerce como antropólogo independiente realizando investigaciones, asesorías, estudios e intervenciones socioculturales en las áreas de la artesanía, identidad y cultura aysenina.
El texto corresponde a una colaboración de la periodista Ivonne Coñuecar.