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Jorge Larraín: “Para la derecha el populismo es ideológico y por lo tanto malo”

El sociólogo Jorge Larraín acaba de lanzar un libro que analiza el fenómeno del populismo. En esta entrevista explica el porqué de sus orígenes en el conteinente, con Vargas en Brasil y Perón en Argentina, sus características más puras y profundiza en las razones de por qué la Unidad Popular no constituye un fenómeno de tales características.

Diario Uchile

  Martes 3 de julio 2018 16:32 hrs. 
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Recientemente el sociólogo Jorge Larraín lanzó el libro “Populismo”, de editorial LOM. En él repasa el concepto que titula el texto, su historia y analiza su aplicación cotidiana. El doctor en sociología intenta “limpiar” una palabra que ha sido históricamente manoseada y a la que, según indica, se le ha otorgado una connotación negativa a pesar de los logros que ha engendrado.

Hay una pulsión en todo el libro que es, por un lado, explicar en qué consiste el concepto, y, por otro, señalar equívocos en el uso cotidiano. Partamos por explicar qué existe entre una dimensión y la otra.

Siempre, en ciencias sociales, hay conceptos que llegan a ser tremendamente populares y de uso cotidiano. Populismo no es el único. Se producen dicotomías ente el uso más vulgarizado del concepto y las posiciones teóricas más estudiadas dentro de las ciencias sociales. Lo que yo intento hacer en el libro es, primariamente, aclarar el concepto dentro de las ciencias sociales, pero para hacer eso tengo que hacerme cargo de los usos comunes, y me topo con que en el día de hoy, tanto en Europa como en Estados Unidos y como acá en Chile, la palabra populismo es un término peyorativo. Es algo que se utiliza para hostilizar, atacar, indicar algo que está pésimo, que es demagogia. Yo entiendo que para las ciencias sociales un concepto así no vale mucho la pena, pero no creo que las ciencias sociales tengan alguna chance de ganarle al uso cotidiano de la palabra. Eso es imposible, pero para que se pueda usar más fructíferamente dentro de las ciencias sociales es necesario buscar un entendimiento un poco más refinado del concepto.

Partamos por hacer un viaje previo, entre lo que las ciencias sociales han ido definiendo como populismo y la implementación de determinadas políticas de ciertos gobiernos en determinados momentos de la historia, muy particularmente en América Latina. Quizás ahí hay un eslabón perdido que nos puede ayudar a entender mejor esta distorsión que se produce hasta el día de hoy. 

La idea de populismo, aunque nace hacia fines del siglo XIX, refiriéndose a fenómenos políticos ocurridos en Rusia y Estados Unidos, recibió una especie de sanción académica con el surgimiento de ciertos tipos de gobiernos nacional populares en América Latina. Para decirlo en simple, se trata de los gobiernos principalmente de Getulio Vargas en Brasil y de Juan Domingo Perón en Argentina. Pasaron a ser ejemplo de populismo, objetos de estudio de la sociología que estaba recién apareciendo en América Latina. Ahí siguieron un patrón de pensamiento que venía de la sociología norteamericana, que es analizar la teoría de la modernización. Entonces éste era un fenómeno bien específico, porque se trataba de países atrasados, que tenían una transición distinta a la europea y norteamericana. Era como una especie de enfermedad de la transición hacia la modernidad. Así empezó. Era un fenómeno no aplicable al mundo, solo a América Latina.

Se trata de un momento de la historia en el que había un debate muy intenso respecto de cómo se alcanza el desarrollo, partiendo del supuesto de que el desarrollo era el lugar al que debían llegar eventualmente todos los países. Lo hemos visto en sentido negativo, pero viéndolo en sentido positivo, ¿qué representaron estas experiencias en la historia de América Latina?

Si bien fue tratado por las Ciencias Sociales de la época como una especie de desviación de un patrón normal de desarrollo, estos gobiernos tuvieron logros bastante notables. Es cierto que pudieron ser acusados de autoritarismo, de demagogia, de ofertas incumplidas, de paternalismo, clientelismo, etcétera. Sin embargo, fueron movimientos que arrojaron una masa de ciudadanos hacia  el Estado en un determinado momento y con promesas de una redención social, de obtener ciertos logros, de organización sindical. Tiene aspectos negativos y positivos. Hubo logros de organización de la clase obrera, en las leyes sociales, mejoró la situación relativa de la clase obrera.

