Veintiún días tuvieron que pasar desde que todos los obispos chilenos de la conferencia episcopal pusieron su cargo a disposición para que el Papa decidiera aceptar unas cuantas renuncias. Tres, precisamente, con la de Juan Barros, de Osorno, como la principal novedad.
El sacerdote de la región de Los Lagos comenzó a cavar su tumba desde el inicio, en marzo de 2015, cuando asumió como obispo de la ciudad de Osorno. A los pocos días Juan Carlos Cruz, uno de los denunciantes de Fernando Karadima, hizo pública una denuncia en contra el recientemente nombrado obispo: “Barros estaba parado ahí en la puerta cuando Karadima abusaba de mí y de otros. También él se tocaba y se besaba con Karadima”, declaró en ese momento.
A partir de ese momento Juan Barros nunca pudo ejercer su cargo eclesial con la tranquilidad que hubiese deseado. La comunidad osornina se sintió pasada a llevar con la decisión y lo hizo sentir. Lo esperaron con vestimentas negras, con un lienzo que señalaba “Francisco: Cómplice de crímenes pedófilos”. Cerca de 30 religiosos y diáconos de la ciudad enviaron una misiva al nuncio apostólico –representante del Vaticano en Chile- Ivo Scapolo, en la que decían sentirse “irritados y confundidos” por la designación.
Al oficiar su primera misa en la ciudad, Barros fue abordado por manifestantes en el frontis de la Catedral que lo esperaban con globos negros y pancartas. El obispo debió recortar la misa y salió escoltado de la iglesia.
Así comenzó una seguidilla de sucesos que no le permitieron a Barros ejercer su cargo en paz, pero la gota que rebasó el vaso se vivió en enero de 2018, para la visita del Papa Francisco en Chile. En la misa que ofició en el Parque O’Higgins el Sumo Pontífice salió acompañado de todos los obispos de la conferencia episcopal nacional, entre ellos, Juan Barros. Francisco ya había declarado, al ser consultado sobre el descontento de la comunidad osornina en octubre de 2015, que “Osorno sufre, sí, por tonta”, agregando que “piensen con la cabeza y no se dejen llevar por las narices de todos los zurdos”.
Al ser abordado en reiteradas ocasiones sobre la presencia de Barros en la ceremonia del Parque O’Higgins, Bergoglio calificó de “calumnias” las acusaciones en su contra.
La actitud del Papa argentino despertó la inquietud de los denunciantes de Karadima y de Barros. James Hamilton, Juan Andrés Murillo y Juan Carlos Cruz emitieron un comunicado en el que afirmaban que “nosotros y otros testigos hemos declarado la presencia del obispo Barros durante los abusos psicológicos y abusos sexuales cometidos por el sacerdote Karadima”. “En la causa, y gracias a múltiples testimonios, se sabe que los miembros de la comunidad de El Bosque estaban en conocimiento de los abusos del sacerdote Karadima”, declararon, haciendo alusión al papel de encubridor que ejerció Barros durante su participación en la iglesia de El Bosque.
La carta agregaba que “El Papa ha desoído todos estos hechos y nos ha acusado de faltar a la verdad, de decir calumnias (…). Todo esto es grave y creemos que revela un rostro desconocido del pontífice y de gran parte de la jerarquía de la Iglesia (…). Lo que ha hecho el Papa hoy es ofensivo y doloroso, y no solo con nosotros, sino contra todos quienes luchan por crear contextos menos abusivos y más éticos en lugares como la Iglesia Católica (…). Es ofensivo para nosotros y para todos quienes han sufrido abuso, en particular abuso clerical”.
Al parecer la misiva habría llegado a ojos del Vaticano, y el Papa habría oído –finalmente- las demandas y reclamos de los denunciantes. En febrero, justo un mes después de su visita, Francisco ordenó la visita de un enviado especial para indagar los casos de abuso. El arzobispo de Malta, Charles Scicluna fue el elegido por la máxima autoridad eclesial para pisar territorio nacional y recoger testimonios. 64 testimonios, precisamente, entre los recabados en Santiago y Nueva York.
