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Cómo linchar a un ícono del periodismo

Columna de opinión por André Jouffé
Lunes 4 de junio 2018 11:20 hrs.


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Conozco a Juan Pablo Cárdenas desde hace 50 años y cinco meses.

Hace tiempo que no apreciaba una campaña de linchamiento, que pareciera salir de un aquelarre perverso y letal.

Primero, sumario por temas administrativos; luego persecución laboral y, como esta tan de moda y tan vilipendiado-con justa razón- el acoso sexual. Era lo único que faltaba para embadurnarlo. Como si no fuese suficiente, le atribuyen una jubilación mensual de 35 mil dólares. Ni un gerente de banco obtendría tamaña granjería.

Pareciera que usaron camiones tolva para echar tanta tierra sobre un hombre.

No hablaré del Premio Nacional de Periodismo, ni del profesor, tampoco de quien ha escrito docenas de libros, siempre en defensa de la libertad. Ni del integrante del grupo mundial de periodistas heroicos que fueron distinguidos hace algunos años en Europa, destacados por su objetivo: los derechos humanos son intocables.

Uno a veces ni se da cuenta entre el ataque y linchamiento. Y fue el Presidente Piñera en julio de 1999 quien en la calle Napoleón Bonaparte de Paris, me lo explicó: “A ti, te están linchando”.

Hago un paréntesis; lo encontré por casualidad y nos detuvimos a conversar en meses en que yo me sentía atacado. Pero el actual Presidente me explicitó: linchado. Y eso es lo más doloroso en la existencia. Especialmente si la causa contraria es injusta.

En la escuela de Periodismo de la Universidad Católica, estuvo en la toma y luchó por la reforma; como profesional dirigió Debate compuesto por jóvenes reporteras y reporteros que brillarían más adelante en otras tribunas. Luego la Escuela de Periodismo de la Universidad del Norte en Antofagasta, convirtiéndose en el director más joven de un plantel de enseñanza superior.

El broche de oro fue Análisis, símbolo del combate de prensa escrita en contra de la dictadura, complementado luego con Teleanálisis.

Preso varias veces, su hogar siniestrado en dos oportunidades, amenazas en contra él y su familia. Vivir en el terror, pero nunca cedió.

Le cerraron Análisis en democracia; por un corto periodo alcanzo a dirigir Los Tiempos y cierra esta etapa de su vida con la agregaduría de prensa en la Embajada de Chile en México.

En este país no finalizó su periodo, faltando solo meses para el año 2000, renunció también por defender sus principios.

De regreso, académico elegido por votación, de la Universidad de Chile, le ofrecen la dirección de una radio capa caída, sin incidencia alguna en ningún aspecto, ni político, ni cultural. En 17 años la convierte en una emisora heterogénea, combativa, que le da cupo a todas las opiniones, igual que el diario on line de la radio.

Todo viento en popa, y a pocos meses de su anuncio de retiro de la dirección para dedicarse a otros menesteres vinculados al periodismo y a escribir y comentar acontecimientos de interés nacional, surge aparecido de las sombras, un sumario.

Como externo, como simple colaborador, puedo sostener que le faltó el puntapié final, el apoyo decidor de parte de quien correspondía.

Tuvo el respaldo de Luis Riveros, rector del plantel, por lustros. Pues no solo ofició en el sector periodístico, también tuvo que gerenciar para lograr el autofinanciamiento en gran parte los costos de la radio. Creó la Sala Master por donde han pasado los grupos musicales, escritores y poetas más destacados.

Pero había que lincharlo, aunque fuese a semanas de su retiro.

Juan Pablo sufre de diabetes desde los 30 años; esto le produce cambios repentinos de genio. Incluso ambos hemos estado meses sin hablarnos, pero su generosidad es ilimitada. Incluso en Análisis le dio trabajo a pedido del suscrito a una periodista que hacia comentarios de películas de Walt Disney, en un medio tan combativo; una compasión que le significó pataletas de muchos especialistas del Séptimo Arte.

Reconocido internacionalmente, Juan Pablo  Cárdenas no merece este epílogo, por muchos palmoteos hipócritas que reciba, incluso de los complotadores.

Es fácil escribirlo; debe de estar tranquilo consigo mismo. Pero la injusticia carcome cualquier razonamiento.

La casa de Miguel Claro le debe lo que es, a un hombre que mientras recoge almendras en El Tambo debe de estar dolido, como lo estamos sus amigos, los colegas e incluso los adversarios a sus ideas.

Él era fiel a su pensamiento. Cuando renunció a la Democracia Cristiana, Radomiro Tomic le imploró que no lo hiciera. Pero si el partido con el cual alguna vez simpatizó ya no era el de los soles que brillaban, ¿cuál era el sentido de luchar por la flecha roja?

El tiempo, solo el tiempo como decía Volodia Teitelboim, provoca el aterrizaje de la verdad. Confía en eso, JPC.

 

N de la D:

Agradezco mucho la solidaridad de nuestro columnista. Admiro su excelente memoria, pero preciso lo que sigue:

El Sumario está concluido y fueron desacreditados todos los cargos injuriosos que se me hicieron con publicidad.

Efectivamente, me acogeré a la nueva Ley de Incentivo al Retiro luego de que, hace cuatro años, renuncié a ese derecho para continuar en la Radio y en la docencia universitaria. Mi retiro ya ha sido aceptado por el Rector mediante una conceptuosa carta de reconocimiento a mi trayectoria y desempeño. El beneficio que otorga esta Ley es el aporte por una sola vez de una suma equivalente a once sueldos. Dinero que me servirá para cubrir muchas deudas acumuladas por los años y financiar un nuevo libro de crónicas.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.