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En esa época hubo otras experiencias que promovieron una mayor participación social, una mayor repartición de los beneficios del país que podrían no ser calificadas de populistas, como por ejemplo la Unidad Popular. ¿Por qué la UP no es populista?

En toda movilización política popular articulada se puede hablar de una interpelación al pueblo -porque el populismo viene de la idea de que hay que constituir un sujeto político que se llama “pueblo”-, sin embargo, no toda forma de interpelación al pueblo es exactamente igual a otra. Hay maneras populistas y no populistas de constituir al pueblo. Esto porque, si uno es cuidadoso en definir populismo, se va a encontrar con que no solo es un discurso ideológico que contrapone una serie de demandas populares contra el bloque en el poder. Si bien eso es así, para que haya populismo se requiere un poco más que eso. Se requiere que la credibilidad de ese discurso esté articulada por un líder. Un líder que tiene que ser muy carismático, que habla muy bien, que convence mucho con su ejemplo, con un contacto muy directo con la masa. Los partidos populistas son instrumentales, no institucionalizados y no autónomos con respecto al líder. Y tiene que haber una imposibilidad del sistema de acomodar las demandas que pide el movimiento. Con esas tres condiciones hay movimiento populista.

¿Y qué ocurre entonces con la UP?

Cuando yo analizo la Unidad Popular veo que ahí hay un movimiento político que articula una serie de demandas populares. Está el PC, el PS, el Mapu, hay un movimiento. Eso, que es el núcleo central de todo movimiento político social, está. Pero el liderazgo de Allende, siendo un gran líder él, era carismático, pero no tenía una capacidad de hacer lo que quisiera como parecía tenerla Perón o Vargas. Él tenía detrás de sí partidos políticos muy institucionalizados y que no siempre le hacían caso. En muchos casos fueron hasta oposición a su propio gobierno. El movimiento de la Unidad Popular no dependía del aval de Allende totalmente. Había una ideologización mucho más generalizada, soportada por los partidos. Entonces no se da eso que es básico para el Populismo, que es la existencia de partidos instrumentales que sirven a un líder que habla directamente con las masas y los lleva a hacer cualquier cosa.

Ahí hay un proceso de construcción de capital político, de muchos sujetos sociales…

Sí, es un movimiento social de izquierda, sí, tiene muchos logros, sí, pero no es un movimiento populista.

El populismo como palabra se ha transformado en una descalificación. Se vincula con la demagogia, con las promesas incumplidas, pero el modelo imperante está lleno de promesas incumplidas también. Por otro lado, esto que se ha llamado populismo tiene que ver con momentos de impugnación de la política muy a puertas cerradas. Uno se pregunta si lo que se descalifica es una manera poco seria o demagógica de hacer política, o lo que molesta son procesos donde se trata de incorporar a mayores segmentos de la población a la toma de decisiones.

Es una mezcla de las dos cosas. Por un lado, 1wprometer mucho se considera normalmente como populista, como hacer promesas fáciles de tal manera de sacar votos y después olvidar lo prometido. Pero también hay un sentido más refinado de lo que es el populismo, que se da especialmente dentro de la derecha. Eso es la oposición ciencia-ideología, ciencia-populismo. El populismo para la derecha es siempre ideológico, y lo ideológico es todo malo, porque no es ciencia. Entonces para ellos ser populista es buscar soluciones que son más democráticas, más participativas, pero que no siguen a la ciencia que, por supuesto, exige tener un mercado neoliberal, porque si no, no funciona la cosa. Entonces la acepción de una palabra que viene de una concepción de derecha incluye ahí también una negativa a los movimientos sociales, a la participación, a la democracia más ampliada. Por eso en el libro sostengo que en Chile uno no ha visto regímenes populistas, a pesar de que haya movimientos que podrían tender a eso. En el futuro no estamos totalmente exentos de eso, porque existe una crisis participativa en el sistema de democracia representativa que tenemos, que se ha formalizado y se ha vaciado de contenido para la gente. Por otro lado, tenemos la otra pata que puede ser caldo de cultivo del populismo, que es la enorme desigualdad de este país. Esos dos caldos hacen que en el futuro puedan surgir líderes populistas. En este momento no los tenemos y los que iban hacia allá no les ha ido bien.

 

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