De esos 64 Scicluna y el Vaticano tomaron definiciones. En abril el papa envió una carta directa a los 34 obispos chilenos solicitándoles una visita al Vaticano para abordar el problema de los abusos en Chile. A principios de mayo las autoridades eclesiásticas viajaron a Roma para dialogar frente a frente con el Papa. La reunión, que duró varios días, terminó con todo el cuerpo de obispos presentando su renuncia a la espera de que lo determinara Francisco, en lo que constituyó un acontecimiento histórico para la iglesia católica.
Este 11 de junio se comunicó la aceptación, por parte del Papa Francisco, de la renuncia de Juan Barros al obispado de Osorno.
El teólogo Álvaro Ramis, en conversación con este medio, habló de lo extraordinaria de la medida: “Es algo inédito, porque se supone que solo se remueve un obispo titular por casuales muy determinadas, entonces aquí hay un cuestionamiento de la comunidad local y finalmente ese cuestionamiento ha llevado a que el Vaticano ha tenido que desandar el nombramiento en un muy breve plazo, han pasado solo tres años desde el nombramiento. La participación de los fieles debería ser cada día más considerada y no sobreentendida como un proceso que no cuenta con la licencia social de la comunidad”. Ramis también da cuenta de la imagen que proyecta Bergoglio luego de esta decisión: “Está tratando de remar contra la corriente después de décadas de una iglesia que se encierra en sí misma, como él ha dicho, que giró de ser una iglesia profética a una elitista. Esa clausura en sí misma ha costado mucho para poder resolverla”.
Una de las voces más activas en contra de la designación de Juan Barros fue la de Juan Carlos Claret, el vocero de la Organización de Laicos de Osorno. La comunidad osornina ha sido activa en las manifestaciones para la destitución de Barros, y así lo ha señalado Claret que hoy, finalmente, puede descansar en la tranquilidad de una decisión que cree correcta: “Estamos emocionados. Mucha gente ha hecho lo imposible para que este escenario se concretara. Que hoy sea una realidad, sin duda que emociona, pero esto dista mucho de tener una alegría eufórica, porque no tenemos un atisbo de sentirnos vencedores, porque todos perdimos, y perdimos mucho. Ahora se abre la etapa de la reconciliación. No es el Papa el que termina sacando a Barros, sino que la imposición de la verdad, gracias a la insistencia de una comunidad, al coraje de las víctimas y a la prensa, que tuvo acceso a hacer las preguntas claves en los momentos precisos”.
Claudia Leal, teóloga y académica de la Universidad Católica, declaró a este medio que Francisco está intentando reflejar una imagen de una iglesia distinta: “El Papa no quiere una iglesia que represente la elite de un país, quiere una iglesia horizontal (…) tampoco de pequeñas comunidades, escondidas y marginales, el anuncio debe ser para todos. Una iglesia que este a la altura de los tiempos, muy horizontal y concentrada en atender las necesidades de los más pobres y vulnerables”.
Barros emitió una carta tras enterarse de la aceptación de su renuncia. En ella señalaba su “gratitud al Papa Francisco por su viva y paternal preocupación para el bien de todos. Con espíritu de fe veo en sus decisiones los caminos de Dios, su Divina Providencia nos va conduciendo para nuestro
mayor bien. A la Diócesis de Osorno le deseo lo mejor en su peregrinación hacia la plenitud cristiana. He rezado mucho por esto y traté de colaborar en ello estos años que fui destinado a este servicio pastoral (…) Les pido con humildad que me disculpen por mis limitaciones y lo que no pude lograr; el Padre misericordioso del cielo nos ayude a todos para mejorar, para amar en todo. Nuestras vidas están en las manos de Dios que conoce nuestras conciencias y las acciones de cada uno en este complejo tiempo que nos tocó vivir